La sociedad de consumo y el aquí te pillo, aquí te mato

La sociedad de consumo y el aquí te pillo, aquí te mato

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01/10/2016

Texto anónimo

Dos amigas, feministas, hablan en un bar sobre la capitalización de las relaciones afectivas, de cómo estas se han redefinido en los términos en los que se sostiene el sistema capitalista. La transcendencia de aquellas queda reducida a cenizas al ser contempladas como experiencias vitales que llegan (o las buscas), las “vives” y se van. Y así, van acumulándose a lo largo de tu vida, casi sin pena ni gloria. Pero ahí están, que a fin de cuentas, es lo importante. Patriarcado y capital, vaya bomba.

Uno de los postulados del calvinismo (elemento cultural por el que las sociedades anglosajonas abrazaron el capitalismo con anterioridad a las demás) es el que establece que la felicidad deviene de la acumulación de riqueza. Para un sistema económico como aquel, asentarse en sociedades de tradición calvinista fue coser y cantar. Pues bien, os propongo un juego. Sustituid riqueza por relaciones sentimentales a ver qué sale. Voilà, las relaciones humanas se han convertido en meros bienes de consumo cuya acumulación nos hace sentir felices. Se acaba una relación y estás jodida pero tranquila, que ya tendrás más, y más y más…

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¿Hasta que la muerte nos separe? No, no me refiero a eso. Lo que propongo es que los parámetros en los que se ha venido definiendo la sociedad de consumo no contaminen, también, la forma en la que nos relacionamos. Pero rebobinemos.

Dos amigas hablan y comparten pero también discrepan. Están de acuerdo hasta que una de ellas añade que la ecuación puede aplicarse a la forma en la que asumimos y vivimos el sexo esporádico, puntual, circunstancial, pasajero, el clásico pim pam pum, vaya. A este argumento le sigue el siguiente: “ser feministas nos tiene que compensar o ¿nos vamos a quedar también sin follar?”.Y es aquí a donde quería yo llegar. O sea, que el amor no puede ser de usar y tirar, pero el sexo sí. ¡A follar que el mundo se va a acabar! Aunque haya muchas posibilidades de que no sea un polvazo y de que él sea un machirulo (con casi toda seguridad la primera vendrá causada por la segunda), pero todo eso da igual porque cuentas con una experiencia más que contarle a los demás. Y eso, amigas mías, es un factor de éxito. O sea se, el éxito deviene de la acumulación de vivencias, aunque estas sean una puta mierda.

El heteropatriarcado expropió a las mujeres lo único que era, es y será propiamente suyo, su cuerpo. De ahí la cosificación, la penalización del aborto, y un porcentaje preocupantemente alto de mujeres que jamás han experimentado un orgasmo, pero es que además este modelo económico-social nos ha hecho creer que la liberación sexual de las mujeres es directamente proporcional a la cantidad de tipos que pasan por su cama. ¡Wow! Philips Morris nos la coló con que molaba que las mujeres fumásemos, la remachadora con que currásemos fuera de casa y ahora corro el riesgo de quedar como una santurrona si digo que esta idea es una gilipollez. Estaré empoderada cuando recupere aquello que este sistema arrebató a las mujeres, joder, mi cuerpo y la capacidad de decir que no, o que sí y al rato que no, o que no y después que sí… de decidir, al fin y al cabo, de follar con iguales y de correrme, coño, o al menos de echarme unas risas si la cosa no funciona.

En definitiva, nos la colaron de nuevo. Lo dicho, patriarcado y capital, menuda bomba.

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