‘Rara’ o el dibujo de una familia homomarental

‘Rara’ o el dibujo de una familia homomarental

La gran sorpresa chilena de los festivales de cine de San Sebastián y Berlín da voz a una niña de 13 años que vive en una familia homoparental llena de afecto y de alegría. A través de los ojos de la joven Sara su directora habla de la pubertad, de la separación, de la lucha de sus padres por la custodia y de la presión social ante una familia no tradicional. Entrevistamos a Pepa San Martín, directora y guionista de 'Rara', quien nos cuenta cómo ha afrontado su primer largometraje.

Sara y su hermana Cata duermen abrazadas a su madre y a Lina, la pareja de su madre.

La pequeña Cata enseña a su hermana Sara el dibujo que acaba de hacer. Ha retratado a su familia al completo: ella, su gatito, su abuela, su hermana, su madre y la novia de su madre. Sara, alarmada por el dibujo enseguida le advierte: ‘‘No puedes dibujar a las dos juntas, y menos aún puedes decirle a tus compañeros del cole que tienes dos mamás’’.

Pepa San Martín hace una representación fílmica con la misma mirada que la pequeña Cata. Son frecuentes largos planos generales que narran la crianza de las niñas. La directora apuesta por normalizar el retrato de una familia homomarental y para ello dibuja en pantalla la cotidianeidad de un hogar cualquiera: los cumpleaños, las escuchas a hurtadillas desde la escalera, la lejanía del mundo adulto o la vida en el colegio. Al escribir el guión la directora quería que Cata fuera un personaje amado por el público: ‘‘Es una niña que por su inocencia desprende luz, es torpe, espontánea y divertida. Algo así como una Pequeña Miss Sunshine chilena. Quería que ella fuera el recuerdo propio que tenemos de cuando éramos niños”.

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La película Rara respira gran naturalidad y mantiene ante todo un tono amable y ligero. Para conseguir esa frescura es fundamental el trabajo de las jóvenes actrices Julia Lübbert (Sara) y Emilia Ossandon (Cata). Como protagonistas absolutas, sus interpretaciones son las que le otorgan gran fuerza y verosimilitud a la historia. Antes de dar con su versión definitiva, San Martín tuvo que tirar varios guiones a la basura. Al principio escribió la historia desde el punto de vista de la madre pero, al no funcionarle, apostó por cambiar el punto de vista al de las niñas.

A la hora de afrontar el casting para ella era vital que las niñas tuvieran la misma edad que los personajes que ella había escrito: 13 y 9 años, para que en todo momento se pudieran amoldar y pudieran sentirse cómodas interpretándolos. San Martín nos cuenta cómo tuvo tres meses de preparación con ellas: ‘’Salíamos a dar un paseo las tres juntas, íbamos a una exposición, a tomar un helado… Traté de generar un vínculo entre ellas, lo que hace creíble que son hermanas en la película. Una vez en el rodaje procuramos mantener un set de niños cómodo y agradable para ellas. Tuvimos horarios flexibles y un ritmo de trabajo muy lento, adaptado en todo momento a ellas. Ambas respondieron a la perfección. Por mi parte exigió un trabajo de escucha y de atención absoluta hacia sus necesidades’’.

El personaje de Sara, en plena eclosión adolescente, cada vez siente más encima el peso de esos cuchicheos a la espalda, rodados fuera de foco y situados siempre detrás de nuestra protagonista, como un murmullo del que ella no puede escapar. Perlas como ‘‘he oído que eso de ser lesbiana puede ser genético’’, o ‘‘¿crees que alguna vez te han molestado por la opción sexual de tu mamá?’’ se suceden en su entorno. Son prejuicios envenenados lanzados por amigas del instituto, profesores, y su propio padre, que hacen que su mundo se tambalee. Los personajes adultos proyectan constantemente la idea de que las niñas sufren discriminación y su bienestar emocional está en peligro. Por lo contrario, la película no muestra ningún tipo de acoso hacia ellas, ninguna situación de violencia o de estigmatización. Sara sólo sufre en silencio la violencia de la autocensura y del tabú.

