“Trabajo con material sensible que siempre se queda fuera de los periódicos”

“Trabajo con material sensible que siempre se queda fuera de los periódicos”

En su último libro, 'Dicen de mí', la periodista Gabriela Wiener entrevista a 15 personas de su entorno: a su hija, a su editora, a su ex mejor amiga, a su marido, a su mujer... Rematadas por un ensayo dedicado a un novio que la maltrató. Hablamos con ella del proceso creativo, de nuevos géneros y de los avances y retrocesos de la lucha feminista en su país natal, Perú.

Carmen Grau y Matilde Gordero

Gabriela Wiener en FIL Lima 2017, donde presentó su último libro, 'Dicen de mí'./ Zory Ghiglino

Gabriela Wiener en la Feria Internacional del Libro de Lima 2017, donde presentó su último libro, ‘Dicen de mí’./ Zory Ghiglino

Gabriela Wiener rehuye las etiquetas tanto en su literatura como al construirse vínculos afectivos y sexuales. Nacida en Lima en 1975 y afincada en España desde 2003, las crónicas de esta periodista y escritora ya se incluyen en antologías latinoamericanas. Su voz documenta lo que la rodea, dice, con la esperanza de que al relatarse, alguien más se sienta relatado. También es la voz de una feminista en guerra —”contra el macho, no contra el hombre”— que convirtió el embarazo en tema literario. Sigue reinventando cada tema que toca, ya sea la maternidad, el sexo o el poliamor (atención, ¡etiqueta!).

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¿Qué es lo que más te ha gustado del proceso de escritura de Dicen de mí?

Este libro podría ser representativo de nuestra época, en la que todo el mundo opina de todo el mundo, en la que hay lovers y haters. Pasamos todo el tiempo en Internet, pero a la vez, a veces no hay nada que te haga conectar realmente con el otro. Y creo que empezar por casa está bien.

Me gustaría que Dicen de mí se convirtiera en una especie de método, que cualquiera pudiera hacer lo mismo que yo: encontrar el momento de preguntarle a alguien cercano qué piensa, encontrar un espacio común y mirarse a los ojos.

¿Y lo que menos?

He tenido que oír cosas de mí que no me gustan. Pero tengo claro que, aunque trabajo como periodista, mis temas no son demasiado periodísticos. Trabajo con un material sensible que siempre se queda fuera de los periódicos, como las relaciones.

En Dicen de mí utilizo la entrevista, un género que he fatigado muchísimo. Me interesaba forzar esa herramienta y convertirla en otra cosa. Entrevistar a mi mamá, a mi hija, a mi psicóloga, a mis vecinos, a mis ex… Es raro. Tan raro que al principio un periódico mainstream había aceptado publicarlo, pero luego lo canceló. Entonces, sentí la necesidad de acabar el trabajo pendiente y publicar un libro, este libro. Las preguntas estaban otra vez sobre la mesa: ¿A nosotros, qué nos interesa lo que cuente esta mujer? ¿Le pagan a esta señorita por hablarme de su hija, por hablarme de su marido, de su abuelito? Lo que yo pongo en escena no es solamente para hablar de mí, mi intención es ir más allá.

En tu libro Llamada perdida dices que te relatas con la intención de que, al hacerlo, alguien más se vea relatado. En la presentación de Dicen de mí en FIL Lima, Mariana de Althaus afirmó que, con Nueve lunas, convertiste el embarazo en un tema literario. ¿Cuáles fueron tus referentes cuando te empezaste a enfrentar a estos temas?

“LA MATERNIDAD SIEMPRE SE HABÍA TRATADO COMO UN TEMA DE SEGUNDA O FEMENINO, QUE ES DECIR LO MISMO”
En el tema de la maternidad, me enfrenté a un vacío literario. ¡Como si fuera una experiencia intrascendente! Es curioso, ¿no? Todas las personas tienen una madre. Pero la experiencia de la maternidad se ha invisibilizado, se ha tratado como literatura de segunda o femenina, que es decir lo mismo.

