Mamihlapinatapai o la presbicia lésbica

Mamihlapinatapai o la presbicia lésbica

¿Qué significa 'Mamihlapinatapai', la palabra más precisa del mundo? Y, sobre todo, ¿qué tiene que ver con las lesbianas y su manera de ligar?

23/10/2019

Estaba yo deslizándome por redes sociales cuando me encuentro con un post con la entrada de Wikipedia de la definición de la palabra Mamihlapinatapai, donde explica que es una palabra de los yámanas de Tierra de Fuego, listada en el libro Guinness de los Records como “la palabra más concisa del mundo” y se utiliza para describir “una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambas desean pero que ninguna se anima a iniciar”.

En pleno arrebato de acto de fe le di credibilidad a Wikipedia y la compartí titulándola “La palabra perfecta para definir el ligoteo lésbico” cuando, tras varias bromas en mi muro entre bolleras y queers, me escribe Andrea Momoitio invitándome a desarrollar la idea en un artículo. Le he tomado la palabra y aquí me encuentro, dispuesta a reírme un poco de nosotras mismas y, entre chascarrillo y chascarrillo, hacer un poquito de autoanálisis de este mundo bollero nuestro.

Como en toda ironía o retranca, como decimos en Galicia, hay una gran dosis de estereotipos, tópicos y, puede que un poquito de realidad, pero todo desde el cariño y la necesaria y terapéutica risa. Pese al aviso, si alguna se molesta, el libro de reclamaciones se lo pedís a Andrea por haberme tentado.

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Mi punto de vista está condicionado, por supuesto, por mis experiencias personales y por lo que conozco del ligoteo lésbico. Quizás las chicas más jóvenes sean más directas y su cortejo ya no se asemeje al del Albatros, pero en mi generación de cuarentañeras ligar con una mujer podía ser una actividad repleta de sutilezas, sinuosidades y se podía alargar tanto y las miradas podían ser tan intensas (e improductivas muchas veces) que era más fácil terminar con presbicia que acostarse con ella.

Y es que hemos sido y seguimos siendo socializadas dentro de los estrictos y represores parámetros de conducta del género femenino, ésos que todavía nos condicionan a la hora de agenciarnos de nuestros deseos, de expresarlos, de comunicarnos con la lengua, y no sólo con los besos o cunnilingus posteriores, sino hablando, diciéndole claramente a otra mujer que nos gusta y que la deseamos.

Se trata de la misma ideología de género que nos presupone heterosexuales y que nos inocula el flirteo heteronormativo en el que las mujeres debemos ser las receptoras de la iniciativa (del macho alfa) y cualquier atisbo de romper con ese esquema se castiga con el estigma.

Como decía Sara Montiel, que esperaba fumando a su empotrador, nuestra cultura nos condiciona para que esperemos de brazos cruzados, para no tener la iniciativa, para que nos reprimamos y así no ser juzgadas como “busconas” y esa represión, sin duda, también nos afecta a las lesbianas.

Dejémonos ya de esperar la anunciación de algún arcángel mientras acariciamos a nuestros gatos, tomemos las riendas de nuestros deseos, dejémonos llevar por la atracción sexual que pueda surgir en cualquier momento y comuniquémosla sin temer ni al fracaso (nuestra autoestima no puede depender de alcanzar el éxito siempre, como sabemos bien en cualquier otro ámbito de nuestras vidas) ni a caer del lado indeseado del estereotipo heterosexista, porque llevar la iniciativa y ser claras no nos convierte en absoluto ni en depredadoras ni en agresivas sexuales, simplemente desterramos de nuestras vidas el rol pasivo que se nos ha inoculado.

Para ello, como para todo, necesitamos el feminismo, un feminismo lésbico y queer que nos permita ser conscientes de los condicionantes culturales que nos atraviesan y nos empodere ante las dos neutralizantes alternativas (eterno binarismo) que nos propone el heteropatriarcado a las lesbianas, o nos asexualiza para justificar nuestras relaciones o nos hipersexualiza para el exclusivo placer machirulo.

Porque es urgente desarrollar la agencia personal que nos permita ser dueñas de nuestras vidas y depender únicamente de nuestra propia iniciativa.

Y luego, ya si eso, nos llevamos las maletas a la segunda cita (guiño, guiño).

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