Colectivizar la maternidad en la diversidad funcional

Colectivizar la maternidad en la diversidad funcional

Frente a los binomios “malas madres- buenas madres” o el más cruel “madres heroínas- madres perdedoras”, urge entender la crianza como un asunto público y compartido, para que las mujeres con discapacidad podamos decidir sobre la maternidad.

Texto: Anita Botwin
Imagen: Ana Penyas
05/12/2017

Ilustración: Ana Penyas

Cuando comencé con todo esto de la esclerosis múltiple, una de las cosas que más me preocupaban era la maternidad, la posibilidad de ser madre teniendo una enfermedad crónica discapacitante. Tras transmitir mi miedo e incertidumbre hubo quien con buena intención me dijo: “Tranquila, hay una chica que va en silla de ruedas motorizada y va a por su niña al cole y todo. Y eso que está soltera”. Escuchado esto, me ilusioné –negarlo, sería negarme-, pero más adelante descubrí que el tema era mucho más complejo.

En la maternidad con discapacidad se produce el binomio “malas madres- buenas madres” o el más cruel “madres heroínas- madres losers (perdedoras)”. En este afán neoliberal que afecta también a los cuerpos y nuestras crianzas, todo se separa, se retuerce en una crueldad que nos deja desprotegidas y nos lleva a la competencia atroz. Esa presión que nos inyecta el patriarcado neoliberal provoca en nosotras miedos e inseguridades para ser mejor, para ser la mejor.

Las madres heroínas llevan encima una carga para no cagarla. Las madres losers, que no cumplen los mínimos que la sociedad impone, llevan una carga y una presión injustas e inhumanas en muchas ocasiones. Si una madre tiene ya la carga de la discapacidad en mayor o menor grado, la maternidad decidida no tenía por qué ser una odisea en su vida. Lo ideal sería que al haber decidido dar ese paso, se pudiera liberar de las presiones externas y a veces internas propiciadas por el entorno y recibir las ayudas y cuidados de quienes la rodean y, también, de las instituciones. Las críticas o cuestionamientos sobre las maternidades ajenas salen gratis. Se nos da por hecho. Seamos buenas madres o, si no, haberlo pensado antes. Pero nadie conoce las circunstancias de esa superwoman que va en silla de ruedas o esa mujer que tiene una depresión y parece que no puede hacerse cargo de su bebé.

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Ser madre ya es una responsabilidad para ellas. Pocas veces se pregunta o cuestiona la paternidad, si ese padre es un héroe o alguien que descuida un cuidado que ha de ser compartido. Se nos da por hecho, la maternidad debe ser algo que nos corresponde por haber nacido mujeres o por haber llegado a serlo.

Parece que en esta carrera de las olimpiadas maternas el pódium se lo llevarán las más luchadoras, madres sonrientes y abnegadas, cargando en la silla de ruedas a su niño y la bolsa de la compra. “Mira qué bien se apaña, es un ejemplo a seguir”, cuchichean tras el visillo. No le quito en ningún momento el mérito a éstas y otras madres, simplemente no creo que sea beneficioso un ranking de madres tengan o no diversidad funcional.

Las mujeres somos las más precarizadas -eso no es una novedad- y en el caso de tener alguna discapacidad el empobrecimiento aumenta. Además, en muchos casos, ser madre empobrece aún más y genera dependencias. Muchas mujeres, como bien sabemos, optan por reducir la jornada laboral y vuelven a dedicarse poco a poco al hogar hasta que ya llega la hora de cuidar a sus mayores. La maternidad no debería empobrecernos, ni presionarnos, ni dividirnos. Me pregunto, como hace Patricia Merino en su libro Maternidad, Igualdad y Fraternidad, “Si la crianza tiene tal influencia en la sociedad, ¿por qué no goza de ningún reconocimiento social?”. Más bien al contrario, se mira con lupa, tras las cortinas se observa cómo está llevando la crianza la madre de turno. Y se pone nota: progresa adecuadamente o necesita mejorar.

Creo que ha llegado el momento de independizarnos de las presiones sobre la maternidad. Ha llegado el momento de que la crianza sea algo político, público y colectivo, donde las redes, la sociedad, asuman también los cuidados y las madres puedan delegar en segundos, terceros y cuartos. El futuro de nuestros hijos e hijas ha de ser de todos, porque de todos depende que construyamos una sociedad diversa e inclusiva.

Por desgracia aún estamos lejos de conseguir que la maternidad sea entendida como algo compartido y colectivo. Y somos las mujeres que padecemos alguna enfermedad crónica y dificultades en nuestro día a día las que más problemas tenemos a la hora de poder decidir si queremos o no ser madres.

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