Libérate (de los pelos, con Veet, claro)

Libérate (de los pelos, con Veet, claro)

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09/07/2016

Rita

No son tantas las veces en que podemos oír hablar a la sociedad tan nítidamente. Pero son magníficos esos momentos cuando esta se materializa y puedes escucharla en primera persona. Basta con trasgredir una norma para ser consciente del poder de coacción que esta tiene. El verano es un buen momento para el avistamiento de este fenómeno.

Con el calor también prolifera la policía social, encargada de velar por el estricto cumplimiento del orden social. Es el momento en el que el patriarcado del consentimiento se hace más explícito, pero no tanto como para quedar al descubierto. Es su estadio más evolucionado, ya que no necesita de tantas energías coactivas desde el exterior, pues la opresión se disfraza de libertad, la hemos asimilado hasta hacerla nuestra. “Lo hago porque quiero” y que a nadie se le ocurra decir lo contrario. Y por si te queda alguna duda de cómo acatarlo está tu amiga, la vecina del quinto o tu madre, todas –y todos, por supuesto– trabajando en perfecta armonía para conseguir que ninguna oveja descarriada se salga del redil de lo socialmente establecido.

Ilustración de mujer peludaY es en esta época del año –como en todas– cuando el rentable matrimonio patriarcado-capitalismo celebra sus bodas de plata y da lugar a sus primogénitos: las marcas de productos de belleza o, más concretamente, los productos de depilación. Es el tiempo en que gracias a la súper liberación sexual de occidente ya no hacen falta prendas sino que es el propio cuerpo el que hace las veces de corsé y cobertura de lo considerado censurable. Y es gracias a las grandes marcas de estética que hemos conseguido asimilar esto de forma tan perfecta que no haga falta ley alguna que castigue el no llevar hiyab o burka sino que nos morimos por acatar estas leyes no escritas. Nadie tiene que decírtelo, es cómo un instinto que te lleva a mutilar sistemáticamente tu cuerpo para literalmente “estar a gusto”. Porque una va a un centro de depilación y lo que se oye al salir toda rasurada son comentarios de satisfacción del tipo: “¡y lo a gusto que se queda una después!”. No, perdona, no se queda a gusto, se queda escocida, dolorida, con la piel toda irritada y el cuerpo lleno de ronchas. Otra cosa es el gusto de no tener que ir en pantalones largos, caminar como un pato para que nada asome por los lados del bikini o andar escuchando comentarios acerca de los pelos que llevas. Ese es el gusto, el de no pagar la multa de trasgredir una ley que no es jurídica pero que pesa casi más.

Y a la par, está el bombardeo mediático fruto de ese perfecto matrimonio de opresión-rentabilidad que da lugar a vástagos tan sublimes como el eslogan “libérate” que sacó el verano pasado una marca de bandas de cera (¡libérate quitándote los pelos!). Es tan fantástico que se consigue que una opresión resulte liberadora). Y otros tan fantásticos como “no te pierdas ningún plan” de Venus de Gilette que lo remata con “descubre la diosa que hay en ti”. Porque, aunque suene a risa, muchas hemos vivido el quedarse en casa por no estar depilada, y esto que es difícilmente comprensible, pasa a menudo. Asimismo el último comercial de Veet habla de tacto natural. Perdóname pero lo natural es tener las piernas peludas, por mucho que acompañen a la divina modelo con plantas y frutas alrededor. Aunque el mejor de todos viene con el spawax de Veet que se promociona como “tu nuevo ritual de placer”. ¡¿Placer?! Arrancarse los pelos de cuajo con cera hirviendo es de todo menos placentero, es una tortura de las más macabras a la que nos sometemos “voluntariamente” y por la que además pagamos. Menos mal que somos el sexo débil, me gustaría ver a los hombres haciéndose las ingles brasileñas todos los meses.

La depilación es para muchas mujeres la esclavitud del siglo XXI, solo que mucho mejor ideada porque no cabe la posibilidad de rebelión al ser algo que hacemos “porque queremos, para nosotras mismas”. ¿Cómo rebelarse contra algo que nos gusta y que hacemos porque queremos? Es algo que no se contempla, pero no por el hecho de que nos gusten nuestras piernas suaves e impecables debemos dejar de ver la brutal coacción a la que estamos sometidas las mujeres en estas fechas del año. Y si no lo terminas de ver solo necesitas salir a la calle, verdaderamente al natural, y comprobarlo. No es solo el estar depiladas, sino estar divinas y asemejarnos a esas chicas que nos asaltan por la calle y en nuestras casas gracias al genial negocio de la publicidad.

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