‘Buenas y enfadadas’, un grito en defensa de la ira de las mujeres

‘Buenas y enfadadas’, un grito en defensa de la ira de las mujeres

El ensayo de la periodista Rebecca Traister hace un recorrido histórico que culmina en la lectura del #MeToo como una catarsis colectiva

12/06/2019

 

Portada de ‘Buenas y enfadadas’.

La rabia es una emoción que a las mujeres nos ha salido cara expresar a lo largo de la historia. Histéricas, locas, exageradas, malfolladas… Los adjetivos para definir a una mujer enfadada son una muestra bastante explícita de esa relación. Nos sobran motivos para estar enfadadas, para expresar nuestra ira, para gritar que estamos hartas, pero los altavoces mayoritarios siguen siendo masculinos (de forma metafórica y literal) y todavía pesa la idea de que las mujeres estamos aquí para agradar y pasar sin hacer mucho ruido, siempre en un segundo plano.

No obstante, la rabia es también una gran aliada para la revolución, para el cambio. Todo movimiento social y político ha surgido de un cabreo, de voces y experiencias colectivas que han dicho “¡Basta!”. Sencillamente, la ira es poder y quién puede expresarla o no señala quién tiene el poder.

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La periodista Rebecca Traister aborda la cuestión de la ira en Buenas y enfadadas (Capitán Swing). La autora hace un recorrido por la historia de la rabia de las mujeres en Estados Unidos y cómo esta ha cambiado el rumbo de los acontecimientos. El libro concluye en la era del #MeToo y del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuando el enfado por tener a un presidente misógino y racista ha movilizado al movimiento feminista y ha provocado la entrada en el ámbito público de mujeres muy enfadadas con el sistema, como es el caso de Alexandria Ocasio – Cortez, congresista estadounidense desde enero de 2019. La ira fue el motor que desencadenó el movimiento #MeToo, cuando miles de mujeres muy hartas y muy enfadadas decidieron contar las décadas de abusos sexuales que habían sufrido por parte de compañeros de trabajo, de jefes, de familiares, de amigos…

Traister se centra especialmente en hablar con políticas que ocupan, o han ocupado, algún cargo público. La expresión de la ira es especialmente problemática para las mujeres que quieren desempeñar cualquier actividad política porque es el arma que suelen utilizar medios y adversarios para atacar. No solo en Estados Unidos, leyendo el libro se vienen a la cabeza algún ejemplo patrio.

Esta temporada el programa de televisión Salvados reunió a Irene Montero e Inés Arrimadas en un debate. Durante el transcurso del mismo, hubo varios momentos de tensión entre las dos políticas y Jordi Évole les echó en cara, precisamente, que se enfadaran y subieran el tono, alegando que ellas deberían estar a la altura y no caer en esas actitudes, algo que Évole no les reprochó a sus homólogos hombres (Pablo Iglesias y Albert Rivera) en un debate similar.

Hace unos años, el incalificable Eduardo Inda le preguntó en una tertulia política en La Sexta a Tania Sánchez que por qué estaba tan enfadada siempre, con ánimo evidente de dejarla fuera de juego. A lo que ella contestó: “No estoy enfadada, soy seria, estoy hablando de un asunto serio, las mujeres no estamos para agradar”.

Ejemplos hay hasta la saciedad y Traister construye el ensayo a partir de ellos, a través de las voces y las experiencias de mujeres que, efectivamente, estaban muy enfadadas. De hecho, la propia autora reconoce que el ensayo surge de su propio enfado. En el libro se encuentran historias como la de la congresista racializada Barbara Lee, que estuvo a punto de morir al nacer porque nadie en el hospital quería atender a su madre negra. “¿No es para estar enfadada? […] Creo que la ira es lo que me ha motivado para combatir el racismo, el sexismo, la falta de acceso de las mujeres a los sistemas de salud…”.

Queda demostrado: expresar nuestro enfado es un acto totalmente revolucionario.

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