Justicia para Vanessa Landinez, una “inspiración cotidiana que te mueve el piso”

Justicia para Vanessa Landinez, una “inspiración cotidiana que te mueve el piso”

Esta joven de Ambato, capital de la provincia ecuatoriana de Tungurahua, apareció muerta en octubre con signos de violencia. La plataforma 'Justicia para Vanessa' exige que ni este ni ningún femicidio quede impune.

Texto: Itziar Abad

Este es el testimonio de Rosa Ortega, prima de Vanessa Landinez, aparecida muerta el pasado 19 de octubre en un hotel de la ciudad ecuatoriana de Ambato (provincia de Tungurahua). Presentaba hematomas en varias partes del cuerpo. Tenía 37 años, era ingeniera de Comercio Exterior y madre de una niña de año y medio. Convencida de que la muerte de Vanessa fue fruto de la violencia contra las mujeres y decidida a que se hiciera justicia, su familia interpuso una demanda contra un joven, que continúa en prisión preventiva. El 16 de abril, la Fiscalía de Tungurahua resolvió imputarle por un presunto delito contra la vida.

Vanessa Landinez (en la fila de arriba, la segunda comenzando por la izquierda) posa junto a su familia.

Vanessa Landinez (en la fila de arriba, la segunda comenzando por la izquierda) posa junto a su familia.

Los primeros recuerdos que tengo de mi prima Vane son incluso antes de que yo entre al kinder. Tenía trece años más que yo. Era una chica que siempre estaba molestando. Me encontraba jugando y se metía a ver qué estaba haciendo. Yo le veía más grande y pensaba: “No puede meterse en mi juego, ¿¡qué le pasa!?” (risas). Yo era la más pequeña de la familia y, en un tiempo, ella y mi tía Ivonne, que tenían casi la misma edad, se dieron a enseñarme a hablar en inglés, para que yo me presente a la gente: “My name is…” (risas).

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Mi tía tenía una radio viejita, que ya no ocupaba, y me gustaba jugar a que era locutora. Ponía música, daba pausa y mandaba los comerciales. Hasta me inventé un eslogan: ‘Radio Rumba; la que te escucha y te escucha’ (risas). Una vez, la Vane me oyó jugando sola y, a partir de entonces, ahí donde me veía, decía: “¡Ahí viene la Radiorumba!” ¡Jodía tanto! Toda la vida me molestó con eso; fue como un martillo en el oído (risas). Era superdivertida; un ‘cague cague de risa’. Tenía siempre ese ánimo, supercómplice, de molestar.

“Se matan a muchas mujeres poderosas y libres. Las sociedades no aguantan que exista una mujer empoderada que va construyendo su vida como quiere”

Ya en el cole, mi prima Vane era la perfecta candidata a hermana mayor. Me hablaba de los primeros contactos con los chicos y de que había que verstirse como chica para conquistarles lo cual es muy vergonzoso para mí ahora… (risas). Yo quería imitar a las chicas de mi edad y estaba como loca con que quería el cabello alisado, pero lo tenía ondulado y bastante frondoso. Recuerdo la escena: yo, acostada de lado en la cama y mi prima, con la plancha encima de mi cabello.

La Vane era supersensible. Se encontraba un perro en la calle, lo traía a la casa y le daba de comer. Una vez llegó un niño que era hijo de unos cuidadores de carros, de gente que trabaja en la calle. Solían golpear un montón al pequeñito. La Vane les preguntó si podía llevarle a la casa para darle de comer, porque se veía con anemia. Con el tiempo y después de entablar amistad con la mamá y el papá del chico, se dio cuenta de que no podían tenerle, ni a él ni al hermanito, que era bebé. Entonces, la Vane y mi tía decidieron adoptar al bebé, Jonathan se llamaba, pero no pudieron porque mi tía era divorciada y la Vane todavía estaba joven. Se encargaron pues de buscar unas personas que le adopten. Jonathan se fue a vivir a Estados Unidos.

El último viaje que hicimos mi prima y yo, junto con mi primo Nico, su mamá y su papá, fue un recorrido por la costa: Guayaquil, Montañita y Canoa. Por dinero o por tiempo, nunca habíamos salido a pasear y fue muy divertido. La pasamos comiendo un montón, ¡tanto que estuvimos con diarrea!

En las siguientes vacaciones, la Vane ya estaba embarazada. Le acompañé a la ecografía 3D y fue genial. Me acuerdo que le cogí la mano, se puso superfeliz y hasta le salió una lagrimita. Vimos el rostro de la nena… ¡es igualita a ahora! Se llama Raffaella y ya tiene un año y once meses. La Vane sentía el estigma de ser madre soltera porque, en una sociedad conservadora como la de Ambato, eso está mal visto. Pensaba que, cuando su hija crezca, se esforzaría en explicarle que la familia es, en realidad, un montón de personas.

Mi prima siempre fue supercómplice mía. Le contaba, con toda la confianza del mundo, todas las cosas que hacía o sentía. Desde hace full tiempo que no converso con alguien de esa forma.

La Vane siempre fue muy buena vendiendo cosas e invirtió un dinerito para un emprendimiento comercial. Le iba bien y lograba sostenerle a su hija. Siempre quiso viajar, salir al extranjero. El lugar en el que estaba no te permite vivir libremente o hacer las cosas que te gustan. Entonces, se esmeraba en ahorrar para que la nena esté bien y para viajar.

A la nena le contaron que su mamá se murió. En los primeros meses sin ella, su estado de ánimo era muy cambiante y renegaba todo el tiempo. Ahora está mejor. La figura de la mamá juega un rol importante en su imaginario, porque nos dice “mami” a todo el mundo, a mi papá, a mi primo, a mí… “No, no mami, ñaña“, le digo yo.

La última vez que vi a la Vane era el día del cumpleaños de mi abuelita. Fue raro porque yo sentí que alguien en mi familia se iba a morir. Pensé que sería mi abuelita. Le dije a la Vane que iba a ir al cumpleaños de ‘mama gatita’ así le decimos, porque estaba viejita y quería pasar con ella. Eso fue en septiembre de 2013. La Vane dijo que “de una”, que cocináramos algo.

Viajé a