Pido vergüenza para el feminismo neomachista new age. ¿Cómo, por qué y para qué?

Pido vergüenza para el feminismo neomachista new age. ¿Cómo, por qué y para qué?

Respuesta a un artículo sobre masculinidades.

16/12/2017

Autora: A.B.

Foto de Sascha Kohlmann |
Man with Headphones | Creative Commons | Vía Flickr

Hay en Internet y en su librería de confianza montes de información disponible para embarcarse en la aventura del feminismo. A algunxs les sorprenderá saber que nadie te pide el carné de mujer ni que enseñes tus genitales para acceder a estas fuentes. Sin embargo, ahí están esos hombres que, sin ningún reparo, preguntan a las mujeres sobre qué pueden hacer para ser “más” feministas o que directamente se ponen a explicarnos cosas o incluso a hablar de sí mismos. Vamos, a cobrar protagonismo.

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Los casos de la pregunta idiota y del mansplaining quizá son más evidentes para las personas activamente cercanas al feminismo. Pero ¿qué pasa con los hombres que toman la palabra en entornos feministas para hablar del amor y hasta publicar una “emotiva” carta de “perdón por oprimir” en Pikara Magazine? A mí me parece otra forma de mamarrachada machista. De hecho creo que es un caso de neomachismo new age. ¿Por qué? Pues veo tantas razones que he tenido que hacer un esquema:

EL TÍTULO
Pido perdón por oprimir pero ¿cómo, por qué, para qué?”. Ya huelo un tufillo neomachista con esto del perdón por oprimir, en abstracto, así, en general, como si pidiera perdón “por existir”. Pero lo que acaba por descolocarme completamente es el “cómo, por qué y para qué”, porque no entiendo tantas condiciones para pedir disculpas.

Más sencillo, si apareciera un título así en otro contexto, por ejemplo “Pido perdón por esclavizar ¿cómo, por qué y para qué?”, ¿a quién iría dirigido? Si fuera “Pido perdón por mutilar ¿cómo, por qué y para qué?” ¿Sería adecuado que las personas mutiladas vieran en su revista este artículo dirigido a estos agresores tan insensibles? ¿Qué tal “pido perdón por matar pero” o simplemente “pido perdón por humillar pero”? No es que sean cosas diferentes, es que hay palabras que se toman más en serio.

LA AUDIENCIA
Este hombre iluminado se presenta ante una audiencia formada mayoritariamente por mujeres (y seguramente machitrolls) y se pone a contarnos sus cosas, dirigiéndose, curiosamente, a los hombres insensibles que pudiera haber allí. “¡Pero Pikara magazine no es un espacio sólo para mujeres, es un lugar para todo el mundo, donde mostrar modelos diversos de hombres y mujeres!” –oigo en mi cabeza-.
Efectivamente. Para empezar, este señor toma por insensibles y cortos mentales a todos los hombres. Un título como este va dirigido a personas insensibles a las que hay que explicarles las razones para disculparse. Así que no me parece adecuado enviarlo allí donde las personas oprimidas buscan un espacio seguro y libre de actitudes machistas, porque dirigirse a los opresores apelando a la sensibilidad me parece otra forma (más sutil e inteligente, eso sí) de reclamar su espacio y de recordarle a las oprimidas que pueden correr, pero no esconderse. Como en una pesadilla.

Que digo yo, que, si quiere dirigirse únicamente a hombres opresores desde la consciencia de su insensibilidad y del dolor que provocan en las víctimas, hay un montón de espacios de otro tipo frecuentados principalmente por hombres, en los que, además, sería mucho más adecuado y didáctico ponerse a difundir.

EL DOLOR
Este señor con aspiraciones de couche ha reciclado un artículo de supuesta autoayuda sobre el perdón y ha querido orientarlo hacia los feminismos introduciendo algunas palabras clave.
Lo que me resulta más indignante de este texto es que su mensaje es precisamente autoindulgente. Según la versión oficial, 1.000 mujeres fueron asesinadas en el estado español durante los últimos 14 años a manos de sus parejas o exparejas (los que ocurren fuera de la pareja no entran en la estadística de la violencia machista… ejem) y este año el número de víctimas aumentó un 20% respecto del anterior.

