Yo, varón violento y militante del feminismo

Yo, varón violento y militante del feminismo

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13/02/2016

Ricardo R. Chacón

Apuntarnos con el dedo para poder transformar.

Autobiografía militante. ¿Quién te dejó llegar hasta aquí?

Hace cinco años que milito en colectivas feministas, diversidad sexual, cuestionando el amor romántico, la monogamia, los cuerpos hegemónicos, la masculinidad, etc. Pero ha sido en estos dos últimos años donde he podido darme cuenta que mi militancia empezó la casa por el tejado y quizás todo fue mentira.

Cuando comencé a transitar el feminismo, lo hice leyendo a Paul B. Preciado. “Testo Yonqui” fue el primer libro que leí sobre cuestiones de género. Me hizo reflexionar sobre mi construcción cómo varón, sobre lo líquido de pertenecer a un género o a un sexo, poner en cuestión los mandatos del deseo y despojarme de muchas certezas.

Creí y me sentí parte de esa teoría queer que aún no acababa de entender pero me hacía fantasear y sentirme más libre. Pensé que no tenía que ser un hombre, ni mujer, que podía ser lo que yo quisiera, incluso que ya era “eso” .

Continué “en las calles” peleando por las diversidad sexual, como marica buscando a otras con las que construir y pelear, queriendo construir una colectiva mixta, compartiendo luchas con “mujeres” y “hombres”. Dedicamos tres años a la construcción del colectivo Sevillano “Bloque Alternativo por la Revolución Sexual y Cultural”.

A finales de dos mil trece abandono España y el colectivo. Tras unos meses viviendo en otro país y alejado de los espacios políticos, viví una situación de violencia en la que yo era el agresor.

Este hecho, hizo que la realidad me abofeteara y me bajara automáticamente los pies a la tierra. Reconociéndome como un varón violento que pensé que ya no era. Dándome cuenta, además, que eran situaciones de poder las que me habían llevado hasta ahí y preguntándome cómo era posible que tras tantas cuestiones y denuncias a otros machos violentos, yo fuera esta vez el acusado. Pero este hecho no me dejó impasible, necesité buscar más dentro de mi historia y de mi construcción como varón.

Hacía años venía siguiendo al colectivo no mixto argentino “Varones Antipatriarcales” Y después de este suceso, en Febrero de 2014, viajé hasta Argentina y comencé a militar con ellos, buscando en este espacio, un lugar de reflexión solo con varones. Andé un paso atrás en la afirmación de “Poder ser lo que deseaba” y me asumí “varón” culturalmente construido con todos mis privilegios y miserias. Me señalé con constancia, pensando encontrar en eso, una renuncia total de mis premios por ser hombre y un lugar de “castigo” por mis violencias.

Me costó poder trabajar estas cuestiones, sentí un acuerdo políticamente correcto de rechazar las violencias sin cuestionarlas previamente. Conversamos sobre qué hacer en una situación en la que se presencia una agresión, cómo trabajar con varones que han sido victimarios de violencia, pero tuve dificultad para hablar de aquellas que ejercíamos día a día.

Además siempre he sentido cierto rechazo a poder reflexionar sobre cómo actuar frente a un sistema represor que nos violenta en cada marcha, en cada manifestación y en cada huelga. Es decir ¿Cómo cuestionar las violencias defendiendo que no todas ellas son malas?

Un año más tarde abandoné el colectivo por diversas razones y entre ellas, por cometer otra series de violencias dentro de ese colectivo que no pude vislumbrar hasta pasado el tiempo (a veces dejar de hablarle a alguien, ignorarlo o reírme de él, es una forma altamente violenta que tenemos naturalizada). Aún me cuestiono si no “huí” de ese colectivo por no querer seguir enfrentándome a las cuestiones que de verdad me interpelaban.

Pero la violencia no desapareció

En todo ese tiempo he vivido situaciones donde me he sentido un violento, nunca más en una agresión física, pero sí de otras formas de violentar a personas que quiero. A veces siendo paternalista y queriendo empoderar a mujeres que quiero a través de la instrucción (Cómo si yo tuviera la verdad de la libertad), otras negando la palabra, desacreditando, etc.

Compartí estas experiencias con amigas, las puse sobre la mesa, buscando respuestas, confirmaciones, malos entendidos, puertas cerradas. Me puse bajo sospecha para cada vez más, cerrarme las posibilidades de seguir perpetuando esto.

Pero, ¿qué pienso, yo, varón, de la violencia?

La violencia, para mí no es algo malo per se, o por lo menos no lo era (quiero dejar la confusión latente). La policía nos ha violentado en diversas manifestaciones, acorralándonos cuando nos marchábamos solxs a casa, al venir de una manifestación, empujándonos en una huelga general donde hacíamos de piquetes, humillándonos para identificarnos al terminar alguna protesta, etc. Contra esto siento que la violencia es lícita. Contra todo órgano represor del Estado y organismo que nos maltrate, como la academia con sus presiones, “El Corte Ingles” por su explotación, la Iglesia, legitimadora de represiones y sufrimiento, etc.

Pero ¿Cuándo es legítima la violencia? ¿Dónde están los límites? ¿Quién los establece? ¿Puede la violencia ser utilizada de forma estratégica? ¿Tenemos la justa medida de cuándo será necesaria y cuándo no? ¿Basta con pensar que, por tener convicciones, principios, o valores podrás racionalizarla?

Uno es fruto de lo que ha vivido y sentido y nadie puede escapar a los mandatos patriarcales con los que se fue configurando por muy feminista y queer que se considere. De lo subjetivo nace la teoría y por ahora no encuentro manera de rechazar algunas de las dos etiquetas. ¿Soy feminista pero soy violento?

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