Tengo miedo

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11/04/2016

Texto anónimo

Hoy me ha dado mucha rabia una situación pero más o menos he conseguido salirme con la mía. Hace unos meses un tipo intentó violarme, me metió en un lago para forzarme, cabeza y todo porque yo dije no. Al final sigo viva y no me violó (es decir no hubo penetración aunque sí tocamientos y forcejeos). Lo convencí con lo único que tenía, mi voz, las palabras salieron calmadas y firmes. No sé cómo lo hice pero salí del agua y de esa situación pegajosa e hiriente pero el susto, eso no se va.

Desde entonces tengo miedo a cosas que ni sabía que existían o en las que jamás me había fijado como las aceras vacías de noche, las sombras, los bares con solo hombres, las miradas de posesión, espacios desiertos a plena luz del día, los portales, los recovecos, los roces en un vagón de metro muy lleno, el olor a desodorante masculino, el aliento a whisky, la soledad, las faldas muy cortas, los pantalones ceñidos, los pezones que se notan a pesar del sujetador y la camiseta, las melenas muy sueltas, hombres con capucha, hombres musculosos y con gafas de sol, no saber si alguien te oirá pedir ayuda o no saber si gritarás lo suficientemente fuerte para que alguien te oiga y qué será mejor aullar, ¿ayuda o socorro?. La lista podría continuar y continuar.

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Hoy vivo en un lugar muy bonito en el mar y al atardecer suelo ir a un sitio poco concurrido pero con vistas increíbles. Desde ahí veo el sol ponerse y a los surfers derrapar sobre las olas. Así que ahí estaba yo, sentada en mi banco tan tranquila hasta que apareció un él, un hombre, un extraño que me miraba de reojo y se acabó la calma y el sosiego. Cerré mi libreta, mi cuerpo, dejé de respirar normal, me puse en guardia. Al cabo de unos segundos y de su merodear me fui. No he pensado que quizá él también quisiera ver el atardecer sin más, igual que yo. No, he pensado con el miedo llenando de escalofríos mi nuca con su aliento firme y rítmico. Así que me he sentado en otro banco lejos de su mirada. Entonces, el miedo ha dejado paso al enfadado, a la rabia, al mal humor, ¿por qué me tengo que ir yo y no él?, ¿por qué no puedo ver el atardecer tranquila? porque soy mujer. ¡Joder, qué susto, he pegado una patada al suelo!. En la vida jamás he pegado a nada con un patada, ni siquiera al suelo. Yo no quiero ser violenta, no quiero temer, solo ver el atardecer tranquila. Entonces me he armado de valor, he regresado a mi banco, el tipo ya no estaba y he respirado un rato la bruma del mar pero no he visto el sol despedirse porque he recordado que me da miedo que se haga de noche y estar sola, porque cualquier cosa me puede pasar. Cualquier cosa me puede pasar. La inocencia se ha roto de una vez por todas. Una lástima, era tan bonito sonreír primero, ahora la desconfianza y la sospecha van por delante. Ando nerviosa, con el ceño fruncido, sin mirar a la gente a los ojos, sin observar a los otros e imaginar sus almas.

El estar alerta cada día, cada instante de extrañeza, cansa. Me han aconsejado que me compre un silbato y un espray. ¿Cuántas mujeres llevarán esprays en sus bolsillos?. No me apetece nada meter la mano en el bolso y tocar un objeto que me recuerde a cada momento que quizá ese día me vayan a violar y lo tenga que usar. La logística de la prevención por ser mujer me parece humillante, no vayas sola, no vistas así, aprende artes marciales, cómprate un spray, no mires, no les sonrías, no muevas el culo al bailar… En fin, deja de ser tú. ¿Cómo puede ser que la mitad de los humanos sientan que la otra mitad no lo es?. Me pregunto si algún día volveré a sonreír a un hombre que desconozco, si volveré a sentir inocencia, si el miedo y la rabia se irán y si podré dejar de hacer guardia mientras camino sola por sitios poco concurridos, oscuros o sospechosos.

 

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