Roberta Gregory: pionera del cómic lésbico

Roberta Gregory: pionera del cómic lésbico

Autora de cómic 'underground' en la época del 'Women´s Lib', inspiró a las posteriores generaciones de dibujantes que decidieron hacer del cómic, y de la temática lésbica, una manera de estar en el mundo.

21/09/2016

 

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Autora a finales de los años noventa de Bitchy Butch, “la bollera más rabiosa del mundo”, Roberta Gregory (Los Ángeles, 1953) fue inspiración para una serie de creadoras que decidieron hacer del cómic, y de la temática lésbica, una manera de estar en el mundo. Tras ella, conocidos referentes, como Alison Bechdel (Fun Home; Unas bollos de cuidado), así como otras menos visibles pero no por ello menos importantes, como Donna Barr (Desert Peach; Stinz), Diane DiMassa (Hothead Paisan; Homicidal Lesbian Terrorist), Jennifer Camper (Rude Girls and Dangerous Women; SubGURLZ) o Leanne Franson (Liliane, Bi-Dyke) han terminado de dar forma a esta escena aún poco conocida.

Una de las fuerzas motrices en la creación de cómic”—explicaba Gregory en una entrevista concedida en noviembre de 1995 a la revista BI— “ha sido siempre que alguien diga, ‘me gustaría leer un cómic sobre esto’… y que no pueda hacerlo. ¡Alguien tendrá que ponerse a ello! Fui la primera lesbiana en el mundillo underground en plantear una historieta con esas inquietudes”. Gregory, de hecho, había hecho ya hincapié en ello en Becoming Feminist (1977), una rareza dentro de su obra en la que habla de su relación con el medio, y de cómo en su infancia y adolescencia era casi imposible encontrar cómics escritos y dibujados solamente por mujeres, incluso en el ambiente undergroundHasta que encontró Pandora´s Box, cómic autoeditado por Lyn Chevely y Joyce Farmer, conocidas en el ámbito más batallador y feminista del cómic underground por su Tits & Clits; publicación que, junto a Wimmen´s Comix, supuso la avanzadilla y la inspiración para toda una eclosión inmediata de títulos hechos por mujeres, como All Girl Thrills, Girl Fight Comics, Illuminations y Dyke Shorts, entre muchos otros. “Todas estas mujeres eran divertidas, irreverentes, directas… rudas. También eran feministas, y estaban orgullosas de ello”, recalca Gregory en Click, Becoming Feminist.

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Estamos hablando de los primeros años setenta, momento en que la escena underground de la historieta tejió, entre la bahía de San Francisco y Long Island, en Los Ángeles, el fenómeno del comix hecho por mujeres. Publicaciones autoeditadas por autoras como Trina Robbins, Aline Kominsky, Lee Marrs, Diane Noomin, las ya mentadas Chevely y Farmer, y un largo etcétera. Roberta Gregory, familiarizada con el medio a nivel mainstream por la labor de su padre como guionista de cómics Disney, entraría a formar parte de esta escena al margen en 1974: Wimmen´s Comix publicaba en su número cuatro A Modern Romance, cuatro páginas de parodia lésbica sobre el amor romántico firmadas por la autora. No fue la primera historia en abordar el tema del lesbianismo en la publicación, pero sí Gregory la primera lesbiana en dibujar sobre ello, lo que le sirvió a Wimmen´s Comix para resarcirse de las acusaciones de “rampante heterosexualidad” en sus filas.

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robertagregory_dynamitedamsels Como ha contado Gregory en varias ocasiones, verse publicada le dio alas para llevar a cabo su propio comix feminista. Fue en 1976, a través de la editorial propia de Chavely y Farmer, Nancy Goat Productions. ¿El nombre? Dynamite Damsels, obra que la convertiría —o, al menos, eso asegura ella— en la primera mujer en crear y distribuir su propio título, con una tirada de diez mil ejemplares; cantidad desorbitada en nuestros tiempos para un cómic underground, que nos da una idea de la popularidad del medio en Estados Unidos a principios de los setenta. Gregory también logró, de paso, que la imprenta la considerara persona non grata por haber utilizado la palabra ‘lesbiana’. Dynamite Damsels era un comix cañero, contestatario, que se preguntaba ya en su portada: “¿Atañe el women´s lib (Movimiento de la Liberación de la Mujer) a las lesbianas?”.

