Perspectiva de género, también en la salud

Perspectiva de género, también en la salud

Ante un mismo problema de salud, se realiza un menor esfuerzo de diagnóstico y terapéutico si quien padece la enfermedad es mujer. Es necesario introducir no sólo el análisis del sexo, sino también la perspectiva de género, como variables en la investigación y la práctica sanitaria.

11/03/2016

Mariola Olcina Alvarado (FUHEM Ecosocial)

Ilustración de Javier Muñoz para la revista Papeles

Ilustración de Javier Muñoz para la revista Papeles

En la última década del siglo XX, la evidencia científica confirmó la existencia de sesgos de género en la atención sanitaria de enfermedades graves o frecuentes: ante un mismo problema de salud, se realiza un menor esfuerzo de diagnóstico y terapéutico si quien padece la enfermedad es mujer. El origen de esta problemática se encuentra en que el conocimiento en el campo de la salud está sesgado. Por ello, se hace necesario introducir no sólo el análisis del sexo, sino también la perspectiva de género, como variables en la investigación y la práctica sanitaria.

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La mirada sesgada, sin perspectiva de género, sobre las patologías hace que todavía hoy se considere que no hay diferencias entre los sexos en su importancia y prevalencia. El enfoque de género admite que sí existen diferencias y desigualdades entre hombres y mujeres en salud. Según explica Mª del Pilar Sánchez López, catedrática de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid, “cuando hablamos de aplicar la perspectiva de género a la salud estamos incluyendo el estudio de los dos sexos, e implica considerar el género como uno de los determinantes de la salud”.

No tener en cuenta que los síntomas de infarto miocardio en las mujeres pueden ser diferentes que en los hombres ha tenido como consecuencia que se haya convertido en la primera causa de mortalidad entre el sexo femenino

Mujeres y hombres que sufren una misma enfermedad pueden presentar síntomas distintos y pueden responder diferencialmente a los medicamentos y a los tratamientos, dependiendo de sus características específicas. “Algunas enfermedades pueden afectar exclusivamente, o de forma más masiva, a uno de los dos sexos. O tener consecuencias distintas para los hombres que para las mujeres”, dice Sánchez López. Por ejemplo, cuando se trata de patologías coronarias, las mujeres no reciben el mismo tratamiento médico y quirúrgico: “Las exploraciones y tratamientos se efectúan menos cuando el paciente es de sexo femenino, y las mujeres con infarto llegan de 2 a 5 horas más tarde que los hombres al hospital. La rehabilitación postinfarto solo se realiza entre el 30% de mujeres afectadas frente al 87% de hombres”, señala la autora en el artículo ‘Enfoque de género aplicado al estudio de la salud‘.

Por ejemplo, no tener en cuenta que los síntomas de infarto miocardio en las mujeres pueden ser diferentes que en los hombres y que pueden no ser reconocidos ni por ellas mismas ni por los profesionales, ha tenido como consecuencia que se haya convertido en la primera causa de mortalidad entre el sexo femenino.

La persistencia de inequidades de género en la atención sanitaria de las mujeres “podría ser calificada como proceso que viola los derechos en salud y, pese al gran conocimiento de la fisiopatología de los problemas cardíacos a diferentes edades y sexo, los sesgos de género en la atención sanitaria persisten”, aseveran María Teresa Ruiz Cantero, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante, y Lucero Herrera y Cairo, investigadora del Colegio de Sonora, en México. Para estas dos autoras, la consecuencia de este imaginario es que “finalmente no se detecta el problema de salud en uno de los sexos y, en este caso, en perjuicio de las mujeres”, exponen en el artículo ‘De los sesgos a las innovaciones de género en investigación y práctica de la Medicina.

Profundizar sobre el papel que tienen el sexo y el género sobre la salud contribuye a mejorar el estado de salud de las personas y de las poblaciones. “El sexo no basta para describir, explicar e intervenir en las diferencias en salud entre hombres y mujeres: necesitamos modelos biopsicosociales; y necesitamos la introducción del constructo de género para explicar la salud de individuos y grupos y para, en su caso, mejorarla”, añade Sánchez López, que además propone algunas soluciones como introducir la perspectiva de género en los ensayos clínicos, la docencia y la investigación de la salud, formar profesionales con perspectiva de género para el tratamiento de la depresión e introducir la perspectiva de género en la promoción de la salud, mediante programas de intervención diferenciales.

En definitiva, las innovaciones de género en la investigación sanitaria sirven para “descubrir nuevas perspectivas, plantear nuevas preguntas y abrir áreas de investigación y aplicación, ampliando la oferta de resultados en productos y servicios para dar respuesta a necesidades y demandas de toda la sociedad”, añaden Ruiz y Herrera.

*Los dos textos a los que se hace referencia, se han publicado en el Boletín Ecos nº34 sobre Género y Salud, editado por FUHEM Ecosocial, el 7 de marzo de 2016.

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