La salud de la mujer

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23/07/2016

Roser De Tienda

Aunque parezca increíble, todavía, en el siglo XXI, la sociedad nos impone muchas diferencias entre hombres y mujeres.

Las diferencias en materia de educación y de trabajo tienen una repercusión directa en la salud de las personas, pero especialmente en las mujeres. Con empleos precarios que dinamitan la independencia económica, las dobles jornadas, el cuidado de los mayores, el estrés no para de aumentar. Esta situación actual sumado a las diferencias biológicas inherentes a cada sexo, hacen que el planteamiento de “mujer y salud” sea un campo que merece una mirada distinta al planteamiento patriarcal establecido.

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Y eso ocurre en todos los ámbitos, incluso en el académico. Cuando aprendí mi carrera como quiropráctica, la mayoría de las técnicas eran explicadas por profesorado masculino cuya envergadura y fuerza física no tiene nada que ver con la nuestra. Las camillas tienen que tener otras alturas distintas para que podamos utilizar nuestra fuerza sin lastimarnos. Algunas posturas deben ser adaptadas porque tenemos pechos y a veces, el contacto con el paciente es tan cercano, que es imposible realizar los mismos ajustes que nuestros compañeros de profesión sin sonrojarnos.

Afortunadamente en mi profesión las técnicas se han adaptado a la diferencia de género y en la actualidad, los cuidados en el embarazo, a los bebés, en el post parto, así como para osteoporosis y otras circunstancias por las que pasa el cuerpo de la mujer, cuentan con ajustes específicos para cada circunstancia en la que se encuentren. Lo cierto es que me alegra el día, ver que, con mis pequeños gestos, las mujeres se conectan más con sí mismas y se empoderan para llegar a ser y a conseguir lo que desean.

Las emociones que nos produce el estrés al que nos vemos sometidas diariamente, así como la ansiedad de no llegar, de la forma en que nos gustaría, a todo lo que tenemos que hacer, hace que nuestro cuerpo empiece a disfuncionar. Las mujeres que vienen a mi consulta se sienten desbordadas y piden consejos sobre vitaminas o cualquier recomendación para recobrar la energía y no caer rendidas cada noche en la cama. Y yo intento compartir con ellas todo lo que yo hago para que el día a día no me sobrepase.

Podemos decir que la salud de las mujeres es diferente a la de los hombres con total claridad en los siguientes aspectos:

  • El cerebro, aunque anatómicamente es igual, establece unas conexiones distintas en las diferentes áreas cerebrales permitiendo a las mujeres ser más bien “multitarea”, a diferencia de los hombres que son más “especializados”. Eso hace que nosotras suframos mucho más estrés y fatiga mental.
  • El sistema reproductor. Las diferencias para la salud que supone el ser mujer es inmensa, desde las consecuencias de la menstruación, del embarazo, el parto y el post parto, que hacen que nuestra fisiología cambie para siempre después de ser madres.
  • El sistema hormonal, que funciona de forma y con el propósito completamente diferente al del hombre, pues de nosotras depende perpetuar la especie y el cuerpo actúa en consecuencia para ello.

Para la ciencia, los patrones androcéntricos nos han vuelto invisibles pues se han limitado a tratar las enfermedades de las mujeres como si fuésemos hombres en pequeñito. Los estudios se realizan básicamente en población masculina, y ni las dosis de medicamentos, ni su asimilación ha sido ampliamente estudiada. No se trata de ajustar las dosis al peso, se trata de ver cómo funciona y en qué momento está la mujer que está enferma.

Para muchas mujeres, llegar a la consulta de un médico a decirle que está cansada, es igual a salir con la receta de un antidepresivo o un ansiolítico debajo del brazo ¡dale, que no estamos deprimidas, solo desbordadas! Lo único que necesitamos es una mirada holística para los pacientes, es decir que si una paciente está cansada, primero habrá que descartar patologías físicas como anemia, fatiga crónica, fibromialgia, etc. Y luego habrá que valorar cuántas horas y en cuántas tareas trabaja para hacernos una idea de cómo está a nivel físico, psíquico y social. Es decir, mirar a la paciente como un todo, para poder darle soluciones que la ayuden a empoderarse y no la hagan dependiente de la medicación, más allá de lo estrictamente necesario.

Si a todo esto le sumamos la presión del patrón de belleza y seducción social al que nos vemos sometidas continuamente por los medios de comunicación, nuestros días se vuelven de lo más crudo. Porque hacer todo lo que hacemos, cruzando las piernas para que nos quede bien la falda, usando sujetadores que nos hacen subir el pecho hasta la garganta, las fajas para que no se nos noten los estragos de la gravedad y subidas a unos tacones de 8 centímetros para que nos alargue la pierna y nos quede más sexy la falda, es mucho más complicado y dañino para la salud. Y cuando digo salud, es tanto salud física como emocional.

Porque, sin ir más lejos, el uso continuado del tacón produce un desequilibrio muscular que deriva en lesiones en el tobillo, pies deformes, dolores de espalda y posturas poco saludables que cambian el patrón de la columna vertebral. Los sujetadores push up, las medias, las fajas, todo produce una presión que se manifestará en varices, mala circulación general y retención de líquidos. ¡Solo para estar más guapas según los medios!

Y eso, sumado a que no nos podemos comer un bocadillo sin sentirnos culpables porque, a la mayoría, no se nos pasa el hambre con las barritas de cereales o los yogures con pepitas de girasol, o con las galletitas de arroz. Todo eso hace que al final, la salud de la mujer se vea comprometida no solo por factores laborales y de organización doméstica, sino que hoy en día además también el factor de la presión social tiene consecuencias nefastas a nivel nutricional, físico y emocional.

En este nuevo siglo se necesita un enfoque totalmente nuevo para mejorar la salud de las mujeres. Que haya políticas sociales de prevención y cuidado de la salud que incluyan profesiones como la mía en la atención primaria. Hay estudios que realzan el coste versus beneficio y os aseguro que ahorraríamos mucho dinero en medicamentos al estado, que se podrían invertir en política social como ayuda a la dependencia, a las bajas por maternidad o guarderías. Que haya muchos más profesionales empáticos que sepan ver si una mujer frunce el ceño porque está preocupada o porque lleva unos tacones que le duelen, o si no tiene deseo sexual porque le fallan las hormonas o porque está cansadísima o enfadada con su pareja porque la casa y los niños parece que son sólo suyos. Que haya promoción de la salud inteligente enseñando en los colegios cómo tienes que alimentarte desde la adolescencia durante la semana que tienes el período, o cómo compensar los efectos secundarios de la píldora anticonceptiva.

Educación, empatía, investigación y conciencia en las diferencias, para la igualdad, deberían ser los puntales que sostengan la salud de las mujeres en este nuevo siglo que tanto promete, ¡pongámonos en marcha!

 

Sobre la autora, Roser De Tienda
Roser de Tienda (Barcelona, 1966) es doctora quiropráctica con especialidad en salud de la mujer y niños. Es autora de los libros “Nacer conectado, vivir consciente” y “Házte la vida fácil”

 

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