‘Verano azul’. ¿Era Chanquete un machirulo?

‘Verano azul’. ¿Era Chanquete un machirulo?

La mítica serie española reproducía los roles tradicionales de género y ramalazos sexistas, aunque incluyó tímidas transgresiones y abordó temas tabú como el divorcio o la menstruación.

Pandilla Verano azul‘Verano azul’, la serie emitida por Televisión Española (octubre de 1981 y febrero de 1982) rodada en Nerja, Motril o Almuñécar y capitaneada por Antonio Mercero, no fue una serie televisiva cualquiera. Fue LA SERIE que marcó a toda una generación de espectadoras y espectadores. Televisión Española apostó por una ficción propia protagonizada por una pandilla de chicas y chicos. El rodaje, en formato cinematográfico de 16 milímetros, duró 16 meses (agosto 1979-diciembre 1980) y dio como resultado 19 episodios de aproximadamente una hora de duración.

Estrenada después del golpe militar de Tejero y antes del triunfo socialista, apostó de forma clara y sincera por un nuevo país en el que los y las jóvenes adquirían un peso muy específico y un más que destacado protagonismo. Su enorme éxito debe entenderse dentro de un contexto televisivo en la que sólo existían dos canales y la oferta infantil y juvenil nada tenía que ver con la existente en la actualidad. También en una sociedad en la que la televisión tendría una presencia desconocida hasta el momento.

Pero éstas no son las únicas claves. Más allá de sus reposiciones, ‘Verano azul’ triunfó porque nos acercaba a unos personajes -Bea, Desi, Pancho, Javi, Quique, Tito y Piraña, los y las integrantes de la pandilla, sus madres y sus padres, Julia o Chanquete- que nos eran muy cercanos. Sus problemas, los escenarios en los que se movían e incluso las ropas que llevaban resultaban más familiares que los de otro tipo de ficciones (norteamericanas) más o menos coetáneas protagonizadas por adolescentes o jóvenes como ‘Con 8 basta’ (TVE, 1979-1981), ‘La hora de Bill Crosby’ (TVE primera emisión 1986), ‘Los problemas crecen’ (TVE, primera emisión 1988) o ‘ALF’ (TVE, primera emisión, 1988).

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Este reconocimiento, identificación y fuerte empatía tiene que ver con la capacidad que tuvo la serie de captar la cotidianidad de principios de los 80 y con poner el foco en nuevas temáticas que conectaban de forma muy directa con la nueva sociedad democrática.

‘Verano azul’ nos enseñó el valor de la amistad, la importancia del compañerismo, lo difícil de las relaciones entre padres-madres e hijas e hijos, del amor, el compromiso con la ecología, de la maternidad, de las madres solteras, de las separaciones y divorcios, de la menstruación, de la locura, de la violencia, la vejez y la decadencia, la fama, la manipulación de los medios de comunicación, la especulación inmobiliaria, la necesidad de unirse para luchar y de la muerte. También nos enseñó que si eras Javi, lo tenías mucho más fácil que Pancho. Que no era lo mismo estar en el pueblo de veraneo que trabajando. Todo ello entre alegatos contra todo tipo de intransigencias (familiares, religiosas) y contra el uso de la violencia (violencia física, económica, inmobiliaria).

Si bien las temáticas son diversas, una de las constantes es la diferencia generacional entre padres-madres e hijos e hijas. Dentro de un contexto marcado por la heteronormatividad (las alusiones a la homosexualidad son inexistentes más allá del temor paterno de que sus hijos chicos, en las chicas es impensable, lo sean) las relaciones familiares nunca son fáciles. Los y las jóvenes consideran que sus padres y madres viven en otro tiempo, marcado por la represión sexual y política que sufrieron.

Los padres y madres hablan de que ellos y ellas obedecían sin rechistar porque la palabra de sus mayores era ley mientras que sus hijos e hijas no aceptan esta autoridad sin cuestionarla ni buscar razones. Los y las jóvenes asumen que en lo material no han sufrido las mismas privaciones, pero reivindican que tienen otros problemas más allá del dinero, una de las obsesiones de sus padres.

Aunque la serie acuse un ritmo narrativo lento, muy propio de la época, -hoy sería inimaginable la abundancia de esas secuencias larguísimas- fue y es todo un referente de ficción que roza el mito y que nos ha ofrecido momentos y elementos que forman parte de un imaginario común: desde el “no nos moverán”, la canción de cabecera, los paseos en bici, hasta los bañadores de Javi, Piraña o Desi o las calcamonías de Tito o Piraña.

