Sociedad estrogénica. De hormonas, miomas y otras patriarcadas

Sociedad estrogénica. De hormonas, miomas y otras patriarcadas

Raquel Lucas

Estrés, comida rápida, tabaco, tráfico insoportable, fines de semana de infarto, uso intensivo del teléfono móvil, presencia en las redes sociales 24/7, maquillaje, ibuprofeno para ir tirando, reuniones tensas, exigencias familiares, más estrés, más ansiedad, más comida basura y más ibuprofeno.

O lo que es lo mismo: […]

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14/12/2018

Raquel Lucas

Estrés, comida rápida, tabaco, tráfico insoportable, fines de semana de infarto, uso intensivo del teléfono móvil, presencia en las redes sociales 24/7, maquillaje, ibuprofeno para ir tirando, reuniones tensas, exigencias familiares, más estrés, más ansiedad, más comida basura y más ibuprofeno.

O lo que es lo mismo: estrógenos artificiales por doquier.

La sociedad patriarcal y capitalista en la que vivimos intercede en nuestra química corporal tanto como lo hace en nuestros procesos de socialización y ya es hora de que vayamos evidenciando estas relaciones de poder para cortar los lazos cuanto antes.

Todas las personas tenemos en mayor o menor medida estrógenos en nuestro cuerpo. Los estrógenos son parte de nuestra química corporal, es decir necesarios para tener salud, en su justa medida y a su debido tiempo vital, claro. Sin embargo, vivimos en un mundo que “produce” estrógenos a mansalva, ya sea en estilos de vida, alimentación, relaciones sociales y afectivas, etc. Cuando nuestro cuerpo cíclico no puede sostener este nivel de estrógenos procedentes del mundo exterior, entonces aparecen los problemas que, a su vez llevan a otros problemas. Por ejemplo, altos niveles de estrés conducen a desequilibrios hormonales que se traducen en problemas menstruales como la amenorrea o la dismenorrea y es simplemente porque no paramos cuando nuestro cuerpo lo necesita, pero tampoco nos dejan parar. Es un vaivén de relaciones entre la persona y sus hormonas y la sociedad y sus exigencias estrogénicas.

Definiremos “sociedad estrogénica” como: mundo que produce relaciones sociales, afectivas y laborales basadas en la rapidez, la superficialidad y la competencia; que produce estilos de vida nocivos para la salud y que se basa en prácticas tóxicas para el entorno y el medioambiente. La sociedad estrogénica es el resultado de la combinación de todo esto con nuestra química corporal y la posición que ocupa cada persona en la estructura social, que se involucra en este entramado por pura supervivencia a corto plazo y con consecuencias -negativas- para la salud hormonal de las mujeres y personas de identidades no normativas.

La sociedad estrogénica opera de la siguiente manera: producir grandes cantidades de violencia sobre nuestra química corporal es igual a generar fuertes relaciones de dependencia de la industria médica-farmacéutica a la que, seguramente, tarde o temprano acudamos aquejadas de un problema menstrual, un poco de ansiedad o un cáncer. Nuestros cuerpos en bandeja de plata.

Y, como en todos los sistemas de opresión, la violencia que ejerce la sociedad estrogénica no afecta a todas las personas por igual, de tal forma que, el hecho de menstruar se puede convertir en un factor de exclusión social.

Este tipo de sociedad, la del consumo frenético de productos estrogénicos (en el sentido más amplio de la palabra producto), se nutre de los más básicos postulados del capitalismo y el patriarcado. Ninguna sucia estrategia de poder que no conozcamos ya, salvo el hecho en sí de visibilizar en el mapa de las dañificadas a los cuerpos más vulnerables a su terrorismo estrogénico. Es algo así como decirle al sistema: “oye, tus productos afectan a mi química corporal por el hecho de ser este cuerpo”.

¿Qué cuerpo? Un cuerpo cíclico o un cuerpo que ha sido cíclico.

Es posible que ya hayas escuchado que los miomas son fruto de la creatividad enquistada o que la endometriosis es la enfermedad de la competencia. Estas no son afirmaciones seudocientíficas o producto de nuevos paradigmas que buscan enriquecerse a costa de la desesperación de personas enfermas. Realmente, la relación entre emociones y salud es más antigua que cualquier ciencia occidental. La Medicina China hace miles de años ya sabía cuál era la causa emocional que enferma cada órgano. Sólo hay que observar. Pero este mundo va tan rápido que no tenemos tiempo para eso y, en su lugar, dejamos que “otros” observen por nosotras.

Amputar las emociones de nuestro cuerpo es otra de las características de esta sociedad estrogénica. Todo se reduce a no sentir: no sentir el parto, no sentir la regla, no sentir ira, no sentir rabia. Para eso, hay pastillas de todo tipo: las que se ingieren por la boca con un vaso de agua y las que te tragas de manera simbólica en esta nuestra sociedad estrogénica. Parece que no sentir es la solución a todos los males, pero no es así. Está comprobado* que cuando empezamos a sentir, es decir, empezamos a tener orgasmos con nosotras mismas, rompemos relaciones tóxicas, hacemos terapia… es cuando los quistes se disuelven y las menstruaciones vuelven.

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