Nueve lunas es un libro de investigación íntima, de mi transformación física y psíquica durante el embarazo, pero también es el relato de una periodista que está buscando entender lo que pasa, aunque el tema de la investigación no estaba fuera, sino dentro de mí. Encontré muy poco material. Uno de los capítulos refiere todo este proceso. Por ejemplo, cuento cuando me metí en una biblioteca pública en Catalunya y di con la poesía de Sharon Olds, por ejemplo, que fue bastante iluminadora. También un libro de Carme Riera, Tiempo de espera. Y Laura Freixas había estado preguntándose las mismas cosas que yo: por qué el embarazo o la maternidad no podía ser tan importante como la muerte, la guerra o el amor.

Laura y yo hemos estado hablando mucho sobre cómo en los últimos tiempos están apareciendo referentes. Ahora mismo, entre las madres desesperadas, las no madres, las madres alternativas, las malas madres, las nueve lunas, las ocho lunas… hay toda una especie de fenómeno y obviamente el mercado lo ha visto. Y bueno, si tiene que ser así, que lo sea. Genial si escritorazas como Marta Sanz pueden publicar un ensayo en el Babelia sobre estas voces.

¿Crees que es un cambio que se está dando, sobre todo, en el género de la no ficción?

No, creo que va a la par, aunque nunca estoy demasiado segura de la categoría en la que estoy.  A mí me gusta decir que hago narrativa personal.

La escritora, durante la presentación del libro./ Zory Ghiglino

La escritora, durante la presentación del libro./ Zory Ghiglino

En FIL Lima contaste que la noche anterior, en una fiesta con tu familia, pensaste que tal vez todo era posible, en referencia a la normalización de tu modelo de familia en tu entorno. ¿Crees que el hecho de escribir sobre tu vida y sobre las decisiones que has tomado te ha ayudado a que todo parezca posible?

Se ha retroalimentado. Ha hecho que ciertas cosas se hayan visto empujadas a realizarse, pero también he pagado un precio.

Un caso bastante claro es lo que sucedió con Sexografías. Seix Barral lo reeditó hace dos años con notas mías al pie de página, cosas que en su momento se quedaron fuera de las crónicas. Antes, yo hacía unas elipsis muy importantes, me autocensuraba. Es curioso, ¿no? Porque Sexografías es, supuestamente, mi libro más impúdico. La gente se preguntaba hasta dónde iba a llegar contando cosas. Y más bien yo tenía la sensación contraria, que había dejado de contar cosas muy importantes. En esa reedición reflexiono sobre por qué me censuré: si fue por mi pareja, porque el periodismo no hubiera aceptado ciertas cosas, si yo misma me sentí maltratada por algunas experiencias que me busqué de manera un poco suicida y después no pude asumirlas ni en la escritura.

¿Qué pasó entonces, tuvo alguna consecuencia?

Pero después de contar todo eso, no tuve casi ningún feedback. Me quedé pensando: ¿había tocado otro tabú?, ¿interesaba a la gente?, ¿estaban ya las crónicas completas de esa manera y fue un desencanto? No lo sé. No es tan simple afirmar si la escritura te ayuda o no. Es complejo.

¿Te consideras la voz más visible del poliamor en Perú?

Por amor de dios, no. De hecho, poliamor es una palabra que recientemente ya no utilizo. No hago proselitismo de ningún tipo de relación que yo practique. Yo me puse muy pronto la camiseta de muchas causas y pagué el precio. No me siento la voz de nada. Si alguna vez lo he sido, ha sido de manera involuntaria.

“ES DIFÍCIL AMAR O CRIAR DE FORMA DIFERENTE PORQUE NO HAY REFERENTES”
Ahora, a Jaime, a Rocío y a mí, que, como saben, compartimos una vida, nos mueve encontrar a otras personas que estén haciendo búsquedas sobre los vínculos afectivos y sexuales. Nos interesa hacer red y tener cada vez más referentes, porque es difícil amar y criar como lo hacemos cuando no tienes dónde verte.

¿Encuentras diferencias entre España y Perú a la hora de vivir como vives y escribir sobre lo que escribes?

Cuando llegué a España, en 2003, sentía una diferencia radical. Pero ahora mismo, no, aunque Lima sigue siendo más conservadora. No tiene una historia de destape tan grande como España. De todas formas, creo que las nuevas generaciones nos están dando mil vueltas. Me encanta que vengan a mis presentaciones. Es una buena señal. Este libro, por ejemplo, ha despertado mucha curiosidad. Obviamente, tal vez los entornos en los que me muevo sean más amables.