 La historia de la jueza Atala para no-convencidos

Rara está basada en la historia de la jueza Karen Atala, a la que el Supremo chileno le quitó la custodia de sus hijas por ser lesbiana. La jueza demandó en 2004 al Estado chileno ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por la vulneración de varios derechos fundamentales. Pepa San Martín tenía muy claro que ‘‘quería rodar una película para los no convencidos de los derechos de los homosexuales, que en Chile hay muchos. Y la manera de entrar a esas personas es a través del humor y de la cercanía’’. Y añade que: ‘’Se tiene la falsa percepción de que para que las películas sean profundas tienen que ser oscuras y, por el contrario, una película luminosa siempre es ligera o superficial. Rara es una película profunda y a la vez luminosa y esperanzadora’’.

Precisamente ese punto de vista infantil genuino y ese tono luminoso es lo que gustó tanto al jurado de la sección Generation de la Berlinale, que premia películas dirigidas a un público joven. Rara además cuenta con el premio Horizontes Latinos en el Festival de Cine de San Sebastián 2016.

Sara, la protagonista de ‘Rara’, escucha ausente las conversaciones que ocurren a su alrededor

En la última edición de la Berlinale acaban de premiar a otra película chilena de temática LGBT: Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio. A la pregunta de si se adivina cierta tendencia en el cine de su país San Martín responde: ‘‘En Latinoamérica se hace cada vez un cine más político, más comprometido. El cine tiene un poder enorme de modificar la percepción de la gente hacia ciertos colectivos o problemáticas. Simplemente, narrar una historia en forma de película le otorga mayor credibilidad. La sociedad avanza más rápido que las leyes. Y el cine existe para testificar los cambios sociales y hablar de ellos’’.

Conflicto y norma

La segunda mitad de la película explora el conflicto principal del guión, y habla en sí del caso Atala y del juicio por la custodia de las niñas. Pero, al estar contado desde el punto de vista de ellas, el juicio ocurre en off. Les pesa verse obligadas a ir a los juzgados a decidir si quieren vivir con su madre o con su padre. Y son testigo de cómo escala la tensión entre el padre y la madre.

Pero el conflicto principal de la película no es ese; sino Sara y su fiesta de cumpleaños. Se siente incómoda invitando a las amigas a casa de su madre. A diferencia de su hermana pequeña, Cata, ella teme exponerse públicamente y prefiere vivir el hecho de tener dos madres como una circunstancia privada. Se comporta de forma muy cauta por el riesgo de ser excluida. Prefiere celebrar la fiesta en casa de su padre y de su nueva pareja, una mujer. Es un hogar que a lo largo de la película se ha descrito como contrario a la casa de la madre, más rígido y tradicional, donde no está permitido hacer burbujas con el batido ni una puede sentarse de cualquier forma en la silla. Este lugar representa una zona de confort heteronormativa donde Sara no tendrá que dar explicaciones ya que el binomio hombre-mujer no desafía ninguna norma establecida.

Pepa San Martín, directora y guionista de ‘Rara’.

A raíz de la negativa de celebrar el cumpleaños en casa de mamá, el padre se ve con la autoridad de luchar en los juzgados por ‘salvar’ a sus hijas de tener dos madres lesbianas. De esta manera, Sara funciona como un personaje desestabilizador en la película y, de forma involuntaria, reactiva una guerra sucia entre sus progenitores por la custodia de ella y de su hermana. El público asiste con gran impotencia a ver cómo la capacidad de decisión de las niñas queda anulada como menores de edad que son. Ellas quieren vivir con su madre, lo dicen alto y claro, aunque los familiares de Sara, en especial su padre y su abuela materna, distorsionan y manipulan esa voluntad real de las niñas a favor de salvaguardar los valores de la familia tradicional.

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