“La apropiación cultural es el robo colonial que activa una herida histórica”  

“La apropiación cultural es el robo colonial que activa una herida histórica”  

La socióloga y activista Iki Yos Piña Narváez quita del centro de la discusión a Rosalía y politiza este debate de moda situándolo en un contexto histórico, como una práctica colonial heredada que repite por los siglos de los siglos, por ejemplo con la creación de museos antropológicos. 

Texto: Mag de Santo
13/02/2019

 

Foto realizada en el contexto de la exposición 'Devuélvanos el oro'./ Colectivo Ayllu

Foto realizada en el contexto de la exposición ‘Devuélvanos el oro’./ Colectivo Ayllu

 

La apropiación cultural es un debate en auge. Surge como tópico insistente tanto en los contextos mainstream, con peleas superviralizadas y llegadas hasta el absurdo, a los contextos de activismo transfeministas y antirracistas más cercanos. Aparece a veces como señalamiento importante, necesario y otras parece un círculo vicioso donde nadie está a salvo. En las redes sociales las prácticas culturales más controvertidas debaten sobre los géneros musicales, videoclips, moda, vestuario, peinados, objetos que históricamente pertenecen a culturas subalternizadas y hoy suman índices de ventas, likes o singularidad cool.

Entrevistamos a Iki Yos Piña Narváez, socióloga, artista, activista antirracista. Dialogamos a partir del Ciclo de debates en la Facultad de Filosofia UCM, en Madrid, “Apropiación Cultural”, de la que fue parte. En esta entrevista, Iki Yos complejiza el debate del apropiacionismo en el marco de una lucha antirracista situada, preguntándose en el contexto específico del Estado español, como cuerpa racializada y migrante de una excolonia. Iki Yos nos ofrece una lectura politizada sobre el fenómeno donde articula la apropiación cultural en términos de “robo colonial que activa una herida histórica”.

Piña sostiene que fueron los museos de arte y de ciencias naturales, antropológicos, o de las culturas del mundo los que inauguraron esta tendencia de despolitizar los valores tradiciones de las culturas, asimilarlos y enriquecerse a costa del patrimonio colonial. Desde esta lectura, la apropiación cultural es la continuidad de la práctica colonial por excelencia y con las mismas operaciones de inferiorización, exotización, fetichización e hipersexualización, violencia, desaparición y exterminio con fines extractivistas que desde el comienzo los museos ha ejercido sobre naciones, pueblos y comunidades enteras marginalizadas.

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Yos trabaja con el colectivo Ayllu, con el que realizó la exhibición “Devuélvannos el oro” en Matadero, Madrid, donde interpelan directamente con ese grito de rabia de nuestro continente, Abya Yala. De “Devuélvanos el oro. Cosmovisiones perversas y acciones anticoloniales” resultó también una publicación, en la que se escribe: “El grito que muestra que estamos vivos, que hemos sobrevivido, es un grito de dolor desde nuestra aún no cicatrizada herida colonial”

Hablamos con Iki Yos sobre la apropiación cultural, la rabia, el dolor, la fragilidad blanca y la responsabilidades políticas del Estado español del permanente negacionismo.

¿Cómo definirías la idea de “apropiación cultural”?

Hablar de apropiación cultural en términos generales, por el discurso que circula en redes sociales y millennial crew, (que me incluye), supone que un grupo social dominante toma elementos, prácticas, patrimonio material o simbólico de otro grupo subalternizado.

Hasta ahí estamos todas de acuerdo…

Sí, pero esta definición es bastante simple y supone que el acto de “tomar elementos de otras culturas” no es un explícito ejercicio de violencia, supone que existe una cultura hegemónica per se, es decir, “naturalmente es hegemónica” y que esa hegemonía no se construyó a partir de la subalternización o dominación de otras culturas. Entonces, a partir de esto, siento que sería mejor hablar de robo colonial.

¿Qué significa esto?

Siento que hablar de apropiación cultural o robo colonial puede abrir brechas para debatir y hacer circular la idea, que creo importante, de la responsabilidad histórica en los procesos de colonización que tienen la Europa blanca y sus naciones asesinas. Tengo que reconocer que esta discusión tiene muchas dimensiones y una de ella es la dimensión moral del everyday [día a día] donde lxs blancxs descendientes, herederxs del robo colonial, se preguntan si llevar trenzas, usar septum o henna en su cuerpo, tomar ayahuasca, tener un grupo de reguetón  es “apropiación cultural” (nótese las comillas) y esto solo aterriza la discusión en función de la white fragility [fragilidad blanca] que siempre quiere lavar su conciencia y buscar ser buenas personas.

Se vuelve un debate moral y personal infructuoso…

Sí, ese tipo de preocupaciones queda en el plano del antirracismo moral. Y también, nos lleva a esa pedagogía que siempre demandan las personas blancas sólo para poder cómodamente poner su cabeza blanca en la almohada a la hora de dormir y decir “¡uuf, no soy racista!”. Esa discusión es bastante pantanosa y me cansa andar por allí, aunque a veces también es necesario tensionar en este terreno.

Pero, por otro lado, decías, permite hablar de responsabilidad histórica…

Yes, baby, creo que la discusión del robo colonial o apropiación cultural habilita la posibilidad de hablar de reparación histórica por parte de las grandes potencias extractivistas de objetos culturales que están siendo capitalizados en los museos europeos.

¿Entonces crees que es una cuestión potente para la lucha antirracista y anticolonial?

