Dibujar más allá de las mujeres delgadas y acelulíticas

Dibujar más allá de las mujeres delgadas y acelulíticas

Emma Gascó nos avisa: se nos ha metido un enfoque patriarcal y racista en el ojo y para quitarnoslo tenemos que reeducar nuestra mirada, hacer también ilustración feminista que huya de los lugares comunes.

Texto: Emma Gascó
22/01/2020
Ilustración de Emma Gascó. Una mujer cocina con una sombra de sí misma abrazándola por detrás. Tiene cara de placidez.

Ilustración de Emma Gascó.

Cualquiera que haya vivido junto al mar sabe que la humedad, cuando se te mete en los huesos, es difícil de combatir. Yo siempre digo que el machismo es como la humedad: se nos cuela y si una no hace un esfuerzo se nos queda dentro. Igual que nuestra mirada casi, casi se acostumbra a ver portadas sin ninguna mujer y reportajes con un 80 por ciento de fuentes masculinas, nuestro ojo está a su vez acostumbrado a ver imágenes que refuerzan los estereotipos de género. Pero, como ocurre con las otras áreas de la comunicación, también podemos entrenar a ese ojo para que aprenda a ver y crear imágenes feministas.

Para empezar, ¿cuándo debemos incluir mujeres en las ilustraciones? Aquí, la respuesta –de momento– es bien sencilla: siempre que podamos. En la mayoría de las imágenes que vemos, cuando se habla de sujetos colectivos, como humanidad, ciudadanía o votantes, la representación que vemos suele ser la de un hombre. Y lo normal es que no nos rechine. Por ejemplo, nos llamaría la atención ver una evolución de la humanidad desde el australopithecus hasta la actualidad encarnada en una figura femenina. Vamos a darle una vuelta a esto, ¿no?

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¿Qué mujeres dibujamos?

Si arañamos un poquito más, resulta que las mujeres que vemos dibujadas son casi siempre iguales. Desde luego, son delgadas y acelulíticas. Hace un par de años hice una versión de la Sirenita para una exposición titulada ‘Mitos de las violencias machistas’ (una expo con la cooperativa Pandora Mirabilia, que está online con licencia libre, por si a alguien le interesa). La Sirenita no solo refleja el amor romántico más duro (al dejar su voz, su cola y su vida en el mar por un maromo al que apenas conoce), sino que está extremadamente delgada. Dupliqué su masa corporal para la expo y, aun así, lo seguía estando.

Y, por defecto, el estándar de cuerpo femenino que se nos presenta es blanco. Si somos ilustradoras blancas, más aún, porque en ese ojo mal acostumbrado no solo se habrá colado un enfoque patriarcal sino también racista. Aquí, toca deconstruir clases de dibujo escolares en las que a ese color rosa imposible se le llamaba “color carne”, cuando nuestras pieles son beige, cobrizas, marrones, de infinitos tonos, pero desde luego no de ese color. Eso si dibujamos con un estilo realista, si estamos trabajando desde la abstracción nuestros cuerpos pueden ser turquesas, amarillos, verdes, negros, blancos, violetas… Ahí quizás la clave esté en representar la diversidad.

Blanca, delgada y joven, no nos olvidemos. Al igual que los nombres de mujeres de más de 65 años son casi inexistentes en los textos periodísticos, tampoco las encontramos en la imagen gráfica. Por eso dedicamos la portada del cuarto anuario de Pikara Magazine a una mujer anciana (mi abuela, de hecho).

Mujeres que hacen cosas

Vale, y ahora ¿qué? ¿Qué se hace con ese puñado de mujeres diversas como nosotras mismas? ¿Hacen algo los personajes que dibujamos? ¿Son valientes? ¿Se salen del cuento trazado para ellas? A lo largo de los años, en Pikara hemos intentado representar distintos sujetos haciendo algo que contraviene las normas de género y pasándoselo muy bien al hacerlo (por aquello del disfrute, que es algo a lo que siempre hacemos referencia).

La flamenca peluda, que es la portada del segundo anuario, se salta la norma de la depilación. Y os puedo asegurar que hay que estar muy empoderada –o tener mucho poderío– para hacer eso en mi tierra, porque en la feria de Sevilla esa norma estética se toma casi más en serio que la manzanilla de Sanlúcar.

En el tercer anuario jugábamos con la idea de los miedos y le dábamos la vuelta con una niña que asusta monstruos y juega con ellos (de ahí viene la imagen de la niña y el lobo). La intención era cuestionar el papel que tenemos las mujeres y las niñas en los cuentos, y en la ficción en general.

En la quinta edición fuimos con dos portadas (llegamos a un empate técnico en cuanto a preferencia). De un lado, una señora enchaquetada se marcaba una chilena imprevista en un parque. Del otro lado, veíamos a una mujer embarazada en un sofá después de masturbarse. Con ambas pretendíamos darle la vuelta a lo que se espera de nosotras: que a las señoras no les gusta el fútbol y que las embarazadas no tienen deseo…

Y como la historia feminista nos enseña que no hay victorias que no sean fruto del esfuerzo en común, la primera portada y la sexta están protagonizadas por un sujeto colectivo variado. En la sexta, ese sujeto representa las redes comunitarias frente a la especulación, en plena batalla frente a un Godzilla devoracasas.

Hecha en plena –nueva– burbuja inmobiliaria, esa portada de 2018 era quizás la menos ‘alegre’ (aunque hubiera gatos), pero en el resto intentamos enfocar los temas desde el humor. Según las Guerrilla Girls, a las que entrevistamos hace unos años, el humor es “un arma para conectar con un público no convencido”. Y también nos sirve, cuando se usa con cuidado, para tratar temas dolorosos, como intentamos hacer en un artículo sobre pederastia publicado hace ya un tiempo.

Lo normal y Kung Fu Panda

La ilustración es una herramienta útil para el feminismo porque permite comunicar muy rápido y, además, nos ayuda a describir qué otras formas de vivir nos imaginamos. Y ya tenemos una variedad de sujetos y acciones. Y algún enfoque que quizás nos sirva. Pero nos queda un punto ciego, ¿qué hacemos con las figuras masculinas hegemónicas (hetero, cis, blancas, etc.)? En el quinto anuario intentamos incluir también hombres que aparecieran transgrediendo imperativos de género, e intentamos evitar caer en la trampa de que el resultado nos pareciera degradante o simpático. Me explico. En Kung Fu Panda aparece un personaje encantador, el padre del protagonista, que es una oca. Este buen señor se tira toda la saga cuidando y dándole de comer al protagonista. Pero se nos presenta con un enfoque cómico, porque, como todo el mundo sabe, eso “no es lo normal”, porque lo normal sería que ese trabajo de cuidados lo hiciera una figura materna, que –entonces– no nos haría sonreír.

 

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