Yo no me caso, a mi me casan

Yo no me caso, a mi me casan

Ana Fernández

barbara della schiava | Vía Flickr

El lenguaje sexista entendido como aquel que refleja y expresa parcialidad hacia uno de los sexos y por lo tanto, trata a los miembros de otro de manera discriminatoria tiene ejemplos en todas las lenguas alrededor del mundo.

Todavía hay personas […]

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02/11/2018

Ana Fernández

barbara della schiava | Vía Flickr

El lenguaje sexista entendido como aquel que refleja y expresa parcialidad hacia uno de los sexos y por lo tanto, trata a los miembros de otro de manera discriminatoria tiene ejemplos en todas las lenguas alrededor del mundo.

Todavía hay personas que discuten que las reivindicaciones relativas a las modificaciones del lenguaje son superfluas, que es perder fuerza en cosas poco relevantes. Sin embargo, el lenguaje construye nuestra concepción de la realidad. Por eso el lenguaje ha ido cambiando en paralelo a los avances del movimiento feminista, reconociendo espacios que estaban antes invisibilizados, como las profesiones.

En Kenia, como consecuencia de la colonización, se mantienen dos lenguas oficiales, el inglés y en Suajili. Este último pertenece al grupo de las lenguas bantúes, que forman parte de la familia de lenguas níger-congo. A pesar de su condición de lengua africana, ha recibido una fuerte influencia del árabe y, en los últimos dos siglos, del inglés y del portugués; este último en menor medida

Dentro del mismo, en principio nunca distinguen en la tercera persona del singular entre mujeres y hombres. Por tanto, cuando hablamos de la tercera persona, diremos “yeye” y el verbo en tercera persona, pero sin distinguir entre femenino o masculino.

Sin embargo, hay algunos verbos en los que crea esta distinción. Entre ellos, un verbo clave que es el matrimonio. En Suajili cuando es el hombre quien se casa diremos “NI MEOWA”, que significa “yo me caso”, sin embargo cuando es una mujer, esta dirá “NI MEOLEWA”, que significa que esta “es casada”. Creo que falta poca interpretación, es un ejemplo de lenguaje sexista que representa cómo la mujer es sujeto pasivo en el matrimonio.

El matrimonio ha sido una institución clave frente a la emancipación de la mujer. Ya reclamaba Woolstonecraft en la época de la Ilustración que “el matrimonio no se considerará nunca sagrado hasta que las mujeres, educándose junto con los hombres, no estén preparadas para ser sus compañeras, en lugar de ser únicamente sus amantes (…)”.

Pues bien, este ejemplo representa cómo el propio lenguaje construye la realidad social en la que las mujeres son tratadas como sujetos pasivos en la mayoría de los matrimonios tradicionales tribales. Todavía aquí resisten algunas tradiciones que ya están prácticamente extinguidas en España, como es la institución de la dote. La dote será una pieza clave en la negociación de los matrimonios, que se negocia entre el padre de la mujer y la familia del hombre. Debido a ello, muchas familias con menos recursos económicos “casan” a sus hijas siendo muy jóvenes para conseguir los ingresos que le dará la dote.

También se dan otras situaciones, como el matrimonio entre menores de edad sin la chica ha quedado embarazada, como vía para “salvar la honestidad”, así como los matrimonios concertados desde jóvenes entre familiares lejanos.

De ahí el verbo “NI MEOLEWA”, ya que las mujeres parecen en un primer momento objetos del contrato de matrimonio. Sin embargo, como también ocurre en nuestro país, el lenguaje cambia después de que cambie la realidad social, y esta está cambiando.

En algunas tribus, como en la propia tribu Suajili, la dote no se la queda la familia de la novia, si no que se la queda la propia novia, por lo que en la negociación se la suele tener en cuenta para que pida cosas que luego le sean útiles a ella misma. De igual modo, cada vez hay menos matrimonios concertados, se sigue teniendo que pedir el permiso paterno para que autorice el matrimonio, pero es en base a una elección propia de la mujer.

Hay muchos más ejemplos de estos cambios hacia unas relaciones matrimoniales más igualitarias, pero sin embargo el lenguaje sigue situándonos como testigos de nuestras propias vidas y no como actoras principales. Por ello, hay que estar con los ojos bien abiertos para detectar estos ejemplos de lenguaje sexista, reflexionar sobre sus consecuencias y luchar por un lenguaje inclusivo, porque de lo que no se habla, no existe.

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