Bien, vale. Es innegable la influencia de ‘Verano azul’ en el imaginario de una generación. ¿Quién no ha silbado en bici la sintonía de la serie? ¿Quién no llegó a hablar al revés o contestar “a lo mejor”? ¿Quién no recuerda aquello de “demasiado para mi body”? ¿Quién no tarareó constantemente aquellos temas musicales “Te doy” o “Soy como tú” del infeliz Bruno? ¿Quién no soñó con estar en la cubierta de la Dorada cantando aquel “No nos moverán”? ¿Quién no lloró con la muerte de Chanquete? ¿Quién no se enteró de qué iba la menstruación cuando Bea se “hizo mujer”?

Pero ¿cómo se representan las feminidades y las masculinidades? ¿Cómo se afrontan y enfocan temas como las separaciones, la maternidad en solitario, la sexualidad, el amor y la menstruación? Deberemos tener en cuenta que eran temas novedosos, que afectaban de forma directa a las mujeres y que el mero hecho de protagonizar episodios completos supone un avance y cierta ruptura. Y hablamos de cierta ruptura ya que, como retomaremos, el tono va desde un paternalismo más que evidente hacia una denuncia suave no exenta de inocencia y ternura que rehúye la reivindicación directa.

Las guapas, las listas y las madres

Bea (Pilar Torres) y Desi (Cristina Torres) son las chicas de la pandilla que forman junto a Javi (Juan José Artero), Pancho (José Luis Fernández), Quique (Gerardo Garrido) y los niños Tito (Miguel Joven) y el Piraña (Miguel Ángel Valero). El mero hecho de que haya chicas es positivo. No obstante, las chicas son chicas. Comparten una mayor intimidad construida por sus propios códigos. Se enfadan con los chicos con asiduidad y asumen actitudes que les diferencian, como por ejemplo ser fans del cantante Bruno, algo que para los chicos es un rollo.

Bea es el personaje femenino más destacado. Tiene mayor visibilidad que Desi. Siempre se resalta su feminidad; es la que gusta a los chicos, la que en la fiesta de disfraces se disfraza de bailarina, mientras Desi se disfraza de rockero.

Desi es la “no guapa” de la pandilla. A diferencia de Bea, no se realza su feminidad. Lleva una eterna trenza, gafas y ortodoncia. Además lleva el estigma de no tener padre, no porque éste haya muerto, sino porque no vive con regularidad en el domicilio conyugal. Sin duda, y buena prueba de ellos son las conversaciones que mantiene con Julia, su personaje tiene una personalidad más rica que la de su amiga. Se juega así con los estereotipos de la chica guapa y de la chica no guapa pero profunda e inteligente.

Las conversaciones de Desi (izq.) con Julio revelan un personaje más rico que el de Bea

Las conversaciones de Desi (izq.) con Julio revelan un personaje más rico que el de Bea

Otro grupo femenino importante, aunque muy homogéneo, es el de las madres. Se intuye que ninguna de ellas trabaja fuera de casa. De hecho se siguen ocupando de lo doméstico en vacaciones. Son las que asumen la crianza de sus hijos e hijas y las que median entre ellos y ellas y sus padres. No hablan de nada más allá de todo lo que tenga que ver con cuidados e intendencias del hogar. ¡Incluso hacen punto en la playa!

La madre de Javi (Helga Line) recurre a “pildoritas relajantes” para sobrellevar su vida. Si bien no es una persona dependiente de las pastillas o al menos no se muestra de una forma clara, las mujeres recurren a las pastillas cuando tienen problemas de la misma manera que los hombres usan el alcohol.

Pilar (Concha Cuetos), la madre de Desi, asume resignada un matrimonio fracasado. Representa una feminidad tradicional cuyas únicas armas son la queja y los reproches. Definida por su marido como “histérica”, utiliza a su hija para mantener una relación que está rota. Prefiere sufrir los desplantes e infidelidades de un marido ausente a plantearse una separación. En definitiva, las madres representan una feminidad patriarcal en la que asumen su papel principal como cuidadoras y esposas. Ninguna de ellas en ningún momento cuestiona su situación ni su lugar en su familia ni en la sociedad.

