1º de mayo: ¿Día de la madre y/o del trabajador?
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Laia Facet
Flores, aspiradoras en oferta, vales para un spa, fulares en promoción con el periódico del domingo, bombones y dulces, cuchillos de cocina en envoltorio de color rosa, mascarillas y pintalabios rebajados, robots de cocina y un largo etcétera de tópicos ofensivos relucen en los escaparates las semanas antes del día de la madre.
Hay algunos en particular que son los que hacen especial gracia (por no llorar), los regalos de relax. Ese paréntesis con un masaje, un spa, un fin de semana en la playa que le concedes a tu madre como un premio (de consolación) por deslomarse día tras día en resolver la vida familiar. O los regalos que podríamos llamar «cosas de casa» en los que tras envoltorios de color rosa se venden todo tipo de utensilios, objetos decorativos, electrodomésticos para facilitar a nuestra madre que siga desempeñando ella solita las tareas del hogar que nos permiten vivir ahí.
Pero resulta que descubro que este año coincide con el día del trabajador, entonces cortocircuita mi cerebro: ¿voy a regalarle a mi madre un fular o unos bombones? Las madres que en su mayoría son trabajadoras fuera o dentro del hogar y mujeres tengan o no tiempo para su autonomía y proyectos propios… ¿voy a regalarle eso? Claro, regalarle un salario digno, unas condiciones laborales justas y una rebaja de jornada laboral generalizada… está jodido.
Y entonces, vuelve a cortocircuitarme el cerebro cuando pienso en eso que Cinzia Arruzza llama los «matrimonios y divorcios entre feminismo y marxismo». Aunque detrás de esa imagen petrificada de un obrero fabril, con el torso desnudo y hollín en el rostro hay un historia de un movimiento obrero real, vivo y plural que ha conseguido revoluciones y que ha auto-organizado el trabajo (productivo y reproductivo) en los barrios y los centros de trabajo consiguiendo hitos en las luchas por los derechos de las mujeres. Aunque eso es verdad, es bien cierto que no fue un regalo, sino que miles de mujeres se organizaron allí y presionaron para ello. Y es que las mujeres y los movimientos feministas hemos visto rebajadas nuestras demandas y necesidades sistemáticamente en muchos bochornosos episodios del movimiento obrero y sindical.
Así que, no le regales flores ni hagas la comida por un día a tu madre, tampoco improvises una reforma laboral de papel maché en plan manualidad. Quizás lo mejor es el humilde regalo de reorganizar las tareas familiares, respetar la autonomía y vida propia de tu madre y luchar día a día por una sociedad donde el ser madre, trabajadora y mujer no signifiquen un sin-vivir. Recordemos este 1º de mayo (¡y todos!) que madres no sólo hay una, son millones y mueven el mundo fuera y dentro de casa y de los centros de trabajo.