“Nos gusta nombrar y etiquetar, pero nada está cerrado ni acabado”

“Nos gusta nombrar y etiquetar, pero nada está cerrado ni acabado”

Natalia Fariñas es artista y librera de Los Oficios Terrestres (Mallorca). Hablamos de su obra y del papel de la librería como espacio de encuentro y visibilidad lésbica y queer.

Natalia Fariñas

Natalia Fariñas (Son Servera, 1987) es licenciada en Bellas Artes en la Universidad de Cuenca. Activista cultural en su pueblo natal, primero como integrante del wild bunch que puso en marcha la Sala de Exposiciones Can Dinsky y posteriormente dentro del ariete mágico junto con dos amigos bajo el nombre de colectivo Ramallet Brain, ha sido la organizadora de la Nit de l’art de Son Servera, que va ya por su sexta edición.

Fariñas ganó el certamen Art Jove 2018 con su instalación “Naturalezas muertas Cine Fantasio”, que le permitió participar en el Festival de Arte Contemporáneo de Girona con una instalación titulada “Black Box”. En diciembre inauguró la exposición “Quête” (Búsqueda) en la ciudad francesa de Perpinyà. Esta semana se encuentra presentando el fanzine “Las hermanas rebollo”

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Actualmente trabaja en la librería Los Oficios Terrestres, un espacio queer de referencia que organiza cada año la Semana de las Visibilidades Lésbicas de Palma.  

Natalia es una pequeña luz que atraviesa la oscuridad, como hace el tono de su voz suave pero grave cuando resquebraja el silencio. Luz que llegó al bosque donde las hojas, un elemento tan suyo, la visten y desvisten con la misma acción que les sirve el viento o el cambio de estación. Fariñas es una creadora más allá de cualquier herramienta y formato, porque su obra es lo más parecido a esa búsqueda infinita como la luciérnaga diminuta pero brillante, que lucha contra los imposibles de vencer la inmensa oscuridad que nos rodea, y que esta artista la percibe como su lienzo donde contar historias, hasta dislumbrar la inequívoca belleza de todos los monstruos.

¿Cuándo te llegó el arte? ¿Cuándo se nota la llamada de ese estado selvático que es crear?

Cuando nacemos, creo. Es algo muy instintivo. Al final el arte es una manera de relacionarte con el mundo y de conocerlo, a partir de ahí la diversión está garantizada. Pruebas, experimentas. Lo que pasa es que en muchos casos y en muchos críos, tiene una fecha de caducidad. A veces ocurre por la imposición de lo que es correcto o lo que no: “no se dibuja de esa manera”, “no se parece”, “lo haces mal”, “no te salgas de la línea”… ¿Qué es salirse de la línea? ¿Cómo construimos el espacio?

Recuerdo que a los 13 años mi objetivo era que todo aquello que pintase o dibujase se pareciese al modelo que estaba tomando. Por otra parte dibujaba todo lo que se me pasaba por la cabeza. Hacía retratos que parecían una construcción hecha de puzzles. Fragmentaba la cara, los ojos estaban uno encima del otro.

Se trata de intentar ir más allá, porque al final estás creando ese espacio en el mundo y ves que ese mundo lo puedes ir construyendo tú y de ahí coges confianza, con el paso de los años vas descubriendo cosas nuevas. A partir de ahí, flota el artista y te vas poniendo retos, objetivos.

Debe ser difícil, o prácticamente imposible, pintar y dibujar sin caer en lo que ya has visto de otros pintores o pintoras.

Es imposible. Todos somos influenciables y de ahí los referentes. Todo se parece a todo en cuanto a técnicas, motivos, conceptos… pero si juntas esas técnicas con otro concepto, se convierte en una pequeña historia que se diferencia de las otras. Cuando se dice “Eso se parece a…” suele ser una cuestión técnica y cuando va más allá lo está abordando desde un prisma diferente porque la perspectiva desde la que se hace es diferente. No se trata de ser “original” como se tiene entendido desde el siglo diecinueve, sino que lo que hagas sea coherente con tu forma de ser. Pero la forma de ser nunca es la misma, va cambiando y las inquietudes son diferentes. Nada es estático, todo es un proceso. Por ejemplo, cuando empiezas a pintar un cuadro, desde que arrancas y empiezas a pintar hasta el final, que es el resultado, en todo ese ir y venir pasas por momentos de euforia, porque estás consiguiendo ciertas cosas o culminas objetivos. Luego te frustras porque no estás consiguiendo otros. En definitiva, estás en un diálogo constante con la creación y contigo misma.

