“Pensar que me lo quitaron todo me hace ser más mapuche”

“Pensar que me lo quitaron todo me hace ser más mapuche”

Stefanie Pacheco Pailahual, integrante de la Comunidad de Historia Mapuche, retrata el panorama de la situación de su pueblo en Chile. ¿Qué queda de las leyes aprobadas durante la dictadura de Pinochet? ¿Qué mejoras se han logrado en los últimos años? “En mi generación el reencuentro identitario está siendo muy fuerte y eso va a seguir en escalada”, afirma desde Madrid, donde estudia un postgrado con el objetivo “de luchar desde la academia para cambiar las perspectivas”.

Texto: Emma Gascó
23/03/2017
 Stefanie Pacheco Pailahual, durante la entrevista.

Stefanie Pacheco Pailahual, durante la entrevista.

Viernes por la tarde. Stefanie Pacheco Pailahual, estudiante de postgrado, cuenta que lleva unos meses en Madrid, donde existe una organización de apoyo al pueblo mapuche. Aunque la red de apoyos más numerosa y activa está en el Norte de Europa, herencia de la gente refugiada que salió de Chile con el golpe de Pinochet de 1973.

—Antes del golpe militar, dentro del movimiento de izquierdas en Chile, [el entonces presidente, Salvador] Allende incluyó de ‘cierta manera’ al pueblo mapuche. Fue estratégico, necesitaba su reforma agraria y para poder entrar al Sur necesitaba esa conexión. Cuando se produjo el golpe militar, de los más afectados fueron los grupos indígenas, porque eran el último eslabón de la izquierda…

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Muchos no lograron huir, cuenta Pacheco Pailahual, que es integrante de la Comunidad de Historia Mapuche, pero otros fueron acogidos como refugiados en el Norte de Europa. Hoy sus hijos e hijas siguen identificándose como mapuches e incluso mantienen la lengua y las costumbres. Esta activista ha hecho una ruta conociendo a los lamgnen. ¿Lamgnen?

—Los lamgnen, los hermanos, así es como las mujeres mapuches llamamos al resto de las personas de la comunidad. Como la gente de izquierdas se llamarían “compañeros”. Acá el vínculo es muy fuerte. En Alemania hasta hace unos años había una academia de la lengua mapuche, para los hijos de los refugiados que no lograron acoplarse a la cultura de la manera tradicional.

¿Qué ocurrió tras la reforma agraria de Allende?
—Allende empezó a entregar tierra a los campesinos, y al pueblo mapuche le devolvió. Digo ‘devolver’ porque el territorio mapuche hasta mediados del siglo XIX era bastante extenso. El Estado chileno lo invadió y lo fue reduciendo. Del total de las tierras, le entregó a las comunidades mapuches títulos del cinco por ciento del territorio (hoy debe de estar aproximadamente en el uno por ciento). Luego incorporó a colonos, principalmente suizos, alemanes y franceses, ideal para “mejorar la raza”, como decía la ley. Ese porcentaje que se perdió es el que se demanda, ni siquiera las tierras completas.

¿Ha habido algún cambio con la actual presidenta, Michelle Bachelet?
—El avance en derechos indígenas es nulo. Constitucionalmente, Chile no reconoce a los pueblos indígenas, sí existen etnias, pero no nos da la categoría que merecemos. Quisiéramos que al menos nos reconocieran la lengua. Con Bachelet, murieron dos lamgnen asesinados por carabineros, por la espalda, cuando estaban recuperando terrenos.

¿Dos hombres?
—Sí, Matías Catrileo, que era compañero mío de universidad en ese momento, estudiante de Agronomía. Y Jaime Mendoza Collío. El Estado no reconoce esos asesinatos como muertes políticas. En la región de la Arauncanía existe armamento militar para operar ahí y el trato es bastante duro. Hace poco los grupos feministas estaban levantando la voz porque una lamgnen tuvo que dar a luz engrillada y amarrada a la cama. Esto fue documentado por la médica que estaba en el hospital, que no podía hacer nada frente a las fuerzas de Gendarmería. Luego le quitaron el bebé…

¿Hubo respuesta por parte del movimiento feminista?
—Justamente ahora estamos en una coyuntura por los derechos de la mujer bastante fuerte, porque en los últimos meses hubo dos feminicidios brutales. En todas las ciudades hubo marchas, las redes sociales están a tope con esto… Por primera vez veo que el país está muy implicado en el tema.

¿Hay una alianza entre movimiento feminista y movimiento mapuche? ¿Se permean o el movimiento feminista es principalmente blanco?
—Es mestizo, aunque se quisiera reconocer como blanco. Y sí, hay mucha solidaridad y hay interacción. La mujer mapuche sufre tres veces violencia: por indígena, por estar tradicionalmente ligada al estatus económico más bajo y porque, en este acoplamiento a lo occidental, la mujer perdió mucho poder. A pesar de que la sociedad mapuche era patriarcal, la mujer tenía un rango de acción y de agencia mucho mayor.

Hay lonkos [líderes en comunidades] que son mujeres…
—Sí, como Juana Calfunao, muy reconocida. Y hay otros roles, como el de machi, guía espiritual y encargada de la toma decisiones de la comunidad. Cuando nuestra cultura se acopla, la mujer pierde, antes era consultada… Antes, cuando un hombre agredía a una mujer pasaba a ser un tema de la comunidad y tenía un ajusticiamiento.

¿Cuando dices “antes” te refieres al siglo pasado?
—A mediados del XIX. Luego el Estado chileno rompe con las lógicas de las comunidades al parcelar las tierras. Al introducir la propiedad privada, se generan tremendos conflictos internos y se empiezan a desconocer los liderazgos antiguos, sobre todo los de las mujeres.

