Mamá, eso es machismo

Mamá, eso es machismo

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24/03/2015

Alba Ortega

Mi madre siempre había sido la abanderada del feminismo de casa. Era la Virginia Woolf por excelencia. Hasta que su voluntad feminista topó con los valores retrógrados y conservadores en los que la había engrilletado de pequeña, y de los que ha hecho grandes esfuerzos para des encorsetarse.

Ocurrió hace tan solo unos días atrás. En casa solemos compartir un mismo techo pero nos encontramos poco; mayormente porque por horarios no coincidimos. Por ese motivo en muchas ocasiones desconozco qué hacen ellos y viceversa. El caso es que vino a cenar a casa a un compañero/amigo/persona del mundo. Él hacia tortilla de patatas mientras yo hablaba por teléfono. Al terminar, recuperamos el tema de debate que teníamos entre manos: feminismo, cultura de la violación, consentimiento, micromachismos, monogamia, poliamor, relaciones sexo afectivas, etc. A mis 21, no había encontrado una persona del sexo masculino con tan amplia comprensión del feminismo, y me apasionaba. Entre tanto llegó mi madre.

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Entró a la cocina, y con una sonrisa de confusión y cansancio nos dio las buenas noches. Entendí en el acto que aquello no quedaba allí. Que en algún punto vendría “la conversación” sobre “este es mi techo y me incomoda que traigas chicos a casa”. (Así es, solamente chicos…).
Mi madre estaba en el estudio trabajando cuando él y yo nos fuimos para la habitación. Salí un momento al lavabo y en este momento ella me capturó. Pensé “genial, es la tuya, zánjalo de raíz y para siempre”.

-Alba, no se quedará a dormir ¿no? – preciso que eran cerca las 12h de la noche.
– Hombre mamá, no pretenderás que lo eche a estas horas.
– ¿Cuando pensabas decírmelo? Ya sabes que me incomoda que traigas chicos a casa para hacer vuestras intimidades y …
– Vale mamá, antes de que me arrojes la caballería encima. Ya apliqué durante mucho tiempo la política de “las puertas abiertas” en casa. Me enseñasteis que el sexo estaba para disfrutarlo, con conciencia por supuesto; sin embargo me doy cuenta que no me hace falta ni salir de casa para encontrarme con actitudes poco tolerantes al respecto. Si te preocupa escucharnos, podemos pactar un máximo de decibelios para no incomodar a nadie, pero ¿cómo vamos a acabar con la represión sexual si no dejamos de percibirlo como tabú? Esto por un lado, y por otro: ¿por qué solo tienes esta actitud cuando se trata de un chico que viene a dormir y no una chica? ¿Qué te hace pensar que no voy a tener sexo con ella? Te da absolutamente igual que duerma con una amiga, sin embargo si es alguien del sexo opuesto por lo menos me voy a topar con una mala cara. Ahí va un micromachismo; presuponer la heterosexualidad normativa. Además, qué mejor entorno como para establecer relaciones sexuales placenteras que un sitio donde te sientes cómodo; ¿o prefieres que me vaya a la calle o al coche? En vez de preguntarme “¿Va a dormir aquí?”, preferiría un “Mañana me cuentas si éste es de los que sabía atender a las exigencias del clítoris o se cree que la penetración te hará llegar al clímax”. Tener sexo es sano y poder compartir la experiencia nos hace crecer y mejorar las relaciones sexuales. Siendo así, no veo ninguna razón por la que reprimirnos o por la que ocultarnos.

La noche siguiente hablamos, hablamos extensamente. Sentí que, ambas, habíamos avanzado otro paso más.

– Cuéntame Alba, ¿era de los que sabía que el clítoris existe?

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