Frente a este modelo hegemónico, Julia (María Garralón) representa otra feminidad que sin ser necesariamente revolucionaria, no se adscribe a los preceptos de la masculinidad patriarcal. Su peso en la trama es importante, mucho más que la del resto de personajes. De hecho, es ella quien inicia y finaliza la serie. Tras perder a su marido y a su hija en un traumático accidente de tráfico, recibió tratamiento psiquiátrico en el que la pintura era parte de la terapia.

Es una mujer independiente a pesar de sus problemas económicos. No era fácil mantenerse a una misma y mucho menos dedicándose a la pintura. Su forma de vida recibe no pocas críticas. Carmen (Elisa Montes), la madre de Bea, la define como “esa especie de loca que se pasa la vida pintando y corriendo”. Resulta francamente representativo que la diferencia se asuma a la locura.

Su personaje no remite a la maternidad. Quizá por ello las y los integrantes de la pandilla recurren a ella de forma constante para dialogar o pedirle consejo sobre sus problemas. Es un nuevo referente de mujer libre de los condicionantes de las feminidades ya reseñadas. Uno de los aspectos que más destacan en la construcción de su personaje es el hecho de que la SOLEDAD, la vida sin un hombre, es una opción válida y positiva. En este sentido, no podemos dejar de mencionar películas de la época como ‘Vámonos Bárbara’ (Cecilia Bartolomé, 1977), ‘Gary Cooper que estás en los cielos’ (Pilar Miró, 1981) y ‘Función de noche’ (Josefina Molina, 1981). En las tres propuestas de las cineastas de la Transición, la soledad de los personajes femeninos es una opción que se asume con naturalidad y que en la ficción de años posteriores, protagonizada por mujeres nacidas y socializadas en democracia, es prácticamente impensable.

Chicos de acción y padres sustentadores

Si bien los personajes femeninos apuntan a cierto aperturismo, los masculinos se mueven en esquemas ya conocidos. Javi. Pancho, Quique y, en una menor medida, Tito y Piraña son los que llevan el peso de la acción. Son los que se introducen en una cueva, los capitanean las exploraciones cuando existe peligro. Asumen una masculinidad que no es absolutamente patriarcal por su juventud, pero que tampoco apunta a nuevas formas ya que, por un lado, existen referencias constantes a la hombría, por lo que esta cualidad masculina no se cuestiona o desmonta. Frases como “eres un hombre”, referentes a cualquiera de los personajes masculinos, son una constante.

Por otro lado, la enemistad masculina entre Javi y Pancho por Beatriz es constante desde el primer episodio. La consideran una posesión. Buena prueba de ello es que, además de enfrentarse continuamente y de llegar a retarse y a tener una pelea de puñetazos, ambos se unen cuando Beatriz comienza a salir con un chico de 17 años que no pertenece a la pandilla. Por lo tanto, los modelos de masculinidad se rigen por patrones patriarcales.

La actitud abierta de Chanquete hacia la vida contrasta con su visión tradicional de la mujer-esposa

La actitud abierta de Chanquete hacia la vida contrasta con su visión tradicional de la mujer-esposa

Existe cierta crítica a la masculinidad que representan los padres. Todos ellos asumen una masculinidad sustentadora, preocupada por el bienestar familiar, volcada en lo material con sus consecuentes ausencias, con la excepción de Agustín (Manuel Tejada) el padre de Bea y Tito, quien asume un modelo menos autoritario, algo que siempre le reprocha el resto.

Javier (Manuel Gallardo), el padre de Javi, es el más macho, al que le gusta que su “cachorro sepa luchar”, al que le preocupa que si muestra sentimientos su hijo sea un “blandengue”, el que vive por y para su profesión. Jorge (Carlos Larrañaga), el padre de Desi, es todo un galán, un conquistador que explota un atractivo físico que le vale para triunfar entre gran parte de las féminas. Las dos masculinidades se cuestionan. Javier ve cómo su familia le reclama más tiempo y dedicación en lugar de bienes materiales y Jorge ve cómo su hija se siente engañada por sus dobles juegos.

Los padres consideran que, tras el cuidado de las madres los primeros años, los hijos (no las hijas) son responsabilidad suya. Las madres, unas consentidoras, no están lo suficientemente capacitadas como para enseñarles cosas que sólo ellos lo pueden hacer. Una de las grandes preocupaciones entre los padres es que a sus hijos no les gusten las mujeres. El fantasma de la homosexualidad, que no contempla la femenina, sobrevuela la serie.

