El amor es una construcción social

El amor es una construcción social

Solo hemos coincidido aquí, treinta minutos, treinta minutos para los dos solos. Luego yo me marcharé y tú hacia el lado contrario. Es raro hablar de nuestro pasado porque no hemos tenido pasado. Y tampoco podemos hablar de nuestro futuro, porque ambos sabemos que no hay.

Ilustración: Emma Gascó

Ilustración: Emma Gascó

Sonríes. Me miras a los ojos todo el rato y yo no puedo mantenerte la mirada, tan intensa, porque me duele. Hace frío en la calle pero el sol es deslumbrante y el azul tan claro que casi parece blanco. Has pedido una infusión y yo una cocacola. Hablamos de nuestros planes para hoy: tú tienes unos y yo otros completamente distintos. Solo hemos coincidido aquí, treinta minutos, treinta minutos para los dos solos. Luego yo me marcharé y tú hacia el lado contrario. Es raro hablar de nuestro pasado porque no hemos tenido pasado. Y tampoco podemos hablar de nuestro futuro, porque ambos sabemos que no hay. Que para los que somos como tú y como yo no lo hay.

Así que hablamos de todos esos sitios en los que no hemos estado juntos, de todos esos restaurantes en los que no hemos comido juntos, nos enseñamos las fotos en el móvil de todos esos viajes a los que no hemos ido juntos, de todos esos veranos que no hemos compartido, de todos esos amigos que son desconocidos para el otro, de todo esos selfies en los que uno de los dos no ha salido. Alguna vez coinciden nuestras fotos: el Louvre, el British. Duele saber que la Venus de Milo ha recibido más veces tu admiración que yo mismo. Duele saber que yo miré la Venus de Milo antes y después que tú y no noté nada en ella, que se quedó tal cual, impasible a tu belleza.

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El ajetreo de la calle invernal no llega al interior de la cafetería, pero sí la luz. Tú estás de espaldas a la ventana y por eso casi no te veo, solo noto tu presencia grande y oscura: he elegido una posición estratégica (o eso creo) para ser yo el iluminado. Para no verte bien del todo, porque me dueles. Para que tú me veas bien, a ver si te duele. Cuando voy al baño, me dices que me esperas afuera, en la calle. Veo que consultas tu whatsapp y que tecleas apresuradamente. Yo te miro desde el interior, no puedo hacer otra cosa que mirarte. Tú solo miras el móvil. El prematuro desgarro de que no volveré a verte me atraviesa como un cristal de hielo y me ahoga la desoladora frustración de no poder amar a todo el mundo todo el tiempo.

Cuando salgo a la calle vuelves a sonreírme. Y me miras a los ojos incansable, y yo no puedo mantenerte la mirada porque me rompe todavía, porque me rompe ya, porque me rompe desde ahora. Siento celos de la piedra de Rosetta, de la torre Eiffel. Seguramente volverás a ver la Venus de Milo alguna vez más, pero a mí no. La gente camina deprisa, enardecida con las compras navideñas. Al despedirte, me das un beso cariñoso, que es el primero y el último. Te das media vuelta y te vas rápido, sin ni siquiera mirar hacia atrás una sola vez. Con el beso se me ha escapado una lágrima. Raro, porque no recuerdo llorar por un beso desde hace décadas. Desde que sé que el amor es una construcción social. El amor es una construcción social. El amor es una construcción social.

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