Algunas de las voces entrevistadas en Dicen de mí hablan del feminismo, como Rocío, tu pareja, que afirma que éste enseña a exigir respeto y os ha hecho libres. ¿Cómo definirías tú el feminismo?

El feminismo para mí es una lucha por la igualdad. Es un trabajo histórico que rompe las opresiones que han caído sobre las mujeres. Por eso, cualquier intento de cambio ha de pasar por la mujer y va a beneficiar a la sociedad, absolutamente a todos, hombres y mujeres. Creo que el cambio general ha de ser feminista.

Ahora resides en España y cuando regresas a tu país lo haces con otra mirada. ¿Cuáles crees que son los avances y los desafíos del feminismo en Perú actualmente?

Lo que pasó en Perú en 2016 con el movimiento Ni Una Menos ha sido noticia mundial. Es imposible no hablar de eso. Fue la manifestación más grande de nuestra historia, con cientos de miles de personas. Se fue gestando de manera natural, con ayuda de las redes sociales, como todos los movimientos últimos de insumisión que ha habido en el mundo. No es algo que solo haya pasado aquí, también sucedió en México y Argentina.

Sin embargo, en el caso peruano partió de una cuestión emocional, de un grupo cerrado que compartía experiencias muy íntimas de mujeres que jamás habían hablado y al empezar tuvo un efecto llamada. Lo siguiente fue salir a las calles. Todo esto yo lo he vivido con muchísimo entusiasmo. Ya luego, la parte de articularlo en un movimiento que genere un pliego de demandas está en camino, pero ya hay unas bases y una organización desde la que se puede ir tirando. Lo veo con esperanza.

Ahora, la sociedad y el patriarcado lo ha visto con muchísimo horror y ha tomado represalias. Precisamente mujeres que habían salido a denunciar a sus maltratadores, que participaron en la manifestación eran al día siguiente golpeadas y algunas asesinadas. Ha ocurrido aquí, y en Argentina. La mujer que despierta el feminismo es una feminista amonestada inmediatamente y se intenta acallar esa voz. Recientemente escribí sobre esto un artículo en The New York Times.

¿Qué está pasando entonces? Parece más bien una guerra…

No es casual que en Argentina, el país latinoamericano donde el movimiento feminista es más grande y poderoso, se estén dando la mayor cantidad de feminicidios. Tenemos ese costo. Para muchas mujeres y quizá para mí también esto es una guerra. Es una guerra contra el macho, el problema es que siempre piensan que es una guerra contra el hombre. Y no, es una guerra contra el machismo, que también oprime al hombre.

Todo eso ha derivado en que grupos conservadores hablen de la ideología de género para quitarle el significado a esta lucha. ¿Está la sociedad peruana, con las personas más jóvenes, preparada para seguir avanzando y que estos grupos no ganen más peso políticamente?

Me gustaría decir eso, pero así como hay un montón de chicos progresistas, involucrados, libres, políticos, con valores de izquierda y feministas, también hay jóvenes que están completamente en el lado contrario, captados por la iglesia. Supuestamente Perú es un país laico, pero no. Es clerical y las decisiones políticas y de estado siguen atravesadas por esto. Tenemos una tradición fuertemente católica, fuertemente represiva basada en el castigo y la culpa y lamentablemente hay jóvenes que todavía están naciendo y creciendo así.

Finalizamos con una de las preguntas que tú le haces al también escritor peruano Jeremías Gamboa en Dicen de mí: ¿En el Perú, la identidad y su conflicto acompañan?

Sí, deben de ser los temas más importantes para mí, literariamente y vitalmente.

Siempre se ha dicho que los peruanos tenemos una identidad completamente escindida, trágica. La cuestión colonial nos jodió la vida y somos gente siempre en búsqueda, en verdad vamos en contra de nosotros muchas veces. Seguimos sin encontrar aún algo a lo que pertenecer y sentirnos bien. Hay cosas que han cambiado, pero yo todavía no me siento identificada. Me gustaría poder estar con mis cóndores [animal sagrado en la cultura andina] más feliz y que no sea conflicto. Sin embargo, el conflicto siempre es lo que desemboca en escritura, con lo cual bienvenido también.

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