Chanquete tampoco supone un revulsivo en lo que a los personajes masculinos se refiere. El viejo marinero (ácrata) tiene un carácter abierto y progresista en todos los ámbitos menos en el de las relaciones de pareja o en el amor. Sobre novias, compañeras o esposas dirá “es la sombra que te acompaña siempre. Es esposa, compañera, fiel y espera paciente”. La imagen de la mujer como una sombra entregada y sufridora es excesivamente machista y contrasta con todo el ideario de un personaje, muy querido por el público, que destaca por su aperturismo en el resto de ámbitos.

Machismos. Denuncias y pervivencias

‘Verano azul’ contiene momentos de denuncia del machismo y de la sociedad patriarcal. Se asume que las mujeres en la época de los padres y madres han estado marginadas. Quique y Enrique (Fernando Hilbeck), su padre, mantienen una conversación sobre el tema. Comentan que ser mujer no es lo mismo que ser un hombre. Las mujeres en la época de su padre se tenían que cuidar más. Desde una óptica exclusivamente masculina reconocen los avances en la situación de las mujeres.
Advertimos cierto paternalismo en el planteamiento, ya que no existe una reivindicación feminista (o femenina) que asuman las mujeres. Salvo en temas concretos como el de la maternidad en solitario o de las separaciones, aunque se abordan de forma genérica.

Pero sí que hay alusiones más directas al machismo. Una de ellas sucede cuando el coche de un hombre y el de Julia colisionan. Sus palabras “anda rica, baja de una vez”, “mujer tenías que ser”, “qué a gusto estaríamos si estuvierais dónde teníais que estar, en la cocina” dejan clara la intención de condenar estas actitudes. No es casual que sea el mismo personaje del episodio ‘No matéis mi planeta’ el que se niega a recoger la basura. De hecho, para caracterizar al personaje como incívico, uno de los aspectos que se resalta es el hecho de que se dedique a observar mujeres en la playa con unos prismáticos.

Pero a pesar de estas denuncias, hay ramalazos machistas. Además de los modelos de las madres y de las opiniones sobre la hombría o de Chanquete, existen referencias a que las chicas quieren ser azafatas o enfermeras, dos profesiones que tienen que ver con el cuidado y con la belleza. Algo que llama la atención por la perpetuación de roles. Se menciona que es preferible tener un hijo a una hija por los problemas que éstas dan, y las chicas protagonistas se lamentan que sus padres y madres únicamente desean de ellas que aprueben asignaturas y que no se queden embarazadas. Algo que sin duda que no preocupa en los chicos. Incluso existe un momento curioso por una confusión en el lenguaje. Julia acude a la farmacia a recoger unas inyecciones para Chanquete. El farmacéutico le dice que el practicante está de parto. Julia asombrada pregunta si el practicante es una mujer. Obviamente lo es.

Da la impresión de que la serie asume ciertas reivindicaciones contra el machismo, siempre y cuando éstas no cuestionen de forma radical (de raíz) la sociedad patriarcal, esa que mantiene a las mujeres en el hogar y a los hombres en el espacio público y en el resto de espacios de poder.

Amor, sexualidad y cuerpo

Los capítulos ‘Pancho panza’ y ‘Las botellas’ están dedicados a las historias de amor entre Bea, Pancho y Javi, que forman un casto triángulo en el que la voz cantante la lleva Bea. En el primero de los capítulos, Bea tiene pesadillas con una cuadrilla de cuatreros que la persiguen por la playa. En plena situación de peligro es salvada por un anónimo jinete enmascarado. La joven Bea sueña con que un príncipe azul a caballo la rescata de un peligro ocasionado por unos ¡cuatreros! violentos y malvados. Este ejemplo evidencia cómo no se fomentan nuevas relaciones que se alejen de la ideología del amor romántico que recorre toda la ficción.

No existen referencias explícitas a la sexualidad, salvo las preguntas que Piraña y Tito le hacen a Chanquete o salvo la atracción que siente Javi hacia el personaje de Eva, la hippie (un elemento externo). Las relaciones son muy castas. Apenas miradas y besos de pasada. El más pasional, el que le da Bea a Pancho cuando lo rescatan de la Cueva del Gato Verde, apenas se rozan los labios. Además, las chicas mantienen su dignidad como mujeres. Se enfadan y se sienten ofendidas cuando un chico les toca una pierna. Destaca esta ausencia en un grupo de chicos y chicas que roza la adolescencia y que casi se definen como asexuales.

