‘Soft Fiction’: deseo y agencia para sujetas incorrectas
Intimidad, memoria, sensualidad, cine, deseo y empoderamiento son algunos de los ejes de la película de Chick Strand que ha activado la escritura coral de un libro de ensayos editado por Consonni.
A partir de año 2007, Virginia Villaplana comienza a contactar con distintas personas y les propone escribir sobre la película Soft Fiction, dirigida por Chick Strand en 1979. Rodada en 16 mm, se trata de una aproximación feminista y etnográfica a la sexualidad de las mujeres, en la que se desafían los estereotipos sobre sus experiencias y fantasías eróticas. La película, poniendo en acción un lenguaje audiovisual propio del cine underground y vanguardista, se compone de cinco monólogos, a través de los que se puede indagar en las experiencias sexuales de cinco mujeres de Los Ángeles, amigas de la cineasta.
Si quieres conocer algo más del cine de Chick Strand puedes ver dos películas online: Loose Ends (Chick Strand, 1979) y Fake Fruit Factory (Chick Strand, 1986)
Intimidad, memoria, sensualidad, cine, deseo y empoderamiento son algunos de los ejes más sugerentes de la película; también son algunos de los conceptos que activan la escritura de los ensayos que componen el libro editado por Consonni en 2016. Este, también recoge los escritos y materiales visuales y artísticos que fueron generados en un taller de mediabiografía en 2009, Bilbao. La mediabiografía es una propuesta de Villaplana en la que la tecnología se muestra en su nexo con la vida, evidenciando su registro, archivo y sampleado. Tiene su origen en la intención de crear relatos colaborativos que observen la transformación de la vida cotidiana; se articula colectivamente a través del uso de las tecnologías que se generan y producen en la intimidad.
Soft Fiction. Políticas visuales de la emocionalidad y el deseo.
Un homenaje al cine de Chick Strand, está concebido como un “dispositivo de escritura activo” y un “dispositivo de disección poética”, dice Virginia Villaplana, editora del volumen. Dispositivo es, para Deleuze, un conjunto multilineal, una máquina para hacer ver y hacer hablar. La película Soft Fiction ha sido entonces otro dispositivo fundamental pues, como hemos dicho, activó la escritura coral del libro; la película y los ensayos se interrogan sobre la intersección de las memorias, los afectos —sobre todo, el deseo—, y sus mediaciones. Especialmente las que pasan por las praxis que, sin desatender la palabra, se preocupan de lo visual: “Filmar, nombrar, registrar, fotografiar, digitalizar la memoria afectiva y cómo la historia incide en las relaciones personales, la sexualidad, el amor y el activismo político, es el nexo que une los ensayos y relatos que componen este libro” (Villaplana, p. 21).
Un trabajo colectivo en el que puedes leer a Manu Aguirre; Caroline Betemps, June Fernández y Medeak; Harriet Brown; Giles Deleuze; María Díaz Merlo y Fefa Vila; Habiba Djahnine; Gabriela Golder; Mariana Gržinic; Ainhoa Güemes; Eduardo Hurtado; Angela Melitopous; Julia Morandeira; Saioa Olmo; R. Lucas Platero; Montse Romaní; Paula Rabinowitz; María Ruido; Sandra Shäfer; Hito Steyerl; Juan Antonio Suárez; Nataša Sukič; Susana Talayero; Sayak Valencia; Virginia Villaplana; Itziar Ziga y Maider Zilbeti. Un volumen editado exquisitamente por la productora de arte contemporáneo Consonni y cuyo diseño gráfico ha sido obra de Susi Bilbao. Un libro necesario que introduce problemáticas y debates que, generalmente, se han desatendido en los entornos de discusión generados tanto por la academia, como por los activismos e incluso los medios de comunicación del Estado español.
Chick Strand desveló que el germen la película era el primero de los monólogos que componen su film etnográfico. En él se evoca el “deseo de ser algo liso, bruñido y metálico como una barandilla, y después convertirse en un organismo sinuoso y esquivo como un gato” (Suarez, p. 38). Lo cotidiano y su representación, el sexo y el cuerpo, las mujeres, su agencia y resistencia, son algunas de las propuestas que hacer desbordar las páginas de este libro, que reúne una enorme variedad de aportaciones: desde textos que abordan reflexiones teóricas sobre el cine experimental feminista y de memoria, las implicaciones políticas de ciertas propuestas documentales junto a relatos poéticos, visuales, diarios íntimos, conversaciones a vuelapluma…
A través de estas aportaciones de muy distinto calado, se evidencian, discuten o encarnan las formas políticas del deseo; también, película, libro, textos y fotografías que lo componen, constituyen una invocación a la vida: “Tantas cosas me dan la gana y con tanta intensidad que a veces tengo miedo de que todo mi interior se me salga hacia fuera como si de un jersey reversible se tratara y me quede completamente dada la vuelta” (Olmo, p. 235). Las aportaciones celebran el poder de actuar de las mujeres o los sujetos queer, como también lo exploraron Strand y sus informantes a través de ese desvelar sus “deseos, fantasías y experiencias políticamente incorrectas” (Rabinowitz, p. 50).
Soft Fiction es una apuesta feminista por conformar otras memorias, otros relatos, otras representaciones que escapan de la hegemonía de la historia del Estado-nación. Esa que generalmente fue desarrollada por hombres blancos heterosexuales de clase media/alta y que, como no podía ser de otra manera, se ocupó de sus problemáticas y de sus quehaceres en la arena pública. Este libro va un poco más allá, pues en su desafío teórico no solo se encarga de introducir y proponer narrativas sobre la sexualidad y el deseo de los sujetos que se reconocen como mujer o queer, construyendo un imaginario que a pesar de estar invisibilizado es resistente, sino que en su propuesta desafía el positivismo de los modos de hacer historia, de producir relatos, de conocer y reconocer los afectos y las identidades. De ahí la importancia que concede al complejo territorio de la intimidad, la memoria y la subjetividad, su interés por las fantasías y cómo las representamos y contamos.
Las distintas aportaciones del libro proponen pensar sobre el deseo de manera atravesada, por el género, la raza, la clase social. Lo hacen desde perspectivas diversas, y es ese uno de los aspectos más enriquecedores del volumen: desde la historia del cine a la propia praxis audiovisual o a través de distintas encarnaciones y reflexiones sobre el deseo en el ámbito de lo cotidiano. El territorio de lo íntimo se desvela en Soft Fiction. Políticas visuales de la emocionalidad y el deseo. Un homenaje al cine de Chick Strand como lugar político en el que construimos y cuestionamos nuestras memorias y subjetividades, organizamos, expandimos u olvidamos nuestros relatos y nuestras historias; ese lugar en el que nos hacemos cargo de la vida.