Carta a mi maternidad

Carta a mi maternidad

Miedo, sueño y enfado acompañan a la aventura de la maternidad. Las necesidades de las personas que se embarcan en ella son distintas a las de las personas que no lo hacen. ¿Por qué no se tienen en cuenta esas diferencias en la sociedad?

28/07/2017

OEX

Foto a contraluz de una madre alzando a su bebé en el aire

Eh tú, sí tú, esa que está ahí, ¿qué tal te va?

Pues esta, la que escribe, no quería ser madre, así que ya veis que empezamos mal, porque como siempre digo: ¡esto es para quererlo!

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Yo tenía que estudiar, viajar y montármelo por los parques, esas cosas que hacía con menos de 30. Y que eran mucho más emocionantes que todo este rollo, que otras ¨desdichadas¨ habían elegido para sí.

Pasados los años una ve imposible encontrar ese espacio en su vida, que si eres demasiado egoísta, que si no es buen momento y todo ese bla, bla que te rompe la cabeza.

Pero algo empezó a cambiar y un tema que parecía imposible de afrontar en mi vida, comenzaba a removerse por mis tripas. Cuando los novios/as pararon de circular y llegó ese compañero/a con el que decides pisar el freno, cambiar los planes de parque por los de peli y cepillos de dientes compartidos en el baño, ¨malo¨.

Empiezas a dejarte llevar por esa ruleta rusa de la ovulación y, entre meses de ensayo-error llega la noticia, tu panza comienza crecer, los vómitos a dirigir tu vida y el pánico a mostrarse en cada prueba que te hacen.

Un día, cuando quieres darte cuenta, tus ojos brillan demasiado, un dolor de regla brutal te conduce al hospital y todo el mundo empieza a decirte que tu vagina tiene que alcanzar el tamaño de un CD, sí unos 10 cm, como si todas las vaginas hubieran ido a la misma clase de Pilates.

Te parece que ahí, en el parto es donde acaba todo, ja, ja, ¡qué va¡ Esto se convierte solo en un duro trámite, donde todo comienza y sí, he dicho duro ¿qué pasa? yo parí así, a pelo y a gritos. Me da la impresión de que no podemos contar ni nuestra maternidad, otra vez la censura a la que estamos sometidas las mujeres, en la que encontramos tres opciones: callar, mentir o hacernos las tontas. Ya sé que queda mucho mejor decir que el parto es casi orgásmico, pero para mí no lo fue. Sí, sé, que hay estudios y experiencias que avalan los nacimientos maravillosos, os aseguro que algo sé del tema. Pero creo que hay que afrontar algunas verdades sobre esto del parir, ya que hay casos en los que pueden ser muy duros, incluso para algunas personas traumáticos, ya que nada sucede bajo sus expectativas. Y digo yo, que también habrá que dar espacio a las que lo han vivido así, ¿no? Ya que no todo el mundo ama a sus hijos nada más verlos, ni todas las familias se sienten realizados con ellos/as, incluso hay personas arrepentidas de haber dado un paso tan irreversible. Pero tranquilas, mis palabras no van a afectar a la reproducción humana ya quisiera yo tener tanta repercusión, así que me atrevo a decir lo que me da la gana. El caso es que eso, era solo el principio de lo que iba a quedarse a vivir conmigo y… ¡PARA TODA LA VIDA!

Mucho sueño, infinitooooooooooos ajustes en la pareja, reconversiones constantes a trio, falta de tiempo para una misma, elegir entre ¿trabajo remunerado o crianza 24 horas al día?, sentimiento de culpa, desgarro continuo y un dolor nuevo por todo lo que le pueda pasar a esa pequeña vulnerable.

Debo reconocer como algo muy potente que me sentí empoderada y que todo esto me hizo creer que a partir de aquí, ya podría con cualquier cosa.

El caso es que llegó ella, una bebé con cara de boxeadora, que se movía y lloraba queriendo teta todo el rato.

¿He dicho teta? otro temita del de verdades a medias en esto de la crianza y del que tampoco se puede decir cosas negativas, ni que duela, ni que moleste, ni que quieres tirar la toalla y, algunas pobres, venga a negar su evidencia y poner sonrisas mientras le sangran los pezones. Eh y que conste que soy pro lactancia materna, de ahí mi cabezonería con el sacaleches al que llevo pegada/esclavizada desde hace casi dos años por el dolor insoportable del amamantamiento de mi hija, que si frenillo, que si el agarre, la postura… el caso es que a mí me dolía.

Total, que entre todo esto, esa bebota y yo nos mirábamos con el terror de estar condenadas a entendernos y yo pensaba: ¿quién me mandaría a mí meterme…?

En ese momento, me di cuenta de que tanta lectura de maternidad y activismos, no me servía de mucho, ya que me había colocado al otro lado, ya no era lectora reflexiva y crítica, era una madre muerta de sueño, miedo y hormonada hasta los dientes con muchas ganas de llorar.

Pues sí, así fue mi maternidad, era toda mía y para mí, ya que sentí eso, algo solo de madres (en el caso de ser biológicas). No estaba sola, pero sí sentía que era muy solitaria.

Ya sé, ya sé, debo responsabilizarme de esto que acabo de decir, no me olvido que están las parejas (quienes la tengan), pero ellas, para mí, ocupan un lugar diferente en todo esto. Son el apoyo, la ayuda de la parturienta, encargadas de las gestiones menos apasionantes, pero necesarias para el indispensable equilibrio familiar.

Además, debo defender mi personal visión feminista que cada vez anda más cabreada. Somos distintas, sí, sí, nada de igualdad. No creo en ella. No somos iguales, quiero lo mío, desde mis diferencias, desde la posición que yo ocupo en este mundo y, más ahora como madre. En esto tenemos todas las de ganar y también de perder, esto nos hace diferentes y únicas. ¡Y si el mundo no está preparado para asumir la diferencia y la diversidad que se prepare!

Los gestamos, los parimos, los cuidamos, los alimentamos y somos los últimos brazos que recogen sus disgustos, caídas, gases y mil y una excusas para llorar y gritar a moco tendido y esto y muchas cosas más, nos hacen distintas a ellos…

Pero ya que estoy hablando de mi maternidad. Aprovecho el espacio para la queja y el enfado que supone, el que no haya una conciliación laboral real, ni leyes que afronten en profundidad el tema, ningún espacio para sacarse leche adecuado, infraestructuras no hechas para ruedas, además de una baja de maternidad indigna.

¿Pero qué pasa que vosotros/as señores y señoras de las leyes, no habéis tenido hijos/as?, ¿os habéis planteado alguna vez, lo mayor y autónomo que es un bebé de 16 semanas?

¿Me pregunto qué intereses o desintereses hay para que la maternidad esté tan maltratada? ¿Acaso no somos todos padres, madres, hermanas y familiares de esos seres a educar que serán nuestro futuro y que precisan cuidados todo el día?

Pero debo decir una cosa antes de acabar este mix de memorias, quejas y reivindicaciones. Que esta historia, la de mi maternidad para bien y para mal, es mil veces más emocionante que aquellos periplos míos por los parques y que aunque sigo asustada, sé que lo estoy haciendo muy bien.

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