No hay que olvidar el contexto político y social, ligado a la contracultura, en el que nacieron todas estas publicaciones; así como la persecución a la que fueron sometidos todos aquellos comix que trataban, entre otros temas, la sexualidad. La normativa local de la época los consideraba “obscenos” y “pornográficos”, por lo que muchos de los medios que participaban en su producción y difusión prefirieron no involucrarse debido a las amenazas de multa, cierre e, incluso, prisión. Así, mientras esta escena se mantuvo, Gregory siguió colaborando con sus historias en Tits & Clits y Wimmen´s Comix. También lo hizo en la revista DYKE, A Quarterly of Lesbian Culture and Analysis, conocida por su compromiso político y radicalidad.

Pasado el fantasma de la corrección política, ya en los ochenta, Gregory sería una de las autoras llamadas a publicar en Gay Comix desde su primer número; su editor y dibujante, Howard Cruse, se preocupó de que en la revista hubiese paridad. Además, en esta publicación comenzaría a hacer historias más largas, labor que compaginó con dos proyectos personales donde la mítica cobraba gran importancia: Wingit It y Sheila and the Unicorn. Para los noventa se mudó de California a Seattle, donde comenzaría su relación con Fantagraphics, editorial que auspició el nacimiento de Naughty Bits (1991-2004), y su personaje más famoso: Bitchy Bitch, una misántropa irredenta, y su citada versión lésbica, Bitchy Butch.

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En Naughty Bits, Gregory daría rienda suelta a episodios autobiográficos, con historias como Comic books aren´t just for boys anymore, a la vez que su “heroína” ganaba popularidad, publicando la editorial recopilatorios de sus historietas. Bitchy Bitch aquí traducida como “el Putón” expandería su marca en los noventa a través de teatro, tiras cómicas en periódicos, cortos de animación Bitchy Bits y Life’s a Bitch (2001-2003), en Comedy Network (Canada) y en Oxygen Network (Estados Unidos); incluso se daría luz verde a una muñeca de trapo, que la autora da por descatalogada. En España, sus aventuras han sido editadas por la editorial Recerca bajo los títulos Bitchy Bitch: Ha nacido un putón (2003), Todo lo guarra que (ella) quiera ser (2003) recopilatorio de las historias, tal y como nos especifica Gregory antes de comenzar, “un poco demasiado ‘guarras’ para el primer volumen”, y De vacaciones y en el curro con el Putón (2006).

Página 1 de 3 del Naughty Bits #30, copyright ©2000 Roberta Gregory

Página 1 de 3 del Naughty Bits #30, copyright ©2000 Roberta Gregory

En el 2000, la revista Time consideró Naughty Bits uno de los diez cómics del año, destacando cómo “Midge McCracken, su compleja heroína se salta las convenciones de lo que las mujeres tienen permitido hacer en los cómics, y en otros medios de la cultura popular“. Midge es el nombre de pila de Bitchy Bitch, y lo que la revista Time subrayó no está exento de cierta razón, pues esta “heroína” lo es, precisamente, por su terrible honestidad, así como por su capacidad para el prejuicio y el odio. Como bien puntualizó Gregory en una entrevista en The Comics Journal (#168), “creo que si Bitchy Bitch es tan popular es porque todos podemos identificarnos con ella, aunque no lo queramos admitir”.

Tras la última publicación de Naughty Bits por Fantagraphics, en 2004, Gregory ha continuado participando en distintos proyectos y antologías, como Sexy Chix (2007), una antología de mujeres historietistas de la editorial Dark Horseeditada en España por Glénat, donde comparte cartel con Jill Thompson, Joyce Carol Oates y Trina Robbins, entre otras autoras. También ha publicado Follow Your Art: Roberta’s Comic Trips (2010), una obra en la que Gregory relata, a través de las viñetas, su pasión por viajar. Y más recientemente, True Cat Toons (2014), donde el anecdotario felino cobra vida; una pasión de siempre, los gatos, a la que ya dio forma en 1999 con el mini cómic Real Cat Toons, que incluye su historia corta nominada al Eisner Bye-Bye Muffy.

Cuando hablamos de que Roberta Gregory ha decidido hacer del cómic una manera de estar en el mundo, no puedo más que recordar algunas de sus tiras cómicas, o historias como Camellia, en la que sus protagonistas no solo resisten, sino que se rebelan. Ya sea como putones, como bolleras, o como arpías.


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