Natalia Fariñas en su exposición Modus In Operandi./ Foto del archivo de la entrevistada

Natalia Fariñas en su exposición Modus In Operandi./ Foto del archivo de la entrevistada

¿Alguna vez has sentido el desencanto?

Sí, claro. Me suele pasar cuando termino un proyecto. Caigo en una especie de vorágine resacosa en la que me encuentro sin ganas de hacer nada y en baja forma.

¿Eres de las que piensan que se aprende más de los proyectos inacabados?

En realidad soy de las que piensan que todos los proyectos están inacabados. No son cosas estancas, yo puedo ponerle un nombre a mis proyectos: este último se llama “La búsqueda”, el anterior lo llamé “Black Box”, otro “Principios erróneos de personalidad”, pero al final todos tienen su punto de conexión. Aunque las personas seamos cambiantes hay ciertos anclajes que están allí. Y sí, nos gusta mucho nombrar y etiquetar, pensar que tal tema o historia está cerrada, pero absolutamente nada está cerrado ni acabado.

Háblame de cuando la luciérnaga llegó al bosque llamado Los Oficios Terrestres.

Al año y medio de estar viviendo en Mallorca, después de mi vuelta de Cuenca, donde cursé Bellas Artes, en la foto de perfil de whatssap me puse una auto-foto (que no selfie) hecha con el temporizador, con un letrero que ponía “Hetero por necesidad”. Sinceramente, mis indagaciones en la aplicación Brenda, actualmente llamada Wapa, no fueron muy satisfactorias. Entonces, Andrea, que es una amiga de la facultad, me escribió diciéndome: “¡Natalia! ¿Qué te está pasando? Con lo que te ha costado salir del armario…” A lo que le respondí que qué quería decir con lo de salir del armario… Del armario se entra, se sale… te vistes, te desvistes… [risas]

A partir de esa conversación, Andrea me pasó el teléfono de una chica que conoció en una cafeta feminista y que trabajaba en una librería donde van muchas lesbianas. Cuando me lo comentó me dije: “a ver si el espectro se amplía”, y me puse en contacto con esta chica, que es Manuela. Me invitó a pasarme por allí aprovechando un acto donde se presentaba un libro sobre transexualidades y así fue como nos conocimos. Entré por primera vez en Los Oficios… y efectivamente eso fue como llegar a un bosque, mejor dicho, “el bosque” de la homosexualidad.

Conocí a Manuela, vaya… Una chica encantadora y guapísima, y a partir de allí creamos un vínculo de amistad que ha ido creciendo y madurando hasta tal punto que hace aproximadamente un año me llamó para pedirme que fuese a trabajar a la librería para cubrir una baja. La verdad es que además de vivir mi sexualidad de forma más natural y compartida, acercándome hasta Los Oficios también puede ampliar mi espectro laboral y de una vez por todas conseguí alejarme, aunque fuese por una temporada, de los trabajos relacionados con la hostelería, que es lo normal en Mallorca. Vale que el curro esté en la otra punta de la isla pero tengo unas compañeras de las que no me canso de aprender. Aprendo gestos bonitos, aprendo de libros, de literatura, de género.

Las compañeras de Los Oficios, Lola y Manuela, ya sabían que me gustaba mucho dibujar, pintar, hacer instalaciones. Todo coincidió con cuando inauguré mi exposición Modus In Operandi en el Centre Melis Cursach de Capdepera (Mallorca). Esto también sirvió para que me conocieran como artista. El ambiente es tan bueno en la librería, es otra pequeña parada de los monstruos. No paro de sacar cosas positivas, creo que eso ocurre porque es un espacio donde me siento relajada, sin esos juicios o esos miedos que llevaba experimentando antes de llegar allí. Desde lo de “marimacho” en el colegio, a las miradas, hasta esa sensación de sentirme la rarita.

He observado en ti muchas personas a la vez, que no personalidades, así como el tiempo, que siempre es el mismo pero varía de estación. Digamos que a veces te he visto chico y otras veces chica…

La verdad, no sé exactamente qué quiere decir eso de sentirse chica o chico.

Fariñas en ante la entrada de su instalación "Fantasio Naturalezas Muertas"

Fariñas en ante la entrada de su instalación “Fantasio Naturalezas Muertas”

Entonces esa palabra de seis letras que suena como cuando vas tranquilamente cruzando la calle y te atropella un furgón blindado, “género”, ¿qué es?

