Chorros, despedidas y sanación

Chorros, despedidas y sanación

Las despedidas son dejar ir, avanzar, cambiar, permitir, permitirse y, a veces, SANAR.

03/11/2017

Alba Calderón Ruiz

“Goodbye” por Marina del Castell | Licencia Creative Commons | Vía Flickr

Como cuando el chorro de agua fría corre por tu cuerpo seco y lo invade. Desde tu cabello hasta tus pies, pasa por tus ojos que cierras para irte y abres para recordar que estás aquí y vas cerrando y abriendo para reconstruirte. Pasa por tu nariz y por tu boca que también abres y cierras para chillar y para callar lo que en tu mente pasa en ese instante. Tus hombros, tus pechos, tu vientre, tu coño, que con los ojos abiertos y la boca cerrada observas, tocándolo con tus manos ya mojadas. Y toda tú estás empapada, y el chorro no deja de brotar y se va, lejos. Lo miras como se despide escabulléndose por un itinerario incierto para ti. A veces, jugando, lo intentas retener con los pies pero no se frena, sigue su cauce por pequeñas rendijas que crean la forma de tus pies, irregulares. Y cuando cesa el chorro, con los ojos y la boca abierta, renaces más sana, más fuerte, más bella.

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Como cuando estás en la cama, encogida con tus brazos abrazando tus rodillas o estirada con las dos manos en tu vientre o quizás estás con las piernas hacia arriba o incluso de rodillas y con todo tu cuerpo hacia adelante. Cuando estás en la cama y no te permites estarlo porque quieres que ese jodido dolor que llega a tu vida y a tu útero como un castigo, se vaya. No quieres estar castigada, nadie te dijo que eso sana. Y quieres que se vaya, que deje de chorrear o que chorree todo pero que se vaya. Quieres chillarle con los ojos y boca abierta: “-¡Ya está bien, no lo soporto! ¡Vete!”. Pero entonces recuerdas que su trayectoria es cíclica y siempre vuelve. Por muchas despedidas, amables o violentas, cada 28 días vuelve a chorrear.

Como cuando tus mejillas están chorreando y pequeñas gotas son capaces de llegar al suelo. Por el libro, por la canción o por la peli. O simplemente por la vida que complejamente, alegra y entristece, alegra y entristece, alegra y entristece. Chorreas y chorreas, ésta vez por los ojos. Y cada chorro que nace de dentro de ti, al salir se está despidiendo. Decide que el dolor ya ha sido suficiente, que ahora toca el aprendizaje y ese chorro despide al dolor y da la bienvenida al aprendizaje.

Las despedidas se viven con la boca abierta, con los ojos y brazos abiertos, pero, sobre todo, con el corazón de par en par. Despedirse no es cerrar. Despedirse es dejar ir, avanzar, cambiar, permitir y permitirse.

Las despedidas sanan.

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