Los intocables y sus máscaras

Los intocables y sus máscaras

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19/09/2014

Bárbara Cortés

Hay algo realmente perverso en la manera de funcionar de muchos (algunos, demasiados) de los hombres (bio-hombres) que habitan los movimientos sociales: me refiero a aquellos que se autodefinen como feministas (no a todos ellos, solo algunos, demasiados), que se llenan la boca, y los gestos de “respeto”, “cuidado”, “empatía”. Aquellos que abanderan la escucha como principio básico de la relación con la otra (porque hablan en femenino inclusivo, por supuesto). Aquellos que critican la talla 38 (porque a ellos, obviamente, también les aprieta el chocho).

Algunos de ellos han leído textos fundamentales de los feminismos de ahora y de los de antes, otros no lo han necesitado, en cualquier caso conocen el discurso, lo han interiorizado, lo han hecho suyo.

Viven rodeados de feministas: sus compañeras de colectivos, de vida, sus amantes, sus amigas… con ellas comparten proyectos, cotidianidades, casas, locales, sueños, crianzas, risas, bailes, placeres, miedos…

El problema es cuando, al compartir ese cotidiano, ese día a día, nos vamos dando cuenta de que todo eso es sólo una puesta en escena, un personaje construido durante años, sólido, limado, afinado…
y es perverso porque ellos se lo creen (y eso les hace intocables a cualquier crítica e incapaces de cualquier autocrítica)
y es perverso porque nosotras lo creemos (y bajamos la guardia, las defensas construidas durante décadas para luchar contra los envites de este maldito patriarcado).

Bajamos la guardia porque ellos son “compañeros”.
Ellos están junto a nosotras en nuestras luchas, ellos son conscientes de sus mochilas de privilegios, ellos escuchan, ellos entienden, ellos cuidan. Ellos jamás alojarían su deseo en los cuerpos heteronormativos. Ellos nunca forzarían, de ningún modo, una relación sexo-afectiva. Ellos rechazan, con toda su rabia, el uso de la violencia en las relaciones emocionales.

Y bajamos las defensas…y nos volvemos vulnerables…y poco a poco, sin darnos cuenta, todos esos monstruos con los que venimos luchando se van despertando: las inseguridades, el entender lo que no es entendible, el miedo al juicio externo, el priorizar las necesidades/deseos del otro como forma de cuidado, el miedo (a la soledad), el miedo (a nuestros cuerpos), el miedo…

Por supuesto, todo esto no es culpa suya. Ellos, al igual que nosotras, que todas, son parte de este sistema patriarcal. No es culpa suya haber nacido bendecidos de privilegios. No es culpa suya haber aprendido desde la infancia cómo ejercerlos. No es culpa suya que la sociedad les haya otorgado los dones de la razón, la verdad y el uso legítimo de la violencia.
Pero sí es su responsabilidad desmontar todo eso, desmontarse, capa a capa y deshacerse de ello…
… Y, si nos sois capaces, compañeros, al menos desmontad y deshaceros de ese maldito personaje, para que así podamos veros venir desde lejos, para que así podamos defendernos.

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