En cambio, un aspecto positivo es que los cuerpos de las mujeres son cuerpos normales, de mujeres reales. En la actualidad sería impensable retratar cuerpos de mujeres imperfectos, con grasa, con celulitis, con estrías.

Las separaciones matrimoniales son traumáticas pero no son pecado

Uno de los temas más novedosos que se tratan es el de las separaciones matrimoniales. La madre y la padre de Desi, como ya se ha comentado, tras un relación rota, deciden separarse. Desi sufre el estigma de la separación de sus padres tanto por parte de la pandilla como por parte del grupo de adultos. Los comentarios entre los adultos son frecuentes; que si esas amistades no me gustan, que si esa con lo que tiene en su casa no puede decir nada… El hecho de que su padre no viva con regularidad en casa la hace ser sospechosa. Las separaciones matrimoniales se viven como algo traumático y no existe ningún punto de empatía o comprensión por parte de los padres o madres, que prefieren centrase en cotilleos.

Cuando la ficción, en el episodio ‘El visitante’, se centra en la temática, se aboga por las separaciones de matrimonios que fracasan y se rompen. Se apuesta por dejar de lado la hipocresía los reproches y las culpas, y se reivindica el derecho a rehacer las vidas y la necesidad de no utilizar a su hija en sus batallas matrimoniales. Todo un punto de inflexión.

La maternidad se pude vivir en solitario

Eva es una joven soltera que está embarazada. Tras la huida y abandono del padre del bebé, decide seguir adelante con el embarazo. Con un tono que roza el misticismo, la denuncia social, y cierto moralismo –se presenta el embarazo como solución a una crisis vital importante-, su situación en el episodio ‘Eva’ propicia el debate sobre la maternidad fuera del matrimonio y en solitario.

Las reacciones hacia este embarazo sin marido y sin padre son diversas. Los niños piensan que no se pueden tener bebés sin estar casada, los mayores piensan que se llevarán directamente al bebé al hospicio, e incluso alguno de ellos se ofrece a llamar a la pareja de la Guardia Civil para obligar al padre a casarse. Las mayores, la madre de Bea, definen a Eva como incauta y la condenan a un futuro sin hombres en las que las criaturas nunca pueden ser del todo felices.
Únicamente Julia y Chanquete apoyan y no juzgan a Bea. Incluso Julia con un tono didáctico y no moralista habla sobre cómo se puede vivir la maternidad desde la soledad.

Verano azul, verano rojo: Beatriz se hizo mujer

Uno de los momentos álgidos de la serie es cuando a Beatriz le baja la regla. La menstruación es un tema generalmente silenciado en las ficciones cinematográficas y televisivas, y más en la ficción española de principios de los 80. La menstruación, ese fenómeno físico que se ha utilizado por las religiones y por la medicina para definir a las mujeres como impuras, dependientes e inferiores.

Bea despierta y llama a su madre. Su madre le comunica la noticia a su padre. Su sonrisa es de orgullo. Ya tenemos una mujer en casa. La música, melodramática donde las haya, intensifica y le da la trascendencia necesaria al momento. Bea compungida se enfrenta a su nueva realidad. Ésta incluye no bañarse en la playa y estar vestida en lugar de en bañador. Su lugar en esos días son las tumbonas de las y los adultos. ¿Qué decir de su acercamiento al bebé que se baña en la orilla del mar! De la noche a la mañana Bea asume que “ser mujer” la relaciona de una forma más que directa con la maternidad. El mandato de género es evidente.

Uno de los aspectos más destacables de la secuencia es la mirada de Tito. No entiende, y no nos extraña nada, por qué su hermana ha cambiado tanto en tan poco tiempo. Tiene miedo y lo expresa, a diferencia de Bea que parece haberse quedado muda. La mira de arriba abajo, de un lado, de otro para intentar entender. Serán los chicos mayores quienes se lo expliquen, y no su propia hermana o su propio padre. La voz vuelve a ser masculina. Y es que Verano azul es fiel reflejo de una época en la que la situación (social, legal, económica y cultural) de las mujeres comenzaba a cambiar, pero en estos cambios no podemos dejar de ver cierta tutela masculina (omnipresente)

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