Bollera
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Mar Romero Sala
Mira que lo soy, y aún me cuesta decirlo en voz alta. Bollera. Qué incomodo. Las alternativas no son mucho mejores: ¿Lesbiana? ¿Tortillera?
Practiquemos. Soy bollera. Es una palabra que se te hincha en la boca. Soy lesbiana. Eso suena como si saliera del armario con mis padres por segunda vez. Aunque ahora que lo pienso, en mis tiernos catorce años me atreví solamente a decir que era “bi”, ¡cuánta ingenuidad! Cuánto miedo, pobre de mí, de atreverme a reconocer que no, que yo no quería casarme con Aladín, ¡que yo quería ser Aladín!
Pues sí, bollera, y bollera precoz, y no empecéis ahora con las malditas preguntitas de “¿cómo te diste cuenta?”, “¿por qué crees que te gustan las tías?”, “¿cómo follan las lesbianas?”. Si tanta curiosidad tienes, ¿por qué no te pegas el gustazo de probarlo?
Tengo que reconocer que muchas veces estas malditas preguntitas vienen de la más buena intención y de la más sana curiosidad. No es culpa de la gente en sí. Prefiero mil veces que me pregunten a que me miren con cara de circunstancias. Pero veamos, ¿tú por qué crees que eres hetero? ¿Y cómo te diste cuenta? ¿Verdad que no preguntas eso? Creedme cuando os digo que no, que no tengo ningún trauma infantil, ni problemas con mi padre; no soy carne de cañón para ningún psiquiatra o psicólogo o gente de esa calaña. Que soy aburridamente normal.
Pero la metralleta de ataques a mi pobre identidad nunca se queda sin balas. Mi padre: “¿Estás segura, no será sólo una fase?” Pues la verdad es que sí que estoy bastante segura, pero ¿y qué si no lo estuviera? Mi amiga: “Vaya, siempre había querido tener una amiga lesbiana”. Encantada de complacer tus curiosidades heterosexuales. El director de La vida de Adèle: Hubieras tenido que mirar menos porno lésbico antes de hacer tu película.
No somos raras. Y aún así nos vemos obligadas a salir de armarios en los que ni siquiera quisimos meternos.
Soy bollera. Y soy muchas cosas más. Y ya basta de hablar de ello.