Fundaciones y Universidad. Mi caso de denuncia por acoso

Fundaciones y Universidad. Mi caso de denuncia por acoso

Sandra Estragués

Foto de Esteban Romero. Licencia Creative Commons.

En el reciente artículo de la revista Pikara Magazine, en el que se recogen datos sobre acoso sexual y laboral en la universidad pública, se contabilizan 236 casos. He estado diez años trabajando en una Fundación vinculada […]

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01/06/2018

Sandra Estragués

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Foto de Esteban Romero. Licencia Creative Commons.

En el reciente artículo de la revista Pikara Magazine, en el que se recogen datos sobre acoso sexual y laboral en la universidad pública, se contabilizan 236 casos. He estado diez años trabajando en una Fundación vinculada estrechamente a la universidad, y recientemente he interpuesto denuncia en inspección de trabajo por acoso sexual laboral, los hombres de esta Fundación forman parte de la comunidad académica de dos importantes universidades de Barcelona, y pensé que detrás de cada número había historias similares a las mías, por eso quiero contarla.

Al mes de entrar a trabajar, empezaron los comentarios y las proposiciones, eso fue en 2008, tardé diez años en poner fin a la situación, y a veces me pregunto cómo pude aguantar tanto y por qué tarde tanto en denunciar. Y supongo que ese fue el tiempo que tardé en perder el miedo, en darme cuenta de que no era solo una percepción mía, y que desde que había entrado en el mundo laboral a los 16 años, me había encontrado con tantas situaciones similares que las había normalizado, entendiéndolas como una parte más de las batallas que nos tocaba librar a las mujeres en el trabajo. Me llevó mi tiempo no sentirme culpable por no enfrentarme antes, pero de repente el cuerpo, si no le haces caso, te avisa, y empecé a tener complicaciones de salud debido al estrés continuado.

El acoso sexual en el trabajo es algo habitual, la mayor parte del tiempo son solo bromitas y comentarios para ellos, y no solo hay Weinsteins, también hay Tarantinos que son jefas y que brincan por encima de la palabra sororidad y lo único que hacen es velar por sus intereses. Si le añades que haces trabajo de administración, el mansplaining se queda corto cuando tratas con académicos, aunque tú tengas formación universitaria, y cualquier acto de reafirmación te convierte en una persona conflictiva y difícil. Los idiotas miran el dedo cuando señalas el problema.

Todas tenemos que aguantar en algún momento, toqueteos, comentarios, invitaciones no deseadas, y, sino, presenciarlo, y por último, cuando te revelas, te señalan, te acusan de exagerada, cuando no son otras las graves consecuencias a las que te enfrentas. Casos como el mío, o casos como los antes mencionados no son aislados, son más bien la norma. Creo que este comportamiento abusivo y denigrante hacia nosotras está tan normalizado que en muchas ocasiones tardas tiempo en verlo, aunque solo unos segundos en sentirlo. Lo primero que sientes es asco y miedo, pasado el tiempo sientes rabia, y luego entras en un estado de estoicismo que te empuja a buscar la única solución que la justicia te deja, que es la denuncia. No puedo negar que barajé soluciones más expeditivas. En mi caso, he tenido que pagar un alto coste emocional y físico, y un leve complejo de culpa y de persona difícil, así se mete el patriarcado en tu cabeza, te convierte mala mujer cuando no eres dócil y sumisa.

Y mientras escribo, mido mis palabras, porque una de las precauciones legales, es vigilar qué dices y sobre quien lo dices, no sea que me demanden por injurias, porque parece ser que hasta que no se demuestre lo contrario yo estoy mintiendo e inventándomelo todo. Pero mi cuerpo es la prueba, y los problemas de salud tras tantos años de estrés, tras enfrentarme a mi acosador también. Cuando te enfrentas a alguien por “encima” de ti, peleas como una amazona, y al acabar parece que se te desinfla el cuerpo. Además, por mucho que les cueste creer a algunas, no siempre encuentras la solidaridad que esperas de las otras mujeres, por decirlo de una forma suave, esto de la sororidad está muy bien, pero en mi caso se me antoja más un mito que una realidad.

El camino ha sido y es duro, pero aún a expensas de conocer el resultado “legal”, de alguna forma siento que he ganado porque me he enfrentado, o así deseo verlo para darle sentido a este proceso. Creo que al final de lo que se trata es de luchar, y de llevar a la práctica tus ideas, aunque esa es la parte difícil, más que ir a una manifestación o colgar algo en las redes. Yo seguiré haciendo lo que esté en mis manos, y esperaré a ver dónde me lleva este proceso, y desearía poder contar con el apoyo necesario para difundir este caso. Para quien tenga interés podéis seguir el blog de denuncia, donde iré actualizando información y dando más detalles de esta repulsiva experiencia.

 

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