Nosotras las madres no

Nosotras las madres no

Hemos acabado con el amor romántico, pero ¿qué pasa con el amor de madre? ¿Es la maternidad una prioridad para el movimiento feminista?

04/12/2019

 

Ilustración de Señora Milton. Un collage formado por la cabeza de un niño,un cochecito de bebé y otros retales, representa el tema de las madres y la maternidad.

He elegido el título de la fantástica obra de Katixa Agirre, Amek ez dute (Elkar, 2018) –en castellano Las madres no (Tránsito, 2019)– para dar pie a este texto. La trama de ésta novela negra gira en torno a una mujer que asesina a su hija e hijo recién nacidos y sobre cómo la protagonista relega sin culpa el cuidado del suyo para escribir con pasión sobre ello. Entre otras cosas, Katixa Agirre cuestiona con crudeza la herencia de la maternidad patriarcal.

Yo también he tenido que matar algo dentro para poder liberar este incómodo pensamiento: las madres no tenemos un espacio en el movimiento feminista de hoy en día. Y no lo digo desde el rencor, no quiero que esta pena se convierta en rabia a lo largo de los próximos diez años para luego estallar enfrente de 3000 mujeres valientes, aunque fuera necesario. Estoy, estamos, dolidas porque muchas mujeres en lucha no comparten la nuestra; porque no ven que lo estamos haciendo desde nuestro reto. Porque en las Jornadas Feministas de Euskal Herria no se apreció el hecho de que estamos rehaciendo la maternidad.

A mi madre y a mi padre les debo una educación sin roles ni identidad de género, también a quienes me educaron en el aula y en las calles. Gracias al feminismo he aprendido a diferenciar entre (mal)enamorarse y amar. También he aprendido que, en esta vida, las personas llegan en el momento adecuado para ayudarnos a crecer en el camino. Hemos aprendido a gestionar un amor basado en la admiración racional y partiendo de ese sentimiento, algunas nos sentimos preparadas para amar aún más, eligiendo ser madres. Hay muchas maneras de amar más, ¿por qué jerarquizarlas?

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De ahí he deducido que mi maternidad no fue impuesta, que el patriarcado no me ha dicho cuándo o con quién debo vivir, ni qué debo criar, porque tuve una educación no sexista, libre de ataduras binaristas, y nunca tuve claro que quisiera ser madre. Las que sí lo tuvieron también están aprendiendo qué tipo de maternidad quieren construir, al igual que yo, para liberarse de la opresión de un sistema de cuidados creado por el patriarcado. Muchas de nosotras nos activamos en el feminismo después de ser madres porque nos sentimos invisibles desde el embarazo, nos sentimos solas en esta sociedad que intenta convertirnos en complementos pasivos de su capitalismo.

Tras diez años tocando en grupo me acostumbré a moverme en una escena rodeada de hombres. Hacía frente a cualquier situación desde una conducta feminista propia, sin darme cuenta de que a la vez me mimetizaba con ese entorno masculino. Ahora comprendo que entonces no luchaba desde el feminismo porque el sistema no me perjudicaba. Al contrario, esos hombres ayudaron a integrarme y aprendí a hacer música junto a ellos. Ahora, y tomando como ejemplo a mujeres creadoras intento ayudar a garantizar nuestra visibilidad y participación en la escena musical desde esta otra trinchera.

Al hacer una pausa en la música, y ya desde el embarazo, empecé a notar que desaparecía. La sociedad me hizo invisible en la primera etapa de la maternidad. Sin embargo, ahora sé que aquella obligada interrupción era tan necesaria como el recuperar mi identidad. Fue en ese momento cuando el verdadero feminismo empezó a aflorar en mí: al sentir que el sistema anulaba mi feminidad al tiempo que intentaba controlar mi maternidad. Manipulaba, algo que sólo mi compañero y yo comprendíamos, y sentía que me sumergía en el negro agujero de la maternidad tradicional.

El artículo de Brigitte Vasallo, ‘Desocupar la maternidad‘, en Pikara Magazine, encendió la mecha. Hace poco he leído también ‘Una crítica al antimaternalismo‘ de Julia Cañero Ruiz y el interesante, pero corto, artículo de Amaia Nausia Pimoulier ‘Amatasun feministaren bila’ en Berria. Creo que deberíamos escribir más sobre el tema en euskara. En 2014, me identifiqué totalmente con Vasallo y empecé a reconstruir mi maternidad en busca de un equilibrio entre los cuidados y mi espacio personal. Volver a hacer música me devolvió mi identidad y me convirtió en una madre más adecuada porque ahora cuido desde la alegría. Soy una versión reforzada de mí misma, en eso están de acuerdo todas las madres que conozco. Este proceso te refuerza como cualquier otra experiencia vital.

No pude acudir a las Jornadas Feministas de Euskal Herria. Mi compañero debe trabajar en algunos festivos y el cuidado que compartimos a diario quedó a mi cargo todo el puente. Mientras en Durango reivindicaban las vidas al centro, el sistema patriarcal que controla nuestras condiciones laborales apartó la mía una vez más. Seguí las jornadas online y pregunté a quienes habían estado allí. En su opinión, hubo en el aire una falta de atención generalizada con respecto a la maternidad; sintieron que el tema se había tratado como una cuestión personal, no social. Del mismo modo, me dijeron que la tertulia y taller para madres estaba a rebosar y que se percibieron unas enormes ganas de liberarse y expresarse: “Hemos acabado con el amor romántico, pero seguimos sin hablar del amor de madre”; “Maternar es un proceso creativo que aúna diversas experiencias” o “La maternidad me ha hecho más anticapitalista, tomo decisiones políticas que afectan al sistema-económico establecido”, son algunas de las citas que se recogieron allí.

Todas coincidimos al reivindicar que somos las madres y padres de las mujeres y hombres feministas del futuro. Les enseñamos a respetar y querer a los demás sin considerar su identidad de género y para ello, hemos partido de las cenizas de una heterosexualidad caduca. Esbozando los límites de lo femenino y masculino en nuestra relación de pareja, ayudando a erradicar el binarismo en esta sociedad. Cuestionando y replanteando a nuestras hijas e hijos cada juguete, anuncio, dibujo animado, cuento, ropa y relación con sus compañeras y compañeros de clase.

Se acerca el momento de establecer nuestra trinchera en esta lucha y visto el malestar que ha generado la falta de una alianza concreta en estas jornadas feministas, sacaremos provecho constructivamente para que no suceda en las siguientes. Nosotras también hemos convertido lo personal en político.

Gracias a todas las mujeres que habéis compartido vuestra opinión conmigo y a las que me habéis ayudado a llegar a ellas para escribir esta reflexión.

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