‘Call me by your name’: ¿emocionante o pretenciosa?

‘Call me by your name’: ¿emocionante o pretenciosa?

Desconcertadas ante la disparidad de reacciones que ha provocado este drama romántico, proponemos a Bárbara G. Vilariño y a José Luis Serrano que escriban sus críticas antagónicas.

22/02/2018
Fotograma de 'Call me your name'

Fotograma de ‘Call me your name’

EN CONTRA. Por Bárbara G. Vilariño

Iba predispuesta -pañuelo de tela en el bolsillo- a que Call me by your name me sacudiese las emociones que he visto reflejadas en críticas de firmas conocidas y desconocidas (¡”hasta espectadores heterosexuales se han emocionado”!, leí en algunas). Al igual que ocurre en el amor, no resulta conveniente querer encontrar de nuevo emociones únicas vividas a través de otras pieles, y reconozco que esperaba sentir ese vacío que tanto me llenó el corazón en La vida de Adèle: un primer amor adolescente, el camino del reconocimiento y la propia asunción de la divergencia, que tantas veces resulta más complicado localizar y resolver en la propia piel que en las ajenas.

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Admito haber repasado la lista de quehaceres mientras comprobaba que el dichoso albaricoque iba a ser una constante rebuscadamente intelectualizada, y gané una apuesta localizando el momento exacto en el que se pronunciaría el título de la película, repetido como letimotiv imposible desde ese mismo segundo hasta el final del filme. Call me by your name me dejó más fría que la del vaquero aquel que olía la chaqueta de borreguillo del otro. Solo le anoto una leve concesión de media lágrima por el ojo izquierdo, y es el monólogo revelador del padre de la criatura adolescente. Lástima que, como ocurre también en el amor, algunas palabras lleguen siempre tarde, cuando una ya se harta del agua fría del río.


A FAVOR. Por José Luis Serrano

A mí me ha encantado.  Pero realmente lo que quiero decir es “ufff, menos mal que no era el truño que me imaginaba”. Yo soy el amor (2009), del mismo director, es probablemente la peor mejor película que recuerdo, como si Visconti se hubiera tomado tres tripis. Y yo temblaba. Temblaba de miedo. Y qué alivio al verla. Quizá sea la mano de Ivory en el guion (pese al terrible momento en el que se dice la frasecita de marras, que es quizá lo peor de todo), la que me transportó a Maurice y comprendí que, si bien no era mi momento, probablemente Call me by your name sería el Maurice o el Brokeback Mountain de otra generación. Historias casi vacías, moldes de historias, que uno rellena con las suyas propias y que por eso llegan y devastan (en mi caso, doce años después de su estreno, aún conservo amistad con un grupo de “devastados” por la peli de los vaqueros).

Hay un peligro, claro, ¿es la película que uno debería recomendar a nivel activismo? Pues obviamente no. Para eso está 120 battements par minute (que además es mucho mejor). La glorificación del amor romántico es un puto asco. Y lo digo yo, que lo he glorificado en tres novelas. Debo ser un asco y poco recomendable para activismos cuando escribo ficción.

Lo mejor, de todas formas, es Timothée Chalamet, que interpreta al adolescente Elio, del que uno se enamora irremisiblemente y para siempre. Y se pierde la objetividad.

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