Yo no bailo

Yo no bailo

Nota: Este artículo se enmarca en la sección de libre publicación de Pikara, cuyo objetivo, como su nombre indica, es promover la participación de las lectoras y lectores. El colectivo editor de Pikara Magazine no se hace responsable ni del contenido ni de la forma de los artículos publicados en esta sección, que no son editados. Puedes mandar el tuyo a participa@pikaramagazine.com. Rogamos claridad, concisión y buena ortografía.

07/05/2016

Mara Blackflower

Hace unos días acudí a uno de esos eventos hipsters con un amigo. Había una charla, que fue bastante interesante y amena, seguida de conciertos. La música no estaba mal, había oído al grupo un par de veces por internet y medio conocía la letra. Estaba disfrutando hasta que reparé en la actitud de mi amigo: no paraba de mirarme preocupado. Como no es la primera vez, ni será la última, que me ocurre, identifiqué rápidamente que lo mortificaba: yo.

Veréis, soy de esas personas que no bailo. Ni bailo, ni hago burdos intentos de ello. Veréis, no me interesa. No me interesa, no me llama la atención, no es mi forma de disfrutar. Me quedo quieta, sí, sonrío, también, y, como mucho muchísimo, muevo el pie. Y muy pocas veces lo hago. Podéis llamarme desde sosa para arriba. Obviamente es una falta de respeto, más entre compañerxs, pero estoy más que acostumbrada. Una de las cosas buenas de llevar ya unos cuantos años en este mundo es que empiezas a aceptarte tal y como eres sin que eso suponga un problema. Claro que el problema suelen ser los otros; en este caso, mi amigo.

suscribete al periodismo feminista

Nos conocemos desde hace tiempo pero nunca habíamos coincidido en una ocasión así. Como persona coherente con mis gustos, trato de evitar las situaciones en las que pueda llegar a sentirme incómoda, como esta. Como tampoco puedo decir que no me gusten, de vez en cuando me dejo caer por ellas. Como suele ser cada bastante tiempo, no suelo recordar, o querer recordar, los motivos por los que no soy asidua hasta que me encuentro de lleno en coyunturas en las que probablemente no quiera aguantar mucho rato. Qué se le va a hacer, una no es perfecta.

En esta ocasión, muy reciente aún, lo que tuvo más peso negativo tuvo no fue la combinación de lugar angosto saturado de cuerpos y volumen alto envolvente, que podría haber resultado agobiante, sino la presión social a la que me estaba sometiendo mi amigo (varón feminista incapaz de comportarse de otra manera aunque comprendiera lo que estaba haciendo), cuyo malestar autoinfligido iba de mal en peor. Y todo para que actuara de forma más socialmente convencional. Ni que alguno de los dos fuera socialmente convencional (claro que para algunas cosas, parece ser). Resumiendo, me jodió la noche y nos fuimos poco después.

Aunque tengo muy asumido cómo soy, cómo ello afecta a mi alrededor y lo que eso puede entrañar, a veces una se deja llevar por el activismo generalmente reinante en su vida y pasa de todo. Dejarse llevar, lo llaman, pintándolo de color rosa. ¿Mea culpa? A esa refiero dejarla fuera. Sin embargo, no todo me resbala; menos cuando viene de alguien cercano. Micromachismos dentro del feminismo, el pan nuestro de cada día. ¿Es acaso el ámbito de lo cotidiano la última frontera?

Veréis, gente, dejad que las personas como yo (que existimos, sí, y somos muchas) puedan comportarse tranquilamente como son; entended que el ‘todo está bien’ y el ‘yo soy así, tranquilx’ significa ni más ni menos que ‘todo está bien’ y ‘yo soy así, tranquilx’; aprended que hay muchas formas de vivir, de disfrutar; e intentad dejar de ejercer tanta violencia a vuestrxs allegadxs, para que cuando les de por salir de la cueva, no quieran volver corriendo a emparedarse vivxs y borraros de toda red social y agenda telefónica. Live and let live.

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba