Gestación subrogada: ¿existen límites morales en los que el mercado no interceda?

Gestación subrogada: ¿existen límites morales en los que el mercado no interceda?

La gestación subrogada cosifica el cuerpo de las mujeres para satisfacer necesidades del mercado. Además, aunque se habla poco de ello, existen riesgos médicos para las personas gestantes. Andrea Dominguez reflexiona sobre ello y plantea alternativas.

08/05/2019

Ilustración de Núria Frago

La permisión de creación de una subclase de mujer

suscribete al periodismo feminista

El desarrollo sobrepasa sus objetivos iniciales de superación de la pobreza y reconoce que las cuestiones económicas, sociales y culturales juegan un papel indispensable en la reducción de esta y, en consecuencia, en el desarrollo. Los avances científicos y tecnológicos se han encargado de resolver los problemas de fertilidad cada vez más existentes en la sociedad. La industria multimillonaria transnacional de la reproducción formada por agencias, clínicas y todo tipo de intermediarios médicos, legales o incluso brókeres ha conseguido fraguarse discursos que aparentemente funcionan.

Existen marcos morales estratégicos basados en el altruismo y la compasión que funcionan muy bien, marcos que se basan en convicciones racistas, clasistas y sexistas acerca del Tercer Mundo que crean una subclase de mujer. La gestación subrogada es el negocio que mejor representa este neocolonialismo reproductivo: inicialmente la reproducción se deslocaliza, luego se coloniza el cuerpo de las mujeres de los países empobrecidos y como consecuencia se crea una subclase de mujer. Ejemplos de las narrativas utilizadas son el uso de la retórica del regalo o el embarazo incorpóreo. El primero trata de minimizar la cosificación que se hace del cuerpo femenino, sobre todo de cuerpos de mujeres residentes en países empobrecidos planteando la práctica como un mero intercambio relleno de compasión y bondad. El segundo plantea una especie de embarazo en donde la mujer gestante no padece ningún mal, una situación en donde parece que se alquila un vientre, pero no se está haciendo uso de él, se extrae por lo tanto la posibilidad de toda experiencia negativa (problemas psicológicos de todo tipo así como problemas médicos resultantes de las cesáreas, hipertensión, patologías con la placenta, hemorragias durante el primer trimestre del embarazo, preeclamsia o embarazos prematuros) y se fundamenta la relación en un altruismo utópico. La gestación subrogada tiene una serie de riesgos adicionales derivados de la inseminación en vitro. Además, las cláusulas del contrato y la presión ejercida por obtener el producto por el que se paga hacen que los riesgos que la gestante ha de aceptar sean un modus operandi habitual, necesario y vinculado a la práctica.

La retórica de la elección recurre a una mujer con pocos recursos cuyo consentimiento en ningún momento es ni puede ser libre pues la pobreza es circunstancia que afecta directamente a su capacidad de elegir y, por ende, se trata de una clara interferencia a su libertad. Todo ello se encuentra íntimamente ligado a una sociedad de mercado (concepto utilizado por la autora) en donde sólo las personas con altos recursos tienen capacidad de elegir. Estas retóricas expandidas en el negocio no son incidentales, sino que se mantienen y sostienen en el tiempo como sistemáticas y constituyentes de la industria reproductiva. Son estas retóricas las que hacen de la mujer proveniente de una economía empobrecida la persona idónea para el negocio de la gestación comercial bajo los imaginarios de la benevolencia y del rescate de la pobreza.

La mercantilización del cuerpo de la gestante se agrava debido a los riesgos implícitos que el embarazo conlleva. Todos los riesgos derivados han de tenerse en cuenta puesto que entran en concreta relación con los derechos fundamentales de las mujeres y con ello con los estándares internacionales de Derechos Humanos (análisis paralelo y nefastamente abordado). Destacan en primer lugar, los riesgos médicos entre los que constan: híper estimulación de ovario (SHO), torsión ovárica, quistes ováricos, dolor pélvico crónico, menopausia prematura, pérdida de fertilidad, cánceres reproductivos, generación de coágulos sanguíneos, enfermedades renales, infartos cerebrales y en algunos casos, la muerte.

