Doctor Deseo: atreverse a transformar

Doctor Deseo: atreverse a transformar

Con sus uñas pintadas y su liga roja, el líder de esta banda de rock bilbaína se despoja de las camisas de fuerza de género, invita a jugar con la ambigüedad y canta desde la periferia.

05/04/2016
Doctor Deseo en concierto./ Julen Figueres

Doctor Deseo en concierto./ Julen Figueres

Una de las últimas veces que fui a un concierto de Doctor Deseo, lo hice acompañado de dos parientes, pasados los cincuenta y de cultura tirando a conservadora, muy dispuestos a disfrutar escuchando a una banda de la que nunca habían oído hablar. Las luces se apagaron, arrancó la noche con un solo de saxo, suave y agradable, a modo de introducción, mientras yo miraba de soslayo las caras entusiasmadas de mis acompañantes, que debieron de pensar que ésa era la tónica general del concierto. Sólo un par de minutos después, cuando ‘Busco en tus labios’ empezó a sonar y Francis Díez, alma e imagen del grupo, salió a escena con sus uñas pintadas y su liga en la pierna, sus sonrisas empezaron a torcerse y la expresión de sus miradas pasó del agrado a la perplejidad casi de inmediato. Dos horas después, no alcanzaban a comprender lo que acababan de presenciar. Así es como una de las bandas más singulares del pop-rock estatal pone interrogantes sobre las certezas inamovibles que guardamos en nuestras cabezas.

Puede que la popularidad de Doctor Deseo nunca consiga despegarse de sus dos canciones más conocidas, ‘Corazón de tango‘ y ‘La chica del batzoki‘, o que dejen de ser constantemente asociados con la idea de que la banda habla sobre sexo y poco más. Sin embargo, la carrera de la banda de Bilbao se ha extendido mucho más allá, y ha recorrido infinidad de territorios menos transitados por la mayoría de bandas coetáneas. En el periodo de mayor politización de la música en Euskal Herria, cuando allá donde miraras encontrabas una banda de rock radical vasco, Doctor Deseo fue a contracorriente. En lugar de las típicas guitarras punk y las letras directas, el sonido de Doctor Deseo iba más por territorios glam, teatrales, más cercanos a veces al Madrid de la movida que a su amada Bilbao. En contra de lo que se esperaba de cualquier grupo con una guitarra y una batería en esos tiempos convulsos, ellos fueron la nota discordante que se atrevió a ignorar las proclamas abiertamente políticas para, en su lugar, tratar los temas que nos esclavizan tanto o más que la violencia física y la opresión del Estado.

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Disparando al poli que habita en mí

Si hay una tiranía contra la que Doctor Deseo ha batallado de verdad, ésta se llama patriarcado. Francis, que se ha declarado mil y una veces fan de los cabarets y del burlesque,  ha usado su presencia escénica para hacerse espejo de todas las inseguridades a las que queremos cerrar la puerta por comodidad o miedo. Las performances de Doctor Deseo no consisten únicamente en la ejecución de quince o veinte canciones con las que cantar: son shows en el sentido más teatral y (por consiguiente) político del término, tirando de un hilo conductor en el que cada uno de nuestros prejuicios se ve interpelado a medida que avanza el espectáculo.

Francis añade de forma casual elementos que nadie puede ignorar, como el maquillaje o la liga./ J.F.

Francis añade de forma casual elementos que nadie puede ignorar, como el maquillaje o la liga./ J.F.

Desde la puesta en escena inicial, las expectativas frente a lo que debe ser un concierto de rock se ponen en entredicho. La espectacularidad no viene de la mano de las demostraciones de contundencia propias del género (muchas guitarras, amplis enormes que hacen de decorado, el puño o los cuernos en alto), sino de todo lo contrario: de la sutileza del sinuoso saxo, de la iluminación roja, de un frontman muy sensual que viste como un hombre pero añade, como de forma casual, elementos que nadie puede ignorar, como el guante, las uñas, el maquillaje (¿es natural ese lunar a lo Marilyn?), o la liga roja. En lugar del tipo duro que domina las tablas, el de Francis es un personaje que se muestra tan seguro de sí mismo como vulnerable, un showman que reclama atención pero que busca, sobre todo, contacto visual y físico con cada una de las personas del público.

Después, son las propias canciones las que ponen el foco sobre aquello que para la mayoría sigue siendo tabú. Francis se convierte con goce sincero en María, “el travesti más golfo del lugar“; en la chavala de 15 años que empieza a descubrir su sexualidad con una amiga; o en aquella otra que “suspira y conspira” con la yema de un dedo entre las piernas. Quizá por ser un varón blanco con (casi) todo el kit de privilegios que el sistema brinda, puede ser leído como una tabla rasa sobre el escenario a la que añadir vivencias e identidades con las que jugar. Así, poniéndose en la piel de todas esas vidas que las estructuras patriarcales nos impiden vivir, Francis se despoja de las camisas de fuerza de género, y celebra quitarse de esa “droga dura” que es la estupidez, o lo que es lo mismo, la cobardía a la hora de sentir, tocar, mimar.

Por supuesto, esa mirada distinta no es, ni mucho menos, casual. Doctor Deseo se ha autoproclamado “banda feminista” con orgullo, toda una rareza en los tiempos que corren. Porque los hombres, dice, tienen mucho que ganar de uno de los movimientos “que más ha hecho evolucionar el mundo desde finales del XIX hasta ahora”, buena parte del desafío va para ellos, que aún no están cómodos con ese otro lado que tienen por explorar. En el concierto que grabaron en el Teatro Arriaga de Bilbao, Francis insta a los hombres con total naturalidad: “A los que sois heterosexuales, probad: primero con un dedito, luego un poquito más”.

Los tímidos aplausos que se escuchan después, incrédulos y cumplidores, no son sino síntoma del camino que nos queda por recorrer. Sin embargo, el discurso va calando, y quien haya estado en dos o tres conciertos de la banda habrá podido constatar que aquello, más que un concierto de rock al uso, es una fiesta tanto arriba como abajo del escenario. No es extraño encontrar a gente (casi siempre mujeres, todo sea dicho) vestida para la ocasión, con corsé y fusta, tacón de aguja, labios rojos sangre; gente que se viene arriba con un tema discotequero, sexual y sucio como ‘Dancing in Hell’ (en el que el cantante deja correr la espuma de una cerveza colocada entre sus piernas), igual que comparte su introversión con un vals o un agarrado. Para cuando Francis baja a cantar entre el público, te agarra de la cadera y te da un besito en la mejilla, todo resulta tan natural que no queda sino preguntarse por qué las personas no nos mimamos unas a otras más a menudo.

Si la heteronormatividad mantiene a raya los roles, pone cada cosa en su compartimiento y nos dice “haz esto”, “no hagas aquello”, “decídete sobre si eres hombre o mujer”, entre otras tantas constricciones absurdas, la música y puesta en escena de Doctor Deseo pellizca suavemente la línea que separa unas cosas de las otras, y nos invitan a jugar en la ambigüedad como zona en la que todo es posible. Nos invita a deconstruir nuestra masculinidad, a aceptar nuestra feminidad, y a abrazar todos los yoes reprimidos por nuestro propio prejuicio, que es el peor de los inhibidores. En definitiva, nos invita a disparar al poli que habita en nuestro interior.

Soñar, desear y atreverse a transformar

El repertorio de Doctor Deseo no acaba, sin embargo, en el terreno de la sexualidad. Si el deseo es motor de búsqueda de cada una de las personas, la banda ha señalado por activa y por pasiva todas esas estructuras e ideologías que oprimen nuestras aspiraciones y nuestros sueños. Así, si tuviéramos que cartografiar las historias y los sonidos de Doctor Deseo, su lugar estaría sin duda en la periferia, poniendo el foco en los márgenes de lo visible en donde queda arrinconada tanta gente. El chico desesperado al que no le permiten sentirse y expresarse como mujer (‘Fugitivos del paraíso‘), cada una de las asesinadas por hombres que decían quererlas (‘Destrozos, promesas y arrepentimientos‘), los y las migrantes presas del colonialismo que nunca termina (‘Diez negritos‘), las víctimas de trata, doblemente estigmatizadas (‘Una mujer rota‘), las víctimas colaterales de un capitalismo que no afloja en su afán por amargarnos la existencia (‘Todo va bien‘), las personas deprimidas que se ahogan en su soledad (‘¡Cuánto frío hace en Saturno!‘): la lista de personajes desheredados es tan larga como la carrera de la banda. Grandes asuntos que son abordados no desde la abstracción teórica o los efectos macro de su aplicación, sino desde la empatía de quien quiere comprender las circunstancias que torcieron nuestros planes.

Sin necesidad de hacer referencia a palabras como “interseccionalidad”, “capitalismo” o “feminización de la pobreza”, las historias que nos cuenta la banda aterrizan estos conceptos en personas de carne y hueso con sus miedos, sus aspiraciones y sus deseos cotidianos. Allá donde las personas no pueden desarrollarse en toda su plenitud sexual, identitaria o vital, Francis ha cambiado sus propios privilegios por las miradas del otro, haciendo que cada uno de esos personajes nos hable a través de él. Sin embargo, el enfoque no es condescendiente ni airado. Se trata de una forma de cantarle a las miserias que puede tener algo que ver con la canción que protesta, pero que trata de ir más allá. La queja, dice Francis, nos une más al problema. Por eso, la tristeza desde la que el vocalista se aproxima a las canciones no es una tristeza que se regodee en el dolor, sino una forma de exorcizarlo, de ir en contra ese dolor y mucho más allá.

En un mundo en el que se tiranizan las bellas figuras de lo diverso, Doctor Deseo te anima a que no te dejes paralizar con la estupidez que nos inoculan, que no importa si tienes celulitis o si te quedas sin pelo. Cuando todo parece indicar que no hay alternativa, Doctor Deseo te dice que no temas, que acumular errores es bueno y es bello. Cuando el sistema te grita que es culpa tuya, que si te quedas en la calle no le importa a nadie y que te busques la vida, Francis te susurra que no estás sola, que él está a tu lado. Cuando la comodidad y el miedo al fracaso te impiden actuar, Doctor Deseo te dice que muevas el culo, que dejes de llorar y que te atrevas a dar el paso. Y cuando llegue lo peor, recuerda, “que nos quiten lo bailao”.

Puede que nunca les endosen la etiqueta de música política (al fin y al cabo, ¿qué son las etiquetas sino otra camisa de fuerza?). Sin embargo, la mirada íntima de Doctor Deseo es tan política como los panfletos más explícitos. Cuando el mundo del rock sigue todavía muy masculinizado, Doctor Deseo te invita a ponerte, aunque sea durante un rato, las gafas de color morado. Unas gafas que, cuando la banda está sobre el escenario, se convierten en gafas para ver, para escuchar, para oler, para tocar y para tocarse. Lo que nos enseñan las uñas pintadas y la birra chorreante cayendo sobre el pecho de Francis es que las normas que amargan tu existencia están para ser cuestionadas y transgredidas. Que la vida es diversión cuando la miramos bien, y que nadie debería ser privado de ello. Que el deseo no vale para nada si no nos atrevemos a dar un paso más allá para transformar esa realidad que nos jode.


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