Pues un género es lo que tú te construyes. Yo he nacido con unos genitales femeninos pero ese género está entre dos aguas, indefinido. Llámalo “queer”.

Volviendo a la anterior pregunta, sí que es verdad que en momentos, por actitudes u otras circunstancias, puedo parecer chico o chica, pero siempre sin definirlo. Me puedo reconocer más como mujer, pero es verdad que es muy ambiguo. Soy consciente de que tengo una vagina y estoy a gusto con mi cuerpo, del que no cambiaría nada. Todo lo demás es construcción, se va haciendo y deshaciendo. Es una actitud que va más allá de un cuerpo o unos genitales. Tiene más que ver con el estado y las sensaciones de cada momento.

Si tengo más energía me gusta maquillarme o digamos “arreglarme”, que puede ser ponerme mi camisa favorita, pintarme los labios. Desde fuera parece que cambias radicalmente. En ese caso es una Natalia que está más descansada y que no ha salido a la desesperada a tomarse una cerveza. Todo esto creo que no va hilado con la feminidad. Para mí pintarse los labios no es un gesto femenino. Los géneros están revueltos; cuando me pongo el sombrero -los que llevo son masculinos- también puedo llevar los labios pintados o ir maquillada.

Tu personalidad es combativa. Juegas un poco a ser el fantasma de la ópera. Me imagino que es un espíritu de supervivencia.

Sí, juego porque veo que no estoy sola. Al final todo consiste en no encerrarse dentro de uno mismo. Puedes jugar a ser monstruo, que te guste la etiqueta y vacilar. Porque sabes que lo de monstruo tiene más connotaciones positivas que negativas.

Esa es una lectura muy filosófica del concepto “monstruo”…

¿Qué es un monstruo? Un personaje extraño que de primeras normalmente suele dar miedo pero, cuando le conoces, acabas rescatando la belleza y bondad que se encontraba en su interior.

"Parking de besos", ilustración de Natalia Fariñas para el Calendario Feminista

“Parking de besos”, ilustración de Natalia Fariñas para el calendario feminista de Los Oficios Terrestres

Háblame un poco de la Semana de las Visibilidades Lésbicas de Palma y del calendario feminista que editáis.

Los Oficios Terrestres siempre ha estado regentada por bolleras, entonces desde la librería se empezó a pensar en cómo dar visibilidad a este colectivo en la ciudad de Palma. Y se propuso hacer una serie de actividades para recaudar fondos y ser así autosuficientes. Se lleva celebrando desde hace ya tres años. Desde presentaciones de libros, conferencias, talleres y, por otro lado, otras actividades para recaudar dinero como camisetas conmemorativas, en la que yo participé con un diseño… Y la creación del calendario feminista, que en sus primeros años trataba de recuperar personajas históricas olvidadas como Hannah Arendt, María Zambrano, por poner dos ejemplos.. Son doce ilustraciones acompañadas de doce narrativas. El calendario se puede conseguir por un donativo de 10 euros y se distribuye por diferentes librerías de Barcelona, Madrid, Euskadi. Este año, en vez de personajas históricas, se ha hecho sobre referentes cercanos. Un ejemplo fácil: puede ser esa madre que cocina esas croquetas que te hacen llorar de gusto.

¿Cuál es tu colaboración y qué personaje aportas para el calendario feminista de este año?

No es un personaje concreto. El dibujo se llama “Parking de besos”. La historia es la siguiente: mi abuela, que enfermó de alzheimer, vivía en una residencia de ancianos y en una de esas visitas me dijo que ella no se encontraba a gusto allí, que había gente muy rara. Me contó que dos internas se iban a besarse y a magrearse en el parking pensando que nadie las veía, cuando había una cámara de seguridad y toda la residencia lo sabía. Mi abuela fue un referente cercano para mí y esta historia siempre la tengo presente. La veo graciosa, irreverente, gamberra, y es mi primera anécdota lesbiana, por decirlo de alguna manera.

En tu obra hay un elemento perenne, que se repite. Son las hojas. ¿Qué significan para ti y en tu obra?

Sí, las hojas siempre están presentes. En mi obra es algo que forma parte de lo cotidiano. Pueden significar esa sensación de gusto cuando las empuja el aire y te acarician con suavidad, y esas misma hojas son también, cuando sopla fuerte un vendaval, las que te imposibilitan ver el camino. Esas hojas no dejan de ser cuerpo, pelo y vida en sus diferentes estaciones y circunstancias.

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