En Bilbao no se folla… si eres una lesbiana marroquí

En Bilbao no se folla… si eres una lesbiana marroquí

Si regresase a mi país no podría hacer mi vida lésbica visible porque en Marruecos el tema LGTBIQ se considera tabú y la homosexualidad está penalizada. Pero en Euskal Herria tampoco soy visible, porque las blancas no me consideran sujeto de deseo.

Imagen: Núria Frago
26/06/2019

La Rara Chokolala

¿La sexualidad es un derecho o no? ¿Qué pasa si tus derechos sexuales son vulnerados? ¿Y qué pasa si vives en un país donde no te desean sexualmente? ¡No te miran! ¡Y eres completamente invisible! ¿Qué pasa si te odian, te rechazan y te meten en la cárcel sólo por amar o desear a otra persona de tu mismo sexo?

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En el siglo XXI seguimos viviendo todas estas injusticias. La lesbofobia, el racismo y el clasismo siguen protagonizando historias de personas cuya culpa es amar y hacer con sus cuerpos lo que se sienten y lo que quieren.

En Bilbao, donde vivo desde hace ocho años, la ciudad más rebelde del mundo, donde las manifestaciones de los movimientos feministas son más largas, también existe todo tipo de racismo.

Os voy a comentar mi experiencia como racializada magrebí dentro de la lucha lesbofeminista:

“¡Mira cuántas estamos solas!”

“¡Aquí no liga nadie!”

“¡Es cuestión de gustos!”

“¡Tienes rasgos racializados!”

“¿Sabes lo que tienes que hacer? Lee los libros de los setenta. Tu historia es parecida a las historias de las lesbianas de esta época. ¡Igual te alivian un poco!”

Son respuestas de activistas lesbofeministas bolleras, como ellas se nombran a sí mismas, después de haber puesto sobre la mesa mi reivindicación, mi dificultad de no poder encontrar una mujer con quien tener orgasmos, compartir momentos eróticos, sensuales y afectivos.

Me dolió el alma tanto, que hasta decidí dejar todos los espacios lésbicos.

Pensaba que la solución a mi problema era integrarme en grupos de militancia lésbica, pensaba que iban a ayudarme a comprender los códigos culturales que fueran el eje del problema. Pero no era tan fácil. El tema era más complejo de lo que parecía. El problema es que las blancas ponen barreras emocionales y niegan nuestras formas de vidas.

El problema es el miedo a la otra y el miedo es lo contrario del amor.

El amor me sacó del armario en el año 2012 en Bilbao. Algo supernovedoso para mí, ¡enamorarme de una mujer!

Era la maestra de mi hija cuando tenía 3 añitos, también era feminista solidaria, colaboraba en un asociación que me acompañó en mis primeros pasitos aquí. Sus miradas me llevaron muy lejos, donde sólo existía la felicidad. En ese momento acababa de llegar, no sabía hablar muy bien el idioma para poder expresarme bien, también mi situación económica estaba bastante mal. Reconozco que esto no favorecía entrar en ninguna historia desde el tú a tú; transfería mi amor a mi mundo imaginario, donde vivía todo lo que creía prohibido con total libertad.

Hasta ahí todo bien. Pero las cosas cambiaron desde el día que confesé a esa mujer lo que sentía. Cambió su actitud, sus miradas y empezó a alejarse poco a poco hasta que cortó todos los lazos entre nosotras. Me enfrenté a ella y le expliqué que yo no quería estar con ella sabiendo que no me correspondía, pero sí quería que me respetara y que mantuviera igual nuestra relación de conocidas, intercambiando cuidados como antes… Ella no quería nada más conmigo y construyó junto con otras mujeres supuestamente feministas que estaban en mi red de conocidas una alianza rara para controlarme. La historia de rechazo duró siete años y hasta hoy la situación no ha cambiado.

Durante estos siete años, mantuve mi amor imaginario y conseguí avanzar en mi proceso de salida del armario. Encontré una compañera marroquí con la que compartí una relación sexual durante un año. Era mi paisana y teníamos mucho en común, pero yo para ella era diferente porque he roto con algunas costumbres religiosas, cosa que ella no toleraba. Ella tenía una presión muy fuerte por parte de su madre, que no aceptó que su hija se convirtiera en lesbiana. Le decía que su cuerpo estaba habitado por un diablo y que tenía que bajar a Marruecos para que le quitasen el hechizo con algunas prácticas raras. Mi ex obedeció a su madre y bajó a Marruecos. Dos años después, la encontré con un bebé en un carrito. ¡Le quitaron el hechizo y le metieron un bebe! La miraba y me miraba, pero la chispa ya no se encendió….

Entre la comunidad marroquí circuló que ella y yo estábamos juntas y que somos lesbianas, lo curioso es que no tuvimos tanto rechazo. A mí me siguen tomando el pelo, por ejemplo, me han dicho “lo que te hace falta es una polla, búscate un hombre y ya verás cómo mejorarás”; otros bromean con el tema y me dicen que quieren casarse conmigo. Lo más duro que me pasó dentro mi comunidad fueron tres ataques de diferentes mujeres que relacionaban el lesbianismo con lo prohibido en la religión musulmana. Hoy en día, no he vuelto a recibir ningún tipo de agresión. No sé si porque ando soltera.

Posteriormente, en mi vida aparecieron mujeres con quienes compartí momentos íntimos, eróticos y orgasmos inolvidables… Aunque fueron pocas, siempre de fuera de Bilbao. Salía en las fiestas y participaba en diferentes eventos, jornadas, y formaciones. No conseguía nunca ligar con ninguna blanca.

Una cosa curiosa es que, en todo mi proceso de crecimiento personal, y en todas las cosas que considero importantes en mi vida, me he cruzado con mujeres feministas lesbianas que me han echado una mano. Una energía lésbica potente que me protegió continuamente y sigue, y que no pudieron quitarme las racistas. ¡Porque en el mundo hay de todo!

En Marruecos, donde nací en una familia de clase media, nunca vi relaciones lésbicas ni había escuchado sus historias… solo recordaba que cuando tenía 16 años me contaron la historia de una mujer a la que le gustaban las mujeres, a quien echaron del hammam de mujeres por este razón. Decía mi amigo que esta mujer era su vecina, que tenía pene y toda mujer que andaba con ella era “sospechosa”. Comentaba el tema a mi madre y su respuesta era que esta mujer era  “خنثى, neutra”; una persona que nace con los dos sexos.

La verdad que a mí siempre me encantaron las mujeres, sus cuerpos y sobre todo las caderas anchas… De niñas, jugábamos entre nosotras, compartíamos cama y nos desnudábamos con total libertad. Cuando nos gustaba alguna decíamos: “Si tuviera pene te follaría” y lanzábamos carcajadas. La otra respondía: “Jooo… Iba a rezar, era pura y ahora me has fastidiado… Tengo que volver a hacerlo todo de nuevo…”.

Si tuviese que regresar a mi país no podría hacer mi vida lésbica pública y visible porque en general en Marruecos el tema LGTBIQ se considera tabú. Hay organizaciones que luchan pero sigue sufriendo invisibilidad total y la homosexualidad está completamente penalizada por la ley, perjudicada por la opinión pública. Pero aquí en Euskal Herria tampoco hago visible mi vida lésbica, porque las blancas no me consideran sujeto de deseo.

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