¿Quiénes queremos ser madres?

¿Quiénes queremos ser madres?

Sobre el cómo el y el porqué escribir sobre esta “maternidad” ahora

03/03/2017

Silvia Nanclares

Este texto se enmarca en el lanzamiento de su primera novela, ‘Quién quiere ser madre’ (editorial Alfaguara).

Portada de 'Quién quiere ser madre'En 1994, Laura Freixas, al ser madre por primera vez, y de una hija, se vio impelida por la necesidad de compilar una serie de relatos que publicó bajo el título ‘Madres e Hijas’, un clásico de la literatura contemporánea en castellano (y no solo “de mujeres”). En él, un buen y selecto puñado de autoras abordaban con sus relatos, un tema infrarrepresentado en la literatura universal: la relación madre e hija. Freixas lo escribió al darse cuenta del hueco simbólico y cultural que presentaba la literatura, creando así su propio espejo, ese que no había encontrado en su nutrida biblioteca. Y a juzgar por el éxito de ventas del libro y sus sucesivas reimpresiones, existía una necesidad colectiva no cubierta de mirarse en ese espejo.

Hoy, veintitrés años después, Freixas sigue denunciando el déficit de visibilidad de las mujeres en la escena cultural española, desde la autoría como desde las representación. En el caso concreto de la literatura, el guión, la dramaturgia, sigue habiendo una demanda de personajes complejos que narren la cantidad de matices y nuevas situaciones de la mujer contemporánea más allá de los estereotipos.

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Cuando, hace ya un año y medio, empecé a escribir la novela autobiogŕafica ‘Quién quiere ser madre’, me encontré en una situación parecida: con un vacío simbólico. No tenía genealogía. O los imaginarios a los que, como mujer deseante de maternidad, me arrojaba la ficción no solo no me representaban sino que me apretaban como una talla 38. ¿Dónde estaba la ficción literaria en la que se abordara el deseo de ser madre, esa tierra de nadie entre querer ser y ser y no ser? De noche, solo se me aparecía el fantasma de Yerma o todas las representaciones tópicas y desesperadas de mujeres deseosas de cazar a un hombre a través del embarazo. Pero, ¿dónde estaba la historia de alguien como yo, la historia de alguien que quiere quedarse y no lo consigue? Sin más. Ni menos.

Escarbé entre distopías reproductivas, desde El cuento de la criada, de Margaret Atwood, hasta Mujer sin hijo, de Jenn Díaz, y obras poéticas como la de Gabriela Mistral. Algunos retazos se acoplaban a mi experiencia, pero no acababa de encontrar una narración que me representara, que me contara, que nos contara (porque enseguida descubrí que éramos, que somos muchas). La mayoría de los textos de ficción que abordan la fertilidad lo hacen desde el fracaso, la infertilidad; la inconveniencia o la imposibilidad, es decir visiones, en su mayoría trágicas cuando no culpabilizadoras, del aborto, o desde el deseo superado de no ser madre y la consiguiente adscripción en las filas de la no maternidad (bendita nueva categoría). El capitalismo nos obliga a posicionarnos en términos de éxito o fracaso. No hay lugar para las medias tintas del querer ser, del estar intentándolo, peor aún, no estar consiguiendolo. Qué vergüenza. Nadie querrá oír tu historia hasta que no tengas pruebas concluyentes de que lo conseguiste, y entonces ingresarás en la categoría de las madres y podrás dialogar con el espejo cada vez más diverso y creciente de todo tipo de maternidades en la literatura y el ensayo contemporáneo.

Supe entonces que no me quedaba más remedio que escribir esta novela. Ha sido difícil, sobre todo, por la falta de perspectiva sobre mi propia experiencia, ya que ha sido escrita prácticamente en paralelo a mi primer intento consciente de quedarme embarazada. Y encima acaba de cumplir los cuarenta. Pero esa es otra historia, que también se cuenta en el libro. He tratado mi propia búsqueda y mis dificultades para quedarme como un síntoma de un momento vital y social en el que me encuentro. He tratado de construir un relato emancipador sobre la realidad que me acuciaba y de la que no encontraba eco en la literatura. Me he escrito antes de que me escriban. Espero que muchas otras personas sientan que el libro es un marco en el que entrar, un foto colectiva que nos represente. O no, espero haberme dejado muchas cosas fuera, para que continúe el hilo de la ficción. Y se abran muchos nuevos debates.

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