Por otro lado, se encuentran los tratamientos psicológicos a los que la mujer gestante debe someterse para desvincularse del feto. Se observa ya no sólo una nula capacidad de obrar y decidir sobre su propio cuerpo durante la gestación derivado de riesgos y complicaciones médicas, sino que los derechos de la mujer subrogada como gestante, es decir como madre biológica del feto son nulos por ser esta la portadora, como así lo detallan los contratos celebrados entre las partes que aseguran que no haya posibilidad de nulidad o anulabilidad del contrato. Con esto se vuelve a corroborar la hipótesis de que la mujer es un mero receptáculo para gestar al embrión. La última persona en la que reside el poder de decidir sobre su propio cuerpo es la mujer subrogada.

La casuística es inmensa y muy variada, y si bien no se puede deducir que las consecuencias sean siempre las mismas, se ha de remarcar el carácter invasivo de la práctica sobre el cuerpo de la mujer para maximizar las posibilidades de éxito y el nulo respeto hacia el cuerpo de esta, y por ende hacia su individualidad y dignidad. Se evidencia que el cuerpo de la mujer es cosificado cual objeto para conseguir un fin que se traduce en una demanda del mercado. La gestación subrogada, en concreto la comercial, mercantiliza y cosifica el cuerpo de la mujer. El cuerpo es o debería ser el límite que debe ser interpuesto al capitalismo y al mercado.

El estado de necesidad en el que se encuentran las mujeres en situación de pobreza y las estructuras sociales que las oprimen en estados empobrecidos y tradicionales crean una vulnerabilidad que les empuja a buscar una oportunidad económica. Junto con la idea del liberalismo, se encuentra la idea del neocolonialismo reproductivo en donde los consumidores de países desarrollados, ciudadanos del Norte Global, ejercen una especie de opresión sobre una nueva subclase de mujer cuya explotación, ahora ya más íntima, se centra en su capacidad reproductora.

Aunque resulte un objetivo a largo plazo, posiblemente utópico para muchas y muchos, una alternativa para evitar la mercantilización de los cuerpos de las mujeres y en concreto, los de las mujeres en países en vías de desarrollo, es la gratuidad de la gestación subrogada tratando de evitar la existencia de países reproductivos y las diferencias entre ordenamientos que ponen más énfasis en la vulnerabilidad de las mujeres subrogadas. Una regulación garantista de los derechos de la gestante imponiendo la gratuidad de la práctica dotaría a las mismas de la protección necesaria. La revisión del consentimiento otorgado con tiempo de reflexión después del parto, la firma del contrato después del nacimiento, el reconocimiento de su derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, la protección de la mujer gestante en caso de que los comitentes renunciasen, el examen de idoneidad a los anteriores, la intervención judicial… podrían seralgunos de los requisitos que la regulación debería tener en cuenta. Siendo una práctica gratuita no existirán incentivos para que existan intermediarios y, por ende, dejaría de ser rentable y, por ende, un negocio.

En la actualidad, hemos pasado de tener una economía de mercado a ser una sociedad de mercado. Mientras que la economía de mercado se centra en la organización de la actividad productiva, la sociedad de mercado se define como la forma de vida en donde los valores del mercado dominan todos los aspectos de la vida poniéndolo casi todo a la venta. Esto debe ser objeto de estudio pues en una sociedad en donde todo está a la venta, la desigualdad punza a las personas con menores recursos y, en segundo lugar, es en el desplazamiento del valor y contaminación de actitudes y valores no mercantiles cuando algunos bienes y prácticas sociales entran en el mercado. Es necesario un debate público sobre el valor de aquello que consideramos no debe entrar en el mercado.

Cuando en una sociedad de mercado existe una desigualdad estructural de base, por mucho que se apele al consentimiento, todo consentimiento no será libre si de base existen desigualdades estructurales. La gestación subrogada debería hacernos replantear qué tipo de sociedad queremos, ¿una donde todo esté a la venta y prevalezca el valor monetario sobre el humano, o una donde existan límites morales en los que el mercado no interceda?

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba