Me gusta la música machista

Me gusta la música machista

Marina Landa

Podríamos hacer listas de reproducción infinitas con canciones que, de alguna manera, denominamos como machistas. Mujeres suplicando, hombres aprovechándose de la situación, estereotipos aquí, roles de género allá, burlas, prohibición, castigo, enfado, violencia. Incluso las canciones que a priori no parecen plasmar un ápice de machismo también están alimentando el sistema heteropatriarcal en el […]

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14/12/2018

Marina Landa

Podríamos hacer listas de reproducción infinitas con canciones que, de alguna manera, denominamos como machistas. Mujeres suplicando, hombres aprovechándose de la situación, estereotipos aquí, roles de género allá, burlas, prohibición, castigo, enfado, violencia. Incluso las canciones que a priori no parecen plasmar un ápice de machismo también están alimentando el sistema heteropatriarcal en el que está basada nuestra sociedad. Pero aquí también entran en juego aquellas que hablan del amor perfecto, de personas heterosexuales y monógamas, de gente desesperada por tener pareja. Como expuso Cecilia Komaromi en su presentación en el Club Cronopios, de las 100 canciones más escuchadas en Youtube en 2017, 98 hablaban de relaciones amorosas.

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Podría ser, simplemente, un tema más que se utiliza para componer canciones pegadizas, pero resulta preocupante cuando analizamos canciones que todos y todas cantábamos en la infancia como “Don Federico mató a su mujer, la hizo picadillo y la puso a cocer”, tal y como se explica en este artículo de Código Nuevo. Pero, sobre todo, resulta preocupante cuando el número de mujeres asesinadas por hombres (en la mayoría de los casos cercanos a ellas, como su marido o expareja) sube día tras día. La violencia machista es una realidad.

Con esto no quiero decir que la culpa de que estos asesinatos ocurran esté en la música. El culpable es el asesino, el maltratador, el que pega, el que insulta, el que discrimina. Pero algo tiene que quedar claro: los que callan, los que ríen, los que miran hacia otro lado, los que hacen comentarios políticamente incorrectos, los que cuentan chistes, etc. son cómplices de que en nuestra sociedad la mujer siga siendo “el segundo sexo”. La culpa no es de Joaquín Sabina por decir que “siempre tuvo la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta”, ni de Andrés Calamaro por ser un controlador obsesivo cantando “necesito controlar tu vida, saber quién te besa y quién te abriga”. Tampoco de Amaral por sollozar “sin ti no soy nada” o “moriría por vos”. No obstante, al sumar todas las canciones que transmiten mensajes machistas en la industria musical, se pone de manifiesto el sinfín de clichés y micromachismos que siguen alimentando a la bestia, al patriarcado.

Yo he bailado al son de “tu con tu pierna entre mis piernas, yo suavecito acariciando tus caderas” de Juanes, y de “dance for your man if you care” de Jennifer Lopez (aunque después de ver le videoclip haya querido vomitar). Incluso, he silbado “Whistle” de Florida hasta que una amiga con mejor nivel de inglés que yo me dijo lo que significaba la letra. No creo que sea necesario pedir que cambien la canción, dejar de bailar o salir del bar en el que estemos, por mucho que nos cree enfado, asco, disgusto o frustración. Al menos yo no he borrado de mis playlists canciones de Maná (sí, Maná) o de Estopa que caen en los micromachismos. Por desgracia, me encanta escucharlas y cantarlas a grito pelado en la ducha. Es una contradicción, lo sé, por ello trato de escucharlas cada vez menos, pero es difícil. Se trata de tomar conciencia, de saber que lo que una determinada canción está transmitiendo no es lo adecuado, que no nos representa y que no debemos reproducirlo. Después, hay pequeños pasos que podemos dar, como no reproducir determinadas canciones a propósito o al menos en determinados contextos, decirles a compañeros y compañeras por qué pensamos que una canción es inadecuada o buscar alternativas musicales que no fomenten el sexismo (como en esta playlist de Spotify) y que ayuden igual a nuestro estado de ánimo.

Ahora bien, si el oyente tiene la capacidad de frenar el sistema, ¿acaso los artistas no la tienen? Quieran o no, los cantantes y músicos tienen repercusión social, política y cultural. Una canción es mucho más que letra y melodía. Las canciones y los artistas pueden influir en el comportamiento y en la actitud de las personas, y como dice Leticia Dolera, el ser artista conlleva una responsabilidad. La música no solo entretiene, también educa, y los artistas han de tener claro que sus letras pueden transformar la manera en que algunas personas entienden la sociedad.

No sirve abogar por la libertad creativa utilizando la frase “estáis matando la creatividad”, porque las que están siendo asesinadas son las mujeres, no las canciones. Se puede crear arte, música o cine sin trasmitir ideas machistas, y hay muchas soluciones. No tiene por qué ser necesario asistir a clases (que también) para formarse en feminismo, basta con mirar alrededor, leer las noticias y hacer una pequeña comparación entre lo que dicen las letras que cada uno escribe con la realidad. Por ejemplo, Café Tacuba ya no toca uno de sus mayores hits, “Ingrata” porque termina en un feminicido, pero sigue estando disponible en Youtube. Está en manos de cada uno decidir lo que quiere y puede hacer para ayudar a crear una sociedad más justa e igualitaria. Sin embargo, la solución no es, ni de lejos, negar lo evidente y tratar de justificar lo injustificable. Ejemplo de ello es el grupo M Clan cuando, después de que su hit “Carolina” apareciera en un listado de canciones machistas, pidió que “no se sacaran las cosas de quicio” a través de su página de Facebook.

 

La lucha feminista nos atañe a hombres y a mujeres, a gente de a pie y a artistas. Solamente tomando conciencia, admitiendo nuestros defectos y asumiendo nuestras responsabilidades podremos ayudar a combatir a uno de los mayores monstruos que hay en nuestro planeta: la violencia machista.

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