Derecho al silencio

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24/09/2016

Mecha

Confieso que idealizo. Otro de los motivos que me movían era la música. Más concretamente, las letras. He crecido observando la tendencia creciente a que todo se cante en inglés, a que el inglés suene a calidad y prestigio. No sé cuántas canciones de las que consideraba “buenas” tenían una letra cuyo significado desconocía la mayoría de la gente. Cuando descubrí la música en catalán, cuando descubrí cuánta parte interesante de la resistencia y la historia vivía en esas letras, ya quería irme. Ya había idealizado. ¿Cómo será una cultura en la que la mayor parte de la creación musical se hace en castellano? La ruta: Chile-Perú.

No voy a hablar de ningún súper descubrimiento. Es más, voy a obviar a los buenos letristas y músicos que he localizado. Incluso, es muy probable que después de esto pida años de música instrumental.

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Una cultura en la que la mayor parte de la creación musical se hace en castellano me recuerda mucho a una escena: Todxs están dormidos. Unos aparatos aguantan encendidos durante las horas de sueño. Repiten mensajes constantemente, en bucle. Mensajes que toda la población debe integrar para vivir “su” vida. Mensajes subliminales para inocular la conducta vegetativa adquirida.

Aquí funciona de la siguiente manera: tomas un transporte público o semi público (una van) para realizar un trayecto que oscila entre media hora u ocho horas y media, no importa. Se activa el reproductor. No se detendrá. No cambiará de disco. Si es la radio, no importa, no cambiará de estilo de música. Si cambia de estilo, no importa. El mensaje se repite. Y lo entiendes. Todo el tiempo.

Me queda perfectamente claro, después de seis meses de viaje, que la solución a cualquier problema emocional, es el alcohol; que el amor y únicamente el amor es la fuente de todos los problemas. Ojo, el amor de un hombre por una mujer. Hay infinitamente menos vocalistas mujeres. Cuando hablan, dicen: Te echo de menos, vete de mi vida, todo lo haría por tí. Papi. Aaaahhh. Ellos, dicen: Baila reggaetón, no bailes reggaetón/te preocupa el pantalón, caliente, traidora, terremoto, mueve el culo, yo soy tu amor y no tu novio, me quieres aunque no lo sepas, me dices no pero es que sí, obsesión, obsesión.

En todos los lugares públicos, todos los días, a todas horas, sin límite. En una de las sociedades más cerradas y conservadoras, una sociedad en la que la sexualidad está en estado de drama, suena reggaetón tipo pornografía machista 24 horas party: ella hace todo, de todo de todo de todo…

¿Y esto es legal? ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Y por qué nadie dice nada? Hoy, en el trabajo, después de dos horas de cuecas en las que “el campesino debe amar al patrón” “puro hueso, mi novia es puro hueso”, etc, lo dije: por favor, música instrumental. Basta.

Hace años que reviso todas las letras que escuchaba en la adolescencia y no entendía. Encontré hace poco una maravilla de Sting (cantante de Police). Se la dediqué a un amor a quien estaba persiguiendo la ultra derecha valenciana. Podéis imaginar a estos seres musculados cantando a coro su fijación:

 

Every breath you take

and every move you make

every bond you break

every step you take

I´ll be watching you

(…)

Oh, cant you see

you belong to me?

How my poor heart aches

with every step you take

 

Cada vez que inhales,

cada movimiento que hagas

cada hueso que te rompas

cada paso que des

te estaré vigilando

(…)

¿No puedes ver que me perteneces?

Cómo duele mi corazón

con cada paso que das.

 

Quiero pensar que es una letra de un padre a su hijx, en el mejor de los casos.

La pertenencia. El dolor por la independencia del ser amado. Desde la infancia. Por sistema. Repetido y repetido hasta que cope tu inconsciente.

Exijo derecho al silencio.

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