La hetera gorda

La hetera gorda

Leí hace poco que el poliamor es para la gente friki, la gente marginada, la gente no guay, y me gustaría que así fuera. Cuando alguien me habla de relaciones abiertas, poliamor y sexo desde el privilegio de un cuerpo normativo que todo el mundo acepta, quiere y desea me cabreo muchísimo.

17/11/2017

C.K.

Sola de Rekyt | Vía Flickr | Licencia Creative Commons

Vengo sufriendo en mis relaciones íntimas con los hombres toda la vida, da igual que sean abiertas, esporádicas, el sufrimiento forma parte de ellas como la lucha de poderes. Por mucho que digamos que no, somos nosotras, las mujeres, las que estamos por debajo, las que tenemos que ceder, dar gran parte de nuestro espacio, ser pacientes y hacer pedagogía.

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En el momento que comencé a acercarme al feminismo fui analizando mis relaciones sexo-afectivas pasadas y presentes y haciendo un esbozo de lo que me gustaría de las futuras. Desde entonces, han ido a menos en número. Por supuesto, defiendo la libertad de toda persona a vivir sus relaciones del modo y la forma que decidan. Abiertas, de una noche, monógamas, esporádicas, poliamorosas, siempre y cuando el respeto esté presente. Tampoco tengo ninguna creencia sagrada sobre el sexo. Entiendo perfectamente que la gente se de placer únicamente porque tiene ganas, no hace falta ningún argumento más complejo. Ahora bien, a nivel personal, hay una serie de situaciones que ya me aburren soberanamente. Me aburre la manera de ligar de los heterosexuales. Me aburre tener que hacerme la tonta, esperar a un señor que vaya de inteligente y superior, reírle las gracias, reforzar su masculinidad e intentar potenciar mi feminidad patriarcal. Me parece lo más estúpido del universo, repleto de clichés y sí, de machismo.

He leído respecto relaciones poliamorosas y mucha gente ha compartido sus experiencias conmigo. No he permanecido en relaciones monógamas por mucho tiempo y en todo caso, la única que era monógama era yo. A veces me veía incapaz de estar con otra gente, otras estaba tranquila y no tenía esa necesidad y, en otras, la idea de amor romántico se había instalado en mi cabeza. He tenido más relaciones de una noche y también algunas de unos pocos encuentros esporádicos que finalizaban pronto. En algunos momentos, he tenido varias relaciones de este tipo a la vez.

No sé como definirme según el modelo de mis relaciones, la verdad sea dicha. Muchos hombres me han intentado vender la idea de “follamigos” que no se puede creer nadie (aunque reconozco que por mucho tiempo yo sí me lo he creído): ellos realmente no quieren una amistad, porque tampoco es que sepan mucho gestionarla, lo que sí quieren realmente es tener sexo sin compromiso. Me parece bien, pero ¿por qué ponerle añadidos, por qué engañar? No es necesario. Ya os lo digo yo. NO LO ES.

A todo esto, se suma un físico no normativo. Soy una mujer gorda. Vale, hay mujeres gordas estupendas. Vale, hay a gente a la que le gustan las mujeres gordas pero seamos claros: no es lo más común. Los hombres se avergüenzan de estar con mujeres gruesas. Está bien quedar a escondidas de vez en cuando o disfrutar de la intimidad de la habitación pero eso de exponerse al mundo es otro cantar, uno del que prefieren no oír hablar.

No he sido consciente de todo esto hasta hace poco tiempo. Viendo como tratan a algunas de mis amigas gordas, he podido analizar que gran parte de lo que me pasa a mi es precisamente por lo mismo, una cuestión centrada en el peso. Eres guay mientras folláis pero otra cosa distinta es presentarte a sus amistades o a sus familiares. Para eso mejor una chica aceptada físicamente o al menos que no destaque por su voluminoso culo o barriga. Esta es la realidad. Me da igual si tienes un primo en Cuenca enamoradísimo de una muchacha obesa o si a “noséquéquién” le pirran los michelines. No es la norma. Y en cualquier caso a tu primo de Cuenca y a “noséquién” les consideran fetichistas de un mal: la grasa. Gordofobia en vena.

Estoy cansada de teorizar sobre el modelo de relaciones sin reconocer abiertamente dos problemas importantes: los señores y su masculinidad y la sociedad gordofóbica.

¿Qué queréis que os diga? No me motiva para nada currarme las relaciones y engañarme mientras me digo que está funcionando cuando no funciona y el señor está tirado en la playa rascándose la barriga. O incluso el señor está encantadísimo de decir que tiene amarrada a una señora o en su defecto, a veinte. Mientras tienes la desgracia de ser una hetera, que alguien me explique cómo puedes estar con dos o tres señores que merezcan la pena. Esto es directamente un imposible, no me jodan. Una cosa es que sean alternativos, vayan a charlas feministas y otra muy distinta lo que ven nuestros ojos, lo que sienten nuestros corazones, lo que padecemos con nuestra sexualidad negada, la falta de cuidados y la acumulación de violencia.

Leí hace poco que el poliamor es para la gente friki, la gente marginada, la gente no guay, y me gustaría que así fuera. Cuando alguien me habla de relaciones abiertas, poliamor y sexo desde el privilegio de un cuerpo normativo que todo el mundo acepta, quiere y desea me cabreo muchísimo. Quizá la persona tenga toda la razón del mundo, esté diciendo algo muy interesante que valoro, pero me quedo con la sensación de que eso no sirve por igual a todo el mundo. Indiscutiblemente un físico normativo te abre más puertas.

Repasemos. Hetera. Gorda. Feminista. ¿Qué alternativa en mis relaciones sexo-afectivas puede ser válida?

Mientras espero dejar atrás esta orientación sexual que me oprime, me margina y me lastima- y lo escribo con toda seriedad, he tenido épocas de ansiedad, de auto odio- he llegado a la conclusión que quiero vivir sola, conocerme a mi misma y aplicar el auto amor, la auto satisfacción. No puedo ser libre de otro modo. La sociedad no me deja ser libre de otro modo más que en la reconciliación conmigo misma, en el amor a mi cuerpo, en la aceptación del silencio, la lectura, mis gatas, libre mientras escribo y libre mientras el agua de la ducha cae por mis pechos y los acaricio. Libre yo, sin nadie, sin esperar aceptaciones de ningún tipo, sin ceder mi espacio a alguien que no me quiere.

Mucha gente pensará que soy una egoísta. Que esta es una idea muy individualista del mundo. Incluso que soy una capitalista de manual que no sabe vivir en la tribu. Me encantaría estar en una tribu, pero de momento la tribu ideal no existe y me encuentro permanentemente expulsada. Esto es pura supervivencia. Supervivencia y de alguna forma también es militancia. La militancia de quien ha experimentado en su piel el sufrimiento del patriarcado, la gordofobia, la monogamía y la heterosexualidad impuesta. Me quiero libre, me quiero sola.

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