Mi novio me dejó por pobre y feminista

Mi novio me dejó por pobre y feminista

Los diferentes conceptos sobre que es el éxito en la vida pueden llevar a rupturas sentimentales cargadas de lecciones morales y duros juicios de valor. Esta lectora nos cuenta cómo fue su ruptura con un novio que consideraba que no era lo suficientemente ambiciosa.

20/10/2017

Alicia Aleman Arrastio

Foto de lumicas Title: Indigencia, pobreza, escasez = Inopia | Licencia Creative Commons | Vía Flickr

El año pasado tuve un novio que me dejó. Por “pobre”, eso sugirió:  “Mucho estudio y poca pasta, que es lo que importa en la vida, además de tener un piso en propiedad. Tanto estudio y tanto mundo pero todavía de alquiler, menuda perdedora. Además, dices que eres feminista, pero en realidad no lo eres y no lo sabes”.  Te lo tengo que venir a decir yo, que para eso soy un tío cachas, tengo cinturón negro en Wing Tsun y voto a Podemos (y a veces a EH Bildu).

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Desgraciadamente, ni soy lenguaraz en mis contestaciones ni tengo mucho gracejo al contestar en estas situaciones complicadas. A duras penas logré balbucear que no estaba de acuerdo con lo que me estaba diciendo y me puse a hurgar en Internet. Primero consulté  en las estadísticas, en las bases de datos de Eustat y del Banco Mundial para demostrarle que yo no soy pobre. Que vivo de alquiler, con vistas al Guggenheim y calefacción central.

Entre otras cosas, le informé de que pobre en Euskadi es una persona que tiene ingresos menores a 11.575 euros al año, o en España 8209 euros (Llano Ortiz, 2017). Que el Banco Mundial considera que pobre es una persona con menos de 1,25 USD al día y que, en el ranking de países, España está en el puesto 23. Según las estimaciones, Euskadi estaría en un número aún más alto. También le dije que mi esperanza de vida es de 86 años. En Osakidetza me atienden cuando estoy enferma, como 3 veces al día, pago mi alquiler, mis impuestos, mis recibos y hasta puedo permitirme beber algún gin-tonic,  eso sí con moderación, que están muy caros.

Pero nada. Las frías estadísticas y mis datos cotidianos no le convencieron.  Según él, yo soy pobre porque no soy propietaria de un piso y tengo que trabajar para vivir. Es decir, por no tener propiedades ni vivir de las rentas. Por ser una mujer trabajadora. Y eso que él escuchaba heavy-metal y hasta le gustaban algunos capítulos de Orange is the New Black. Vaya novio. Al parecer, la posverdad hace estragos entre los tíos cachas, presuntamente progres y que han pasado por la Universidad. Lo dicen hasta los Chikos del Maíz.

Pienso que para ser considerada una persona pobre o rica sí importa el lugar, la época y la familia en la que naces, al igual que las estadísticas; como también importa la suerte que tengas, tus méritos y capacidades. Es un poco más difícil ser pobre si has nacido en Bilbao que si has nacido en Lubumbashi, aunque también hay personas pobres en Bilbao y ricas en Lubumbashi.  La pobreza es objetiva y también es subjetiva y hay muchísimas razones por las que unas personas son pobres, caen en la pobreza o nunca salen de ella (tampoco sus generaciones pasadas). Cada vez más me convencen los datos y relatos complejos que asocian pobreza, desigualdades y acumulación de riqueza, poder y tecnología.

Mucho rollo, me contestó. “Tú deberías ganar más y dejar de pensar. Los libros no te han servido de nada. Mírate. Despierta de tu mundo de fantasía. Tú no eres feminista porque cocinas, te maquillas y te depilas (a veces)”. Curioso. No soy suficientemente peluda para ser feminista. Con cariño y paciencia le hablé del feminismo y de los feminismos, de las olas y corrientes existentes, y de la revolucionaria idea de que las personas somos iguales. No sirvió de mucho. No le interesaba para nada todo lo que yo había leído y aprendido, y mucho lo que yo decía o hacía, salvo que fuera algo totalmente “terrenal” como hablar de la nómina y cocinar tortilla de patatas.

Me disgusté muchísimo, todavía lo estoy. No por pasar el mal trago de que te dejen, que no es plato de buen gusto. Ni por la química que pudo haber habido, que una no es de piedra. Me di cuenta de que, definitivamente, algo raro les está pasando a los tíos cachas para no querer comprender. Y a las mujeres intelectuales para no convencer. Y a mí nunca me ha gustado el “que les den”, aunque se lo merezcan.

 


Llano Ortiz, Carlos. (2017). El estado de la pobreza. Seguimiento del indicador de riesgo de pobreza y exclusión social en España 2008-2016. Retrieved from Madrid: http://www.eapn.es/estadodepobreza/

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