Esta no es nuestra paz

Esta no es nuestra paz

Bilgune Feminista aboga por la autodefensa feminista frente a la imagen de mujeres pasivas: "Nos reafirmamos en nuestro derecho a responder, porque son nuestras vidas las que están en juego, porque si no lo hacemos nosotras nadie lo hará por nosotras"

26/11/2015
Imagen de la campaña de Bilgune Feminista para el 25N

Imagen de la campaña de Bilgune Feminista para el 25N

En Euskal Herria, el 25 de noviembre del 2015

Euskal Herriko Bilgune Feminista

Irakurri ere euskaraz: Hau ez da gure bakea

Eso dicen, que vivimos en un proceso de normalización en Euskal Herria. O sea, ¿en el funcionamiento “pacífico” del patriarcado? La paz no es solo la falta de cierta violencia. Y esto salta a la vista, ya que las mujeres no vivimos en paz; no vivimos en paz, al menos, en una situación neutralizada que considera la violencia contra las mujeres como algo normal. Los menosprecios contra las mujeres, los insultos, los chistes que no gustan, los golpes, las situaciones de precariedad y extrema pobreza…

La sociedad está cada vez más concienciada con los ataques sexistas: las palabras que dicen “Tolerancia cero frente a la violencia sexista”, los puntos morados en cualquier tienda o bar, los representantes políticos que se ponen detrás de una pancarta en cualquier momento: de acuerdo. Es muy cómodo y conveniente unirse a estas reivindicaciones, hacer procesos formales y políticamente correctos, ponerse la etiqueta de «feminista» sin cuestionarse a uno mismo y sin ir a la raíz de la cuestión. Las respuestas suelen ser puntuales, y para nada proporcionales a la violencia que sufrimos las mujeres y las que no tenemos una identidad normativa. Por lo tanto, recalcamos otra vez que la violencia sexista es una maquinaria que utiliza todo el sistema patriarcal para tener siempre sometidas a las mujeres, para eternizar las relaciones de poder entre hombres y mujeres en la sociedad. Para que unos sigan siendo poderosos, activos, ricos, machos alfa… y las demás débiles, pasivas, pobres, apacibles. Las violencias más duras de baja o alta intensidad (asesinatos, violaciones, agresiones lesbofóbicas, explotación…) son la realidad y las vivencias de nuestro día a día; y aquí nadie declara una situación de alerta cuando semana tras semana hay noticias sobre violaciones en la prensa o cuando asesinan a seis mujeres en Euskal Herria.

En el sistema heteropatriarcal, las agresiones son continuas y, por ello, las feministas luchamos contra la violencia sexista durante los 365 días del año: a veces detrás de la pancarta, y otras veces trabajando protocolos con instituciones políticas públicas, tejiendo redes de cuidado y asistencia ante la violencia sexista, promoviendo en fiestas espacios seguros para las mujeres, socializando cada elemento de la maquinaria de la violencia sexista o creando espacios y talleres de Autodefensa Feminista; vistiéndonos con pelucas, pasamontañas, bragas y pañuelos en la cabeza y gritando alto que no queremos agresores en las calles y noches que nos quieren robar y que cuando agreden a una nos agreden a todas.

Sin embargo, ¿qué hay del resto de sujetos que son parte de esta sociedad (y de sus relaciones de poder)? Ya es hora de gestionar con responsabilidad el miedo y la violencia que crea este sistema. Radicalmente, esto es, desde la raíz del problema, es hora de cambiar de bando la responsabilidad en la lucha contra la violencia sexista, de repartirla y de hacer apuesta claras en este sentido, cada quien trabajando en su ámbito, en una misma dirección.

Ante la violencia sexista nuestra elección fue y es empoderarnos mediante la autodefensa feminista, y seguiremos en este camino mientras la violencia siga golpeando nuestras vidas. Porque tenemos la necesidad, la responsabilidad y la legitimidad de creer en nosotras mismas, de aliarnos y de convertir el miedo que nos paraliza en energía activadora que nos impulse a responder. Mientras las mujeres aparecemos como víctimas ante la violencia sexista no hay problema. Pero si nos empoderamos y respondemos, se nos cuestiona, se nos castiga directamente o socialmente. Nosotras, nos reafirmamos en nuestro derecho a responder, porque son nuestras vidas las que están en juego, porque si no lo hacemos nosotras nadie lo hará por nosotras.

Si son tiempos de paz, que haya paz para todas.

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