Además de asesinatos, son escandalosamente frecuentes las agresiones físicas, psicológicas y hasta institucionales a las mujeres. La prevalencia de este tipo de violencia es un tema muy serio y el dolor está por todas partes. Me parece intolerable que algunos hombres utilicen como excusa que no son capaces de verlo. Los hombres insensibles que no quieren entender que su falta de compromiso es inadmisible necesitan directamente asistencia psicológica.

LA ESTRATEGIA
Por otro lado, el énfasis del neomachista new age en recrearse en el sentimentalismo y la empatía no es más que una forma inteligente de ganarse la simpatía de lxs lectorxs con intención de restaurar la dañada imagen de los hombres insensibles. Lo peor de este tipo de estrategia es que funciona muy bien con las mujeres, que hemos sido educadas para ser cuidadoras, comprensivas y bienintencionadas, y que además estamos deseando encontrar ejemplos de hombres sensibles. Así, se aprovecha de nuestra vulnerabilidad y encima facilita argumentos a otros hombres insensibles para utilizarlos en entornos de pareja y de relaciones sociales.

En este sentido me gustaría recordar que uno de los daños psicológicos más habituales y graves en las situaciones de maltrato ocurren por este tipo de manipulaciones en las que el agresor se muestra elocuente, afable y empático. Presentándose el agresor como una persona encantadora, la persona maltratada tarda mucho en darse cuenta y duda de sí misma, y encima en su entorno generalmente no la creen y hasta defienden al maltratador.

EL PERDÓN
El tema del perdón me chirría especialmente, porque me suena mucho. Primero, por mi experiencia en relaciones con hombres que se dicen feministas. Éstos, habiendo perdido ese reparo a pedir perdón, acababan pidiéndolo una y otra vez, eso sí: después de largas y comprensivas discusiones -llenas de explicaciones y atenciones para ellos, por cierto-. Además, estas escenas que terminaban en su pedir perdón no implicaban dejar de caer en los mismos oprobios una y otra vez, ya que eran muy torpes para esto -igual que para encontrar las fuentes para entender el feminismo-.

Segundo, en las relaciones de pareja, las consabidas idas y venidas de los agresores percibidos explícitamente como machistas se dan a través del acto del perdón. Lejos de pretender una relación sutil con el punto anterior, me gustaría remarcar el paralelismo de este tipo de comportamientos, que ya podían haberle servido de pista a mis torpes novios feministas.

MANSPLAINING
En su artículo, este hombre zen habla mucho de escuchar a las mujeres. Sin embargo, sólo aporta referencias de hombres: las enseñanzas de Buda (un príncipe de hace 25 siglos muy privilegiado y mimado, que no se dio cuenta de que había sufrimiento en el mundo hasta que tuvo 29 años), un amigo suyo y él mismo.

Solo en esta revista se pueden encontrar muchísimas publicaciones en sobre violencia machista aportando claves sobre el tema (hay tantas que directamente recomiendo tirar de buscador). También hay varias entradas sobre los hombres que piden perdón, por ejemplo: “Cariño, te prometo que no sucederá más”: control y violencia en cartas de amor, A las cosas por su nombre: “Pide perdón y que no vuelva a ocurrir” , La honestidad masculina y el amor romántico. Hasta hay alguna entrada sobre budismo: “Luchamos contra la actitud patriarcal que se esconde bajo el nombre de budismo” .

Pero aun así, este hombre visionario tiene algo mucho más importante que aportar. Y eso que no se ha molestado en comprobar si de verdad tiene sentido animar a los hombres a pedir disculpas. Tampoco se ha molestado en comprobar si su propuesta es efectiva, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de testimonios y análisis apuntan a que esta “falta de empatía” ocurre porque conceptualizan a las mujeres como personas de segunda, no porque no sean capaces de ver el dolor (resulta que el dolor de ellas importa menos).

