Sobre el amor

Sobre el amor

¿El amor romántico siempre fue tan tóxico e inútil? Según cuenta Alba Amestoy, en el siglo XIX, en un contexto de lucha contra el matrimonio concertado, parecía una salida a la libertad.

24/04/2019

Alba Amestoy

 

Ire-nilla

Las mujeres del siglo XIX iniciaron una lucha para romper con los matrimonios concertados, matrimonios en los que el varón escogía a su futura esposa y pedía permiso al padre de ésta para así desposarla. El hombre, mayor que la mujer en numerosas ocasiones, escogía a su antojo quien sería su compañera de vida, una mujer joven y sin demasiado recorrido, vulnerable y repleta de ilusión.

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El varón, con ansia de formar una familia y obtener un sucesor, y no sucesora preferiblemente, fijaba su mirada en la mujer más bella y joven, una mujer de la que presumir y con la que pudiese afianzar un hogar, además de cubrir sus necesidades afectivas y sexuales. Las jóvenes muchachas, soñando con una vida repleta de amor, aceptaban en muchas ocasiones dichos matrimonios repletos de romanticismo que, a pesar de comenzar de una manera fría y distante se convertirían en una relación romántica e irrompible, o al menos eso decía todo su alrededor.

Así le ocurrió a Emma Bovary, casada con un médico que quedó embaucado por ella al asistir a su padre enfermo. Madame Bovary soñó una vida llena de romanticismo, una vida con un compañero que la entendiera y con el que pudiera compartir aficiones y deseos. Sin embargo, la joven no tarda en ver que ese futuro no llegará, deberá ser ella misma quien luche por sus pasiones y anhelos contra las barreras de esa sociedad sumamente patriarcal. Incluso así, Emma no logrará esa vida que tanto había soñado, y sus decisiones, aunque ella las entendiese como una vía de escape y libertad, no le conducirán a un buen final.

El amor romántico, entendido como la libre elección de la pareja, sirvió para que el deseo por romper con esos matrimonios fuera más fuerte que los convenios o intereses familiares. El anhelo por un amor clásico, de ensueño, lleno de locura y de pasión condujo a las mujeres más rebeldes a decir por fin que no, a rebelarse. De esta manera el amor romántico supuso una rebelión contra ese patriarcado tradicionalista. Si bien en su momento fue de vital importancia para una mejora en la vida de las mujeres y de las relaciones, el romanticismo y la idea del amor romántico, junto con su forma de entenderlo, no han avanzado de la manera más idónea.

Actualmente, tanto las niñas que se adentran en la adolescencia y comienzan a tener sus pequeñas historias, como aquellas mujeres que se hallan en una relación de mayor compromiso, anhelan en muchas ocasiones una relación romántica y repleta de amor. Y no solo las mujeres, sino también los hombres. Se trata de una cuestión impregnada en la sociedad y que quizá sin quererlo nos empuja a muchos hacía una misma visión, la cual no tendría porque ser tan perjudicial si se comprendiera de otra manera.

Nos han enseñado lo que es un amor romántico, un amor en el que el uno viva por y para la otra persona, que esté a su disposición siempre que la situación lo requiera, un amor que nos complete. Debemos encontrar alguién que deje todo por nosotros, que se comporte tal y como a nosotros nos gustaría, que nos atienda y nos cuide, siempre, sin excusas.

Un amor al que pedimos demasiado, un amor de película. Algo tan intrínseco en nosotros que ni siquiera nos cuestionamos o pensamos al respecto, historias tan desmesuradas como la de Romeo y Julieta, o la de Rose y Jack en Titanic, o letras que dicen que “sin ti no soy nada” .

Existe una tendencia por exagerar y romantizar las relaciones, convertirlas en más apasionadas, más dramáticas, más locas, y creyendo siempre que ese es el amor correcto, el verdadero y el más acertado.

Estamos en el momento de entender que el amor y el feminismo van cogidos de la mano, que dejar todo por alguien y plegarnos a sus deseos y ambiciones no es el camino apropiado, entender que nadie nos va a conocer mejor que nosotros mismos y que menos aún vamos a poder solucionar los problemas de aquellos que tanto nos quieren, y que sí, puede que nos quieran mucho, pero no bien. La igualdad y el respeto son la base de todas las relaciones, y más aún entre las relaciones sentimentales, por lo tanto dejemos el amor novelesco a un lado y veamos las cosas bajo un prisma de realidad, sin exacerbarlas y querer hincharlas de un halo de utopismo.

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