‘Quédate este día y esta noche conmigo’: simbiosis máxima

‘Quédate este día y esta noche conmigo’: simbiosis máxima

Cuando poco o nada puedo hacer por cambiar lo que me rodea, me zambullo en lecturas esperanzadoras y creíbles que me muestren un lugar en el que sí querría estar. Encontré ese lugar espiando por un agujerito a Mateo y Olga. Si no lees la última novela de Belén Gopegui YA MISMO, tu vida se verá limitada de una manera exagerada.

Recientemente he estado trabajando en un colegio de monjas demasiadas horas. Había del orden de 487387893 reglas que yo no comprendía: “el alumnado nunca puede quedarse solo” (¿pero mi labor no es crear seres humanos autónomos y responsables?) , “el alumnado debe bajar y subir las escaleras del patio a clase con el profesorado” (¿pero no vamos a darles ni una miguita de confianza para que nos demuestren que son perfectamente capaces de moverse por el centro sin liarla parda?), “hay que adornar todos los corchos de las clases de igual manera” (¿sin respetar los gustos y la idiosincrasia del alumnado que te toque?), “hay que rezar por las mañanas” (¿y no se puede reflexionar sobre lo que pasa en el mundo en vez de repetir mantras trasnochados?) , “hay que ir a la capilla en días de guardar” (aquí yo ya no digo nada sobre la capilla, pero ¿podríais ponerme a alguien que pase de homo-hábilis sin decir demasiadas sandeces?), “no se pueden llevar según qué atuendos” (¿me estás diciendo que dios quiere que mis adolescentes no enseñen el obligo?, ¿por qué?) “el profesorado nuevo tiene que hacer un cursillo de catecismo” (oye mira, en serio… que soy profesora de inglés… apaga y vámonos). Que sí, que yo ya sé que allá donde fueres, haz lo que vieres… pero madre de dios santo bendito. Hay días que te cuesta más que otros eso de pasarte por el forro del bolso todos tus principios y obedecer cual autómata.

Portada de la primera edición, cuya faja recogía la frase de María Unanue.

Portada de la primera edición, cuya faja recogía la frase de María Unanue.

¿Y entonces qué hice? Pues aprovechando que Belén Gopegui había publicado nuevo libro, empecé a pasearlo por los pasillos, por la sala de la fotocopiadora, por las guardias, por las horas de cuidar el patio… la gente lleva ropa de Nike con un logo bien grande, y yo hago propaganda de lo que quiero. Ya he dicho en otros lugares que Belén Gopegui es mi búnker. Y es que en ocasiones, cuando poco o nada puedes hacer por cambiar lo que te rodea, a veces yo opto por zambullirme de lleno en lecturas esperanzadoras que me muestren historias creíbles de un lugar en el que sí querría estar. Y este lugar, hace poco, fue espiando por un agujerito a Mateo y Olga.

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En septiembre del 2017, Literatura Random House ha publicado el último trabajo de una de las mejores escritoras que me haya echado a los ojos: Belén Gopegui. Este ejemplar de 184 páginas que tenéis que leer YA MISMO porque si no vuestra vida se verá limitada de una manera exagerada, está dividido en dos partes, que a su vez se subdividen en diferentes capítulos. Os cuento que hay algunos pasajes escritos en algo que parece ser una máquina de escribir, pero lo demás está en la típica fuente times new roman.

No me ha dado por preguntárselo directamente a la autora, pero intuyo que el título ‘Quédate este día y esta noche conmigo’, viene del poema de Walt Whitman que cita al principio: Stop this day and night with me, and you shall possess the origin of all (…) you shall not look through my eyes either (…) you shall listen to all sides and filter them from yourself. Dice Wikipedia (ya que he empezado hablando antes de religiones, cada cual sigue la que le da respuestas, y la mía sin duda es esta), que el famoso literato que murió hace ciento y pico años creía que “había una relación simbiótica entre el poeta y la sociedad”. Y a mí no me sorprende que Gopegui haya elegido honrarlo, titulando su obra con alguien que dice tal cosa, siendo las novelas de la escritora madrileña un relato costumbrista ultradetallado y fehaciente no, lo siguiente, de lo que vemos hoy por hoy a nuestro alrededor. Digo más, yo a veces cuando estaba leyendo no sabía si mi vida tenía lugar en el cuchitril en el que se juntaban a tomar cervezas los personajes, o en mi sala de profesorado. Desgraciadamente, por muy mal iluminada que esté, y por mucho que la máquina de café trague monedas como si estuviera jugando un kinito, el tugurio en el que estaba era mi lugar de trabajo. God damn it!

Pero a lo que íbamos. Lo cierto es que nunca imaginé que una novela pudiera escribirse siendo Google uno de los protagonistas. Acabose. Ya se ha inventado todo. Me puedo morir tranquila. He visto lo que tenía que ver. Esto os lo digo porque desde que leí ‘El cuento de la criada’ de Atwood (que tan famoso se está haciendo por la homónima serie) no me había pasado nada del estilo. Miré la portada, abrí las tapas, empecé a intentar entender de qué demonios iba la fiesta y… pues… eh… nada. Querida amiga, si eres tan poco avispada como yo necesitarás unas cuantas páginas y mente abierta hasta que consigas ordenar en tu cabeza lo que realmente está sucediendo. Pero al final te enteras, que es lo que importa, y entonces flipas en colores con la original y rompedora idea de que algo así quede por escrito antes de que se convierta en un hecho que consideraremos absolutamente ordinario y con el que conviviremos de aquí a unos años.