Por otro lado, y ya desde su enfoque, el artículo no tiene en realidad mucha sustancia. Sin embargo, él tiene que pronunciarse (mientras tanto habrá muchas mujeres por ahí autocensurándose en enviar artículos o participar de una conversación acaparada por los señores egocéntricos). Para tratar el tema de esta supuesta desconexión de los hombres con su propio dolor, podría haber hablado de la aversión que les pudiera producir la relación entre el sentimentalismo y lo femenino, o de cómo expresan ese dolor a través de la ira “masculina”. Pero eso debe de ser ya demasiada reflexión.

MUCHA TONTERÍA
Mi opinión de mujer harta de dedicarle protagonismo a los hombres que se hacen los tontos hasta llegar a la catarsis del perdón es que para pedir disculpas por un comportamiento machista basta con tomarse en serio a la otra persona y admitir que se ha hecho algo que es ofensivo o dañino para ella y/o para otras, que encima te lo está/n diciendo. Punto.

El objetivo es que deje de haber tantos motivos por los que disculparse. Lo interesante de identificar los comportamientos machistas es que permite ver las cosas de otra manera y evitar así tropezar en la misma piedra continuamente. Pero claro, para eso tendrían que poner un poquito de su parte y corren el riesgo de demostrar que no es incapacidad natural, sino conformismo y pereza.
Hay un montón de información disponible sobre opresión y hábitos machistas, que bien podrían ayudar al que ofende a hacerse una idea de los porqués cuando no entiende. Esto me parece más realista que proponerle al privilegiado opresor que recupere de entre sus experiencias un momento de dolor que nada tiene que ver y que seguramente le lleve a hacerse una imagen edulcorada, reduccionista y victimista del asunto.

EL EGO MACHISTA
El consejo del autor no parece que le haya servido de mucho a él mismo, porque sigue sin ver la gravedad del asunto y siendo un insensible. Lo primero que puede hacer este señor es revisarse es su ego y empezar a aceptar que las mujeres son interlocutoras validas, así, en general. Igual así deja de resultarle un proceso tan problemático y egocéntrico tener que disculparse.

Creo que es mucho más efectivo y recomendable que los hombres insensibles asuman su ineptitud de base en este campo y que se esfuercen en aceptar la autoridad de las mujeres feministas para señalar actitudes que ellos no habían encontrado desagradables.
Otro ejercicio interesante podría ser que vuelquen los esfuerzos que suelen invertir en buscar argumentos y excusas en interiorizar que las mujeres no son personas de segunda, ni incapaces de tener razones, de elaborar materiales intelectuales de referencia o de tomar sus propias decisiones. Si esto no les funciona, también podrían intentar ejercitar su percepción de ellas como de si otro hombre se tratara.

Y si todo esto sigue sin funcionar, podían al menos empezar por lo básico: evitar ser los protagonistas, ponerse a dar lecciones y ocupar tanto espacio. O en positivo: admirar el protagonismo de otras personas, considerar ricas e interesantes las aportaciones de las mujeres y aceptar que hay otras personas alrededor que también necesitan espacio.

MEGALOMANÍA

Había visto el título de este texto en la sección Participa (en la que se invita a participar a lxs lectorxs) de Pikara y queriendo evitarme un disgusto, me dije que el chico no tenía mucha idea y que además no era yo su público, así que decidí no leerlo. Pero días después me llega por un grupo de Telegram, de parte del orgulloso autor, por el que recibe además aplausos y vítores virtuales de todas y todos. Entonces lo leí.

También leí su forma de presentarlo en su muro de Facebook: “Este texto está escrito para hombres, aunque puede ser tremendamente sanador para mujeres. Lo escribí desde el ánimo de la restauración del daño y la sanación social… y me acaban de decir que ha tenido cabida en una revista de gran tirada dentro del feminismo… ¿Cuántas emociones producirá y qué efectos tendrá? Eso no se puede saber… sólo se pueden plantar semillas y confiar…”.

Sobre esto me voy a limitar a comentar que los hombres más majos y feministas que conozco son mucho más discretos y humildes. El compromiso de los hombres que realmente abrazan el feminismo (aunque no hablen de esta manera de sí mismos) se deja ver por su forma de actuar, que pasa “desapercibida” porque precisamente no me quitan tiempo y energía haciéndome escuchar sus promesas adornadas y vacías.

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