¡En el destete también mando yo!

¡En el destete también mando yo!

Soy lactivista y de una ideología de crianza 'apegá'. Ahora ya no quiero dar teta pero sigue molestándome el enfado tan grande que mucha gente tiene por dar de mamar a una niña de 3 años.

22/05/2019
Silvia Agüero Fernández da de mamar a Carmen Manuela por anticapitalismo, por activismo gitano y por placer./ Foto del archivo personal de la autora

Silvia Agüero Fernández da de mamar a Carmen Manuela por anticapitalismo, por activismo gitano y por placer./ Foto del archivo de la autora

Para entender mejor este artículo, lee primero la primera parte, ¡En mis tetas mando yo!, en la que la autora reivindica la lactancia prolongada.

Llevo destetando más de un año. Es aburridísimo, laborioso y desesperante. Hay días que la desesperación me lleva al borde de un abismo donde no me reconozco. Mi niña me absorbe las entrañas con la fuerza de un aspirador último modelo y sin cable. Podría llevármela colgada a cualquier sitio, incluso si hiciera running.

Un poquito y ya, ¿vale? Y ella sin despegarse de mí, ronronea la negación y se adhiere aún más y con una fuerza de succión mayor. En ese momento el calor se apodera de todo mi cuerpo, y me molesta hasta la más mínima brisa. En mi cerebro las contradicciones se agolpan y la culpabilidad me sorprende acechándome en cada rincón. Culpable por dejarla sin su tesoro más preciado.

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—¿Qué te gusta más? ¿Los espaguetis o la teta?

A teta.

—¿El helado o la teta?

A teta, mama.

Incluso ahora mismo que intento contaros cómo me siento en este destete que me he propuesto sin su consentimiento, está aquí, entre el ordenador y mi cuerpo, e intento escribir con el brazo derecho rodeándola y la mano en el teclado, la camiseta que ya se ha dado de sí por el continuo sube y baja y esa succión cosquillosa y desagradable. La dejo que mame ahora para que me deje continuar.

Y mira que he luchado para dar teta incluso en momentos en los que he estado enferma y con entradas y salidas de hospital, donde no tienen en cuenta nuestra posición de crianza ni nuestra decisión. Pero de verdad, ahora sí que quiero acabar esta etapa.

Soy prolactancia, lactivista y de una ideología de crianza apegá. Mis valores y mi personalidad giran en torno a eso. Decidí que criaría a Carmen Manuela así y me daba un placer inmenso amamantarla sin necesidad de darle de comer nada artificial. Por una cuestión anticapitalista y también de activismo gitano.

Encontré mucho apoyo en mi decisión de amamantar. Por parte de la institución médica se me felicitó; entre amistades y familia se me recompensaba incluso con admiración. Pero cuando la niña fue creciendo recibí y sigo recibiendo humillaciones. Tanto Carmen Manuela como yo misma. Cualquier persona puede dirigirse a ella aunque no la conozca de absolutamente nada y decirle: “¿Todavía con la teta? ¡Eso es una guarrería!”. Hay comentarios de todos los tipos pero todos son chungos. La niña, ya acostumbrada, contesta regañando a la gente, déspota y borde. Lo hace cuando le dirigen la palabra a bien o a mal. Hasta cuando la gente le toca. Sí, hay personas que se toman la libertad de darle una palmadita en el culo o acariciarle el pelo al pasar y ella responde con un “¡No me toques!” que deja en lache, sorprendida y fuera de juego, a la persona de turno.

Cuento todo esto, porque la sociedad tiene mucho que ver en la educación y en el transcurso de la vida de cada personita de corta edad.

Ahora ya no quiero dar teta pero sigue molestándome el enfado tan grande que mucha gente tiene por dar de mamar a una niña de 3 años.

Se me felicitó en el comienzo, incluso pusieron a mi disposición todo tipo de servicios en los que se me ayudaba a seguir en la tarea de crianza, cursos, clases, grupos de apoyo, de porteo, etc.

Ahora solo me recomiendan paciencia; en la institución médica adulta, paciencia; en pediatría, paciencia; incluso en los grupos de Facebook de apoyo, la solución perfecta es “No ofrecer, no negar”.

Y, mira, que no. Que esto no funciona. Que a ella mis tetas le parecen lo que a nosotras nos parecen el chocolate o el dulce en los procesos de premenstruación. ¡Ambrosía! Y a mí me tiene desquiciada y desesperada.

No solo es el momento en que quiere teta. Está, incluso, influyendo en mi relación materno-filial: intento no sentarme en el sofá para que no me pida; intento no cambiarme delante de ella porque, en cuanto me ve, babea de ganas. Jamás pensé que sentiría esto y no hay ayuda o medios disponibles. Sé que muchas mamás se sentirán así, que cuesta contarlo y que las noches eternas merman hasta la autoestima y por ello veo necesario un seguro en nuestras mentes.

La decisión es nuestra. Sé que suena adultocéntrico, pero es mi teta y en mis tetas mando yo. Como casi todo en esta vida, se apaña hablando. Hablar con ella. Mucho. Largo y tendido. Es la solución. Ya no es un apéndice mío y esto no tiene nada que ver con la edad sino con la madurez y el despertar temprano. Hablar y hablar. Explicar a la criatura que se acabó y cómo nos sentimos, porque eso de intentar engañarla con dulces o distraerla, no funciona. Contarle la verdad, siempre, y en este caso también.

Me he cansado, Carmen Manuela. Me molesta, me duele la teta cuando mamas. Carmen Manuela me mira y dice: “Ya está mama”, y deja de succionar al instante haciendo ese sonido que, a algunas, les sonará al descorche de una botella pero que a nosotras, madres lactantes, nos suena al pistoletazo de salida para levantarnos y ponernos en marcha o para dormir quién sabe cuántas horas. Ese sonido creado del vacío de la succión.

Es necesario que si por parte de las instituciones hay apoyo a la lactancia, haya un servicio de apoyo al destete y esto debe de ser esencial, y además es justo.

Me ha encantado la lactancia hasta ahora y este vacío institucional que hay respecto al destete tiene que ver con un patriarcado feroz que también aquí quiere imponer su control sobre nuestros cuerpos… las cosas como son, compañeras. No tienen en cuenta que la lactancia puede alargarse y no tienen en cuenta a las compañeras que no quieren dar teta. Porque, mujeres, ¡la decisión es nuestra!


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