Mi cuerpo, mi historia de amor: Diario de una Mujer Empoderada. Deconstruyendo el Dolor

Mi cuerpo, mi historia de amor: Diario de una Mujer Empoderada. Deconstruyendo el Dolor

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05/03/2016

Sujey Espinosa

Cuando era niña recuerdo que era súper flaquita, y mis piernas, cuando miro mis fotos me recuerdan a aquella canción de Enrique Guzmán hablando de la “Popotitos”, pues se refería a sus piernas como un par de “carricitos”, pues sí, así era, tan flaquita que mi madre preocupada por mi peso me dio suplementos alimenticios, que en menos de un año resultaron en aumento de algunos kilos de manera impresionante. Antaño se decía que “una persona gordita estaba llena de vida”. El detalle considero, en referencia a esa frase no era el asunto de la salud, sino del respeto, los cuerpos y la belleza relacionada a los mismos ha ido cambiando con los tiempos, las mujeres como mi madre, eran de cuerpos más proporcionados, de caderas anchas y piernas regordetas y eso para los tiempos de su juventud se consideraba sexy, las vedets del cine de la época de oro de México tenían cuerpos como el de mi madre, tengo la sensación de que actualmente el asunto de la estética, de la normatividad de los cuerpos que entran a los cánones de belleza nos ha rebasado, es exacerbado, se descontroló.

La belleza es un constructo social, alguien de a poco se encargó de que las mujeres busquemos la perfección, o mejor dicho, lo que el mercado nos dice que es “la perfección”. La cantidad de productos que se ofertan para que la alcances es impresionante. Dice Beatriz Gimeno, activista española que “el sistema se ha encargado de que las mujeres jamás se sientan bonitas, y de esa manera nunca seremos libres”. Entonces, pensé cuando leí esa frase ¿qué pasaría si una mañana todas despertáramos queriéndonos un poco más? Ignorando todo lo que viene de fuera y siendo felices con lo que somos y lo que tenemos, al fin y al cabo ese es el cuerpo que siempre nos va acompañar, y me siento súper positiva, pero inmediatamente algo fuera de mí me ataca sin poder defenderme, y me vuelve a poner en el mismo lugar donde estaba, ese en el que de pronto no me siento bonita, en el que soy mi peor enemiga.

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Sentirse bonita y amar el propio cuerpo no es como subir una montaña, lograrlo y ya, amarse es un trabajo de todos los días, hay días en los que siento que me quiero mucho, que me adoro, pero otros días son realmente malos, aceptemos, es difícil pelear una guerra cuando no se tienen muchos aliados, y es que el asunto de la gordura se ha vuelto algo político, pareciera que todos pueden opinar sobre tu cuerpo, todos te sugieren dietas, ejercicios, como bajar de peso en un dos por tres, pero pocos te preguntan cómo te sientes realmente, si estás a gusto con quien eres, si te aceptas, en fin, que pareciera que la incomodidad es realmente la de esas personas, sin embargo, muchas veces logra permearte, es decir, que te preguntas, ¿realmente hay algo malo en quererme? ¿De verdad es tan difícil que la gente acepte, que me siento bien en mis carnes? Y luego me respondo que mucho de esto sigue obedeciendo a una ola de constructos absurdos, pero aceptados por todos.

Soy psicóloga social egresada hace más de 12 años y he venido teniendo un proceso de empoderamiento y de asumirme feminista y trabajar con esa perspectiva en todos los ámbitos en los que gira mi vida. Ha sido complejo, puesto que me he enfrentado a un par de exilios y por supuesto auto exilios, inclusive familiares, pero me ha costado tanto mi transformación, lograr esta actitud, sentirme de ésta forma, que honestamente no pienso traicionarme dándole gusto a nadie. Soy gorda, no gordita, GORDA, sí, así, sin “ita”. Me empoderé de la palabra y la reivindico, la mayoría de mis días me amo y me siento guapa, y ¿sabes qué? la gente me lo dice, tiene que ver con la actitud. Al cabo de muchos años llenos de lecturas y de trabajo en el consultorio empoderando a otras mujeres a través del trabajo grupal y talleres formativos y lúdicos, me he podido llenar de multitudes de pensamientos, me he dado cuenta que no soy solo yo, de que a todas nos pasa, no importa el peso, el color de la piel, cuántos kilos de más tenga cada una, esto es un problema serio, todas nos sentimos así, y me di cuenta de que el enemigo principalmente soy yo, cuando me dejo arrastrar por todo eso. Entonces mi forma de defenderme ante eso, siempre es con algunas vacunas, así le llamo a la inoculación de ciertos sentires y pensares que me ayudan a sobrellevar dichas situaciones de ataque. Primero: que nadie me va a querer como yo, que soy mi principal cuidadora, que voy conmigo misma en este viaje, y que si odio que alguien se dirija de forma discriminatoria a otras mujeres respecto a su peso, o cualquier detalle en torno a sus cuerpos, sin duda, yo debo cuidarme de mí misma en ese sentido, y cuando me encuentre agrediéndome o faltándome al respeto hacer un alto y decirme, ¿si no está bien que ese tipo de cosas se le digan a las demás, ¿por qué me las sigo diciendo a mí misma? Segundo: así como puedo enamorarme de otras personas, pensando en ¿qué les gusta?, ¿cuáles son sus sueños?, ¿qué les hace sonreír?, ¿cómo puedo hacerle feliz?, así, de esa misma manera lo voy a hacer conmigo, y tercero recordando a todas las mujeres que han pasado por mi vida y por mi espacio de trabajo y la forma en que se han ido, lo que pude compartirles y sin duda lo que ellas me han dejado a mí; si te sientes bien, tendrás más fuerza para cuidarte, no significa hacer apología del sobrepeso, pero sí defender con alegría la diferencia de los cuerpos, la autoestima por encima de todo, haciendo uso de mi derecho de amar el cuerpo que tengo, a hacerlo visible, muchas ganas de seguir diciendo: no vine a este mundo a cumplir con tus expectativas, a llenarlas, a pensarme a través de ti, por ser gorda no soy un fetiche, alguien puede amarme, principalmente y definitivamente YO puedo amarme.

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