Vegana y feminista

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03/09/2015

Antes que vegana era ya feminista. Pero no lograba establecer la conexión. Hasta el día que comencé a pensar en las féminas de otras especies.

En las violaciones, en los secuestros, en las obligaciones a parir, y parir y parir… Como meros objetos, meros receptáculos, hasta que sus cuerpos no dan más de sí y bien mueren extenuadas, por complicaciones de salud o en mataderos… El caldo de gallina, la carne de vaca vieja hecha pasar por buey…

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Una vez lograda la conexión, descubrí la forma de pensar en el veganismo como la manera ética de vivir acorde a mis principios feministas. Se trata de una opción no personal, sino política. Porque lo personal es político, que diría Kate Millet. Cada vez que compro, que hago la comida, cada vez que necesito algo, estoy haciendo uso de mi capacidad de elegir. Y elijo la ética del respeto y de la igualdad. No la ley del más fuerte ni de la instrumentalización patriarcal. Como feminista no puedo seguir esos postulados. Al estudiar y comprender la opresión que sufren los animales no humanos entiendo la correlación existente con la opresión que sufrimos las mujeres humanas. Ambas se refuerzan y son alimentadas por el mismo sistema.

feminismo

La historia de la humanidad es la historia de la dominación. La dominación por la fuerza que otorga poder. Y se domina a cualquier ser que sea o parezca más débil, pequeño, inofensivo, vulnerable.

Las mujeres humanas hemos y seguimos siendo consideradas, en mayor o menor medida, dependiendo del tiempo, espacio o cultura patriarcal de turno, propiedad de los hombres. Y, si no propiedad, una sirvienta cuidadora, menor de edad que ha de ser tutelada. La perfecta madresposa que denuncia Marcela Lagarde. Así, los mismos hombres que determinaron sus derechos sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres humanas, los extendieron al resto de animales. La idea de que los animales existen para nuestro beneficio ahonda sus raíces en el mismo principio ideológico de la dominación sobre las mujeres y que éstas, nosotras, existimos para uso, disfrute y beneficio de los hombres.

Todos los seres sintientes, y aquí entramos animales humanos y no humanos, tenemos nuestros propios intereses, una vida propia, autónoma e independiente. Creer, sostener, que un ser debe su existencia únicamente para servir a otro se aleja del principio de igualdad que defendemos las feministas y todos y cada uno de los feminismos. Cada ser sintiente es un fin en sí mismo, y no un medio para que otros seres logren nada.

La condición de seres racionales que tenemos las personas no nos convierte en bestias despiadadas sino en agentes morales. Es nuestro deber moral respetar, cuidar y proteger al resto de seres sintientes que no sólo poseen capacidad de sentir, sino que además, tienen intereses propios. Y ni sexo, género, raza, orientación, identidad sexual o especie han de considerarse relevantes para ejercer o merecer ningún tipo de discriminación u opresión.

Cuando las feministas exigimos el respeto hacia nuestros cuerpos, hacia nuestra persona, nos basamos en que somos alguien. Somos personas por nosotras mismas, no para nadie. No la mujer de, la hija de, la hermana de o la madre de. Y aquí es donde se establece el puente. Si nos posicionamos en contra de la instrumentalización de las mujeres humanas, de la explotación y la violencia cotidianas que se ejerce sobre nuestros cuerpos, es casi una obligación moral estar contra la violencia y la explotación hacia cualquier ser sintiente. No es correcto utilizar a otros seres sintientes de la misma manera que nos sentimos usadas basándonos en los principios contra los que luchamos. Siguiendo el juego a quienes establecieron las reglas de opresión contra nosotras.

Porque la explotación animal se basa en la consideración que les damos de medios, de recursos, para conseguir nuestros propios fines. No tenemos en cuenta sus intereses propios. Ni su consentimiento. Y desde esa perspectiva, los torturamos, asesinamos, violamos, usamos a nuestro antojo y conveniencia ya que los leemos como recursos desde la perspectiva de la propiedad, los consideramos nuestros. Nuestros recursos. Al igual que las personas esclavizadas eran (son) usadas como recursos para quienes las esclavizaban (esclavizan). Y las esclavizan porque las consideran su propiedad.

Y contra esta instrumentalización surge el veganismo, como principio moral que se opone a la explotación de cualquier animal no humano. Para las personas veganas, todos los seres sintientes están dotados del mismo valor y nos focalizamos en los sujetos oprimidos, los animales no humanos. Las feministas lo hacemos con las mujeres, sujetos oprimidos bajo el patriarcado.

Tanto feminismo como veganismo defienden que mujeres y resto de seres sintientes no pueden ser tratados como objetos sino como sujetos con derechos iguales, inalienables e intransferibles. Por lo tanto, sexismo y especismo son prejuicios que van de la mano, con la misma estructura ideológica. Sexo y especie. El sexismo, gracias a la lucha incansable de las feministas, está rechazado en los niveles más conscientes de la sociedad. El especismo es una forma de discriminación asumida y apoyada por la práctica totalidad de la humanidad. Incluidas las mujeres. Incluidas la práctica totalidad de las feministas.

Mediante el activismo podemos visibilizar la opresión que ejercemos hacia el resto de seres sintientes, de la misma manera que las feministas tomaron las calles para sacar a la luz la opresión que la mitad de la población humana mundial ejerce hacia la otra mitad. Por el mero hecho de haber nacido en un cuerpo leído mujer. Por el mero hecho de haber nacido en un cuerpo leído animal…

Fuente: Filosofía vegana

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