Siento que desde la lucha anticolonial -y no lo digo desde ningún lugar de autoridad, sino desde mi torpeza quizás, el activismo y algunas discusiones con otrxs amigxs activistas – es posible partir del robo colonial que hizo y que constantemente Europa sigue haciendo para sostenerse. En la exposición “Devuélvannos el oro” participó una amiga artista, trans, afrodescendiente, Jota Mombaça, quien realizó una performance en el Museo de América en Madrid, depósito de los robos y apropiación del Reino de España a nuestros territorios, y escribía con su sangre una camisa amarilla la siguiente frase: “España no existe sin Robo Colonial”. Es un gesto para evidenciar que nuestra herida sigue sangrando ante los objetos, piezas y dioses robados. Y en el marco de esa exposición reflexionaba sobre la “fantasía de asaltar el museo”. Asaltar los museos europeos y recuperar lo robado. La devolución y la reparación son responsabilidad de los Estados europeos.

Foto: Colectivo Ayllu

Foto: Colectivo Ayllu

Hay mucha investigaciones sobre la violencia que albergan los museos…

Sí, mira, revisando a gente de la diáspora que quizás  también vive con esta furia ante el robo colonial, maquillado como apropiación, leí un texto, “Reclaiming Nefertiti”, de la pensadora afroalemana Fatima El-Tayeb, que me gusta mucho.  Relata el reclamo que había hecho Egipto desde 1925 al Gobierno alemán para recuperar la valiosa escultura. El Gobierno alemán intenta justificar su extracción al decir que la  Nefertiti pertenece al mundo. Cuando Alemania rechazó la solicitud de Egipto por última vez en 2011, el subsecretario de Cultura declaró: “El arte es parte de la herencia humana universal y, dondequiera que esté, debería estar al alcance de tanta gente como sea posible”.

Este es un argumento recurrente de las instituciones, como si el poder concentrado en unas salas de museos europeas fuera de acceso libre y democrático. Con ese fin, es bueno tener miles de cuerpos clasificados, objetos sagrados, y toda nuestra historia negada para nosotras pero disponible como su patrimonio. Consideran los museos como ese espacio de acceso a las culturas del mundo al que cualquiera puede acceder…

Cuando realizamos la exposición “Devuélvannos el Oro” muchos de los diálogos con instituciones patrimoniales, museísticas partían de esta resistencia al reconocer la responsabilidad histórica de España con el colonialismo, el robo y la esclavitud. Y actualmente, solo por mencionar una institución, la colección del Museo de América está formada por más de 25.000 objetos de nuestros territorios. De hecho la negación colonial pasa por considerar que los territorios colonizados fuimos, somos, originariamente colonias, nacimos como territorios virreinales y, por lo tanto, todo, absolutamente todo lo que está en esos territorio le pertenece a España. Que el Museo de América, con su colección extraída, robada, apropiada de nuestros territorios siga generando plusvalía de nuestra historia, de nuestra memoria, además de doloroso, forma parte de la estrategia de la supremacía blanca española de producir sistemáticamente la amnesia colonial como parte del ejercicio de poder.

“Robo colonial”, “Devuélvanos el oro” o “Paguen y reparen” son frases que generan mucha resistencia…

Generalmente las personas blancas nos llaman ofendidas cuando evidenciamos y marcamos el robo, uso y abuso de elementos culturales ajenos a su cultura blanca-europea. También esa discusión es un espacio disputa porque es el everyday donde se activa el dolor de la herida colonial. Una lectura simplista que dan los blanco-europeos cuando decimos “paguen y reparen”, es que entienden esa reparación sólo en clave monetaria y no consideran desde su “racionalidad” los sentidos espirituales, ancestrales y simbólicos que tienen los objetos extraídos -robados -apropiados y que están encerrados en sus instituciones del saqueo colonial. Y estos múltiples sentidos de los objetos apropiados -usados por la supremacía blanca van desde las colecciones que capitalizan los museos españoles, una linda dashiki que lleve un blanco que trajo en unos de sus viajes a África o una hamburguesa de quinua vendida en un bar gentrificador, bandera del green-veggie-capitalism [capitalismo-verde-vegano].

¿Pero por qué aquí en el Estado español cuando hablamos de apropiación cultural es tan difícil que se entienda o empatice con las heridas, o los dolores, que provocan los regímenes (neo) coloniales?

Siento que se activa la fragilidad blanca y un derrame de white tears [lágrimas blancas]. La negación constante del lugar histórico que tiene un cuerpo blanco heredero del robo colonial y beneficiario de éste. Esta negación anula la discusión. Evidentemente soy, somos, señaladas de violentas, sensibles, ofendidas, al marcar la posición de poder de los cuerpos que practican la apropiación cultural. Y esto va en distintas escalas: la negación de los blancos progres de izquierdas que fetichizan-exotizan ritmos caribeños, de Abya Yala y montan su bandita de electrocumbia, trap, para capitalizarlo sin darse cuenta de que eso es uso de su poderío blanco históricamente extractivista y que la exotización también es racismo. Por otra parte, está la negación institucionalizada, hecha política pública.

Negación personal e institucional, pero también esta afirmación: “Soy blanca, qué querés que haga”…

Por eso decía antes que se nos demanda pedagogía y que les digamos qué hacer en vez de tener un compromiso político con la reparación efectiva. A veces nos ven como cuatro locas rabiosas e histéricas denunciando racismo y apropiación colonial. Y sí, tenemos una furia histórica.


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Este contenido se enmarca en ‘Feminismo desde mi piel’, una colaboración con Mujeres con Voz y Calala Fondo de Mujeres. Financiado por el Gobierno Vasco
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