Olga y Mateo se conocen en una biblioteca. Se conocen de esa manera tan tonta en la que por alguna razón que no tienes bien clara, te fijas en esa persona anónima que está a tu lado un día, y otro día y al siguiente. Es alguien que a priori no destaca más que por tener entre sus manos libros de equis tema o autora y, o en el mejor de los casos, por estar en el lugar preciso en el momento adecuado… pero a ti hay algo que te revuelve las catacumbas de las entrañas y sospechas que quien tienes a unos centímetros puede conseguir que en menos de lo que canta un gallo se te mueva el piso. ¡¿Qué digo el piso?! ¡¡Que se abran todas las fallas de la capa terrestre y te inunde una sensación, paralizadoramente estúpida, como si un foco del Show de Truman la enfocara, mientras el resto está a oscuras. ¡Aquí, aquí! ¡Es ella! ¡Hazlo! ¡Da el paso! Y entonces decides hacer algo, lo primero que se te ocurre. En el caso de Mateo y Olga es prestarse libros. Pero no me mires con cara de zarigüeya, Querida lectora, esta historia de amor entre dos personas que no se conocen de nada no es una historia de amor al uso: comparten seis millones de aficiones y a la vez, no tienen absolutamente nada en común. Y es que basta ya de esos relatos más vistos que el tebeo en los que todo marcha bien desde el minuto uno. Se acabaron los viejos tópicos aburridos en los que las conversaciones son lineales, ordenadas y asépticas. Cuando dos personas están vivas, cuando dos personas son seres pensantes, cuando dos personas viven la vida con pasión, el intercambio de opiniones no se queda en frases hechas prefabricadas. Me encanta que Olga y Mateo, bien sea por sus características personales, por sus vivencias o por sus edades, se relacionen de esa manera tan absolutamente auténtica y genuina. Porque hablando de edades, esa es otra: ¿qué novela de las que hayáis leído en los últimos 2048208398504758 años muestra una historia entre dos personas con una diferencia de edad significativa, estando él en sus veintipocos y ella en los sesentayalgo? (Por cierto, hablo de memoria porque no quería ceñirme a lo subrayado en el libro y he optado por hacer esta reseña con lo que me ha quedado de la obra en la cabeza, prácticamente sin citar).

Monotonía, cotidianidad, sentimiento de pertenencia, meritocracia, enfermedad, tecnología y máquinas, biblioteca, bar, pizza, sofá, conversaciones, reflexiones, trabajo, decisiones, esperanza, insatisfacción, paternalismo, conductas, perdón, ilusión, esperanza, justicia, reconciliación, comprensión, rabia… no sabría acotar un campo semántico en el que encerrar lo que sucede en esta novela, pero lo que si os digo es lo que siempre me pasa con las creaciones de Gopegui: llega un momento dado en el que no sabes distinguir la realidad de la ficción. Vamos, que no sé si lo dijo Whitman, pero lo digo yo: se produce una simbiosis máxima entre la lectora y los personajes. Llegada a un punto de inmersión literaria, ya no sabes si los personajes son tú o tú eres los personajes. Soy una mujer de 33 años y al empezar a leer no me sentía demasiado afín ni a Olga ni a Mateo. Al principio él por ser chico y ella por ser adulta, me parecían ajenos a mi mundo. Nada más lejos. Estaba siendo corta de miras. En el segundo capítulo, los personajes son tan de verdad, que no concibes que realmente la autora se los haya inventado. Cada descripción conecta con aquella vez que tú te sentiste nosécómo, con la que te pasó noséqué o ese momento en el que vino sabediosquién y te sentiste deaquellamanera. Es una puñetera maravilla. Además, frente a lo complejo de las temáticas y lo enrevesado de las conversaciones naturalmente caóticas que tienen quienes piensan mientras hablan y hablan mientras piensan, el lenguaje que utiliza Gopegui para su escritura es tan jodidamente claro y conciso, que te sientes filósofa por lo menos. Nada de acertijo, nada de retorcer y estrujar palabros para resultar inaccesible. Cero. Claridad y buenos alimentos. Democratización de la literatura. Pero de una manera muy pedagógicamente sofisticada. Yo, long story short, siento como si la buena mujer tuviera un labelmaker (¿hacetiquetas?) y fuera poniendo pegatinas a lo que pienso. Si no tienes amigues en algún lugar nuevo al que vas, si te falta pasta para ir a terapia, si te apetece empaparte de vida pero sin salir de tu madriguera porque no quieres ni ver ni ser vista, ‘Quédate este día y esta noche conmigo’ es tu novela. Además, no te lo puedo contar, pero el final es para mear y no echar gota. Vas a flipar. Toca el tema del apotema. Si el feminismo lleva años (¿puedo decir ya un siglo?) gritando que nuestros cuerpos son nuestros y tomaremos las decisiones que consideremos oportunas en lo que a ellos respecta… esto es precisamente el máximo exponente de la reivindicación. Agárrense las pelucas, porque no tiene desperdicio.

En serio, no esperéis más. No llega a 18 euros. Y está a la vuelta de la esquina la sacrosanta Navidad, el Solsticio, Año nuevo o el día de los Inocentes. Busca la excusa que quieras, pero no te quedes sin la oportunidad de vivir este par de vidas como si fueran las tuyas. ¿A que siempre has pensado qué se sentiría siendo otra gente? Pues ahora la cosa es tan sencilla como hincarle el diente a esta joya. ¿Y te lo vas a perder? Mira, mira, mira, eh… ¡Si hace falta te lo compro yo!

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