¿Se cortó la trasmisión de la cultura?
—Muchas personas en Chile desconocen su origen mapuche y viven a la usanza chilena. Dicen que no nos podemos considerar mapuches si no vivimos de forma tradicional. Y yo no estoy de acuerdo. Por ejemplo, desde la poesía, hoy nace una categoría que se llama la mapurbe (mapuche y urbe), acuñada por el poeta mapuche David Añiñir, en referencia a Santiago, donde vive el mayor porcentaje de población mapuche de Chile.

¿Cuántos mapuches viven en Chile?
—En torno al millón, y Chile tiene 18 millones de habitantes. La forma de medir quién es mapuche es complicada porque rastrean tus apellidos. Pero mucha gente se cambió los apellidos cuando se insertó en la sociedad chilena. Sufrían todo tipo de humillaciones y en la escuela se les prohibía hablar mapudungun. Mi abuelo, que tiene más de 80 años, hace poco lo escuché hablar por primera vez mapudungun. Yo no sabía que lo hablaba. Estábamos a la mesa con mis tíos, sus hijos, que se quedaron boquiabiertos porque nunca le habían escuchado. Y él tampoco se reconoce. A él le tocó asimilarse. Vivió una especie de arriendo. Entonces las mamás tomaban a sus hijos y los cedían a latifundistas como siervos. El latifundista le entregaba una cifra muy baja de dinero a la madre y le daba de comer al hijo. Mi abuelo se crió desde los diez años así. No tuvo ninguna conexión con su comunidad y siempre sirvió a polacos, a españoles y a alemanes.

¿Como campesino?
—Sí, y trabajando la casa, para lo que pudiera servir. Por eso dentro del movimiento decimos que es mapuche quien tenga origen, independientemente de la relación que tengas con una comunidad.

¿Cómo ha sido en tu caso?
—Yo soy ejemplo del gran despojo cultural, con un abuelo que tuvo que ser entregado porque si no se moría de hambre. Tenemos una generación sin filiación con una comunidad y tenemos el origen. En el caso de Chile, un país muy neoliberal, muy consumista, con una tremenda basura debajo de la alfombra, reivindicamos las prácticas de vida indígena… Pensar que me lo quitaron todo me hace ser más mapuche. Yo hoy lo quiero todo: mi lengua, mi cultura, quiero volver a la tierra también. Y no por eso despojarme de lo que me entregó la cultura occidental.

¿Hay reivindicaciones de las mujeres mapuche a los hombres mapuche?
—El movimiento ahora se está planteando eso, es reciente, porque todas las luchas estaban siendo lideradas por los hombres. En todos lados están apareciendo voceras mapuches, que reivindican una lucha más transversal, porque se daban dinámicas muy patriarcales, ellos eran los voceros y los que tomaban las decisiones. En el movimiento hay mucho machismo. Los hombres mapuches tienen mayor acceso a la educación y tratan de tener cargos de poder, están educados para eso.

Y hacia afuera, ¿cuáles son las principales reivindicaciones?
—La recuperación de la tierra y la lengua, y ahora está la bandera de la autonomía, un concepto que se suele tergiversar mucho. En cuanto a educación, significa que podamos enseñarnos en nuestra cultura, sin dejar lo otro de lado. En salud, que se incorporen, por ejemplo, machis [personas líderes espirituales y médicas tradicionales] en los hospitales. En tema de justicia, que haya legislaciones específicas y una cuota de decisión política, en el parlamento, por ejemplo.

En el territorio mapuche actual, ¿se están dando resistencias frente a los megaproyectos e infraestructuras?
—Sí, sobre todo ante hidroeléctricas y proyectos forestales. Como en la zona mapuche los ríos son caudalosos y han sido preservados, hoy están en las miras de los proyectos hidroeléctricos. Donde se instalaron, hay comunidades muy empobrecidas. Y, aparte, están las empresas forestales. [El dictador Augusto] Pinochet introdujo una ley para subsidiarlas.

¿Para tener menos resistencia por parte de los mapuches?
—No, por afán económico. En ese momento estaba todo Chile dominado y la resistencia que hubo fue mínima. Las forestales se instalaron principalmente en la región del Biobío, con árboles exógenos, pino y eucalipto, que crecen muy bien, pero degradan la tierra. Entre esto y la sequía hay comunidades que ya no tienen agua ni para beber ni para sembrar nada. El agua en Chile es privada, eso también lo dictaminó Pinochet. Por ejemplo, si yo encuentro una napa de agua en tu terreno, la puedo registrar y patentar a mi nombre. Hubo gente con poder que se quedó con el agua de los indígenas.

¿También hay casos de paralizaciones de proyectos?
—Sí, el caso del proyecto de hidroeléctrica en Panguipulli, de Endesa, que no prosperó, por ejemplo. En cuanto a la recuperación de tierras, a muchas de las comunidades que han estado en lucha se les va entregando terrenos. Pero es complejo, porque el Estado es el que compra las tierras a los privados y muchos de ellos han duplicado, triplicado precio. El dinero del Estado se va a los privados, quienes nos robaron en su tiempo.

¿Y en el ámbito cultural hay avances?
—En mi generación el reencuentro identitario está siendo muy fuerte y eso va a seguir en escalada. Y va a significar que el Estado no va a tener otra opción que hacerse cargo del tema de manera seria, porque va a ser una demanda transversal. Hoy en Chile está permeando cada vez más una valoración positiva de lo indígena y el sector mapuche está accediendo mucho más a la Universidad. Somos muchos los que estamos en postgrado acá en Europa y nuestro propósito es contar la historia de nuestro pueblo. En mi caso, tratar de luchar desde la academia para cambiar las perspectivas. Cada uno con su trinchera, desde la poesía, los artistas visuales, las bandas de música, tenemos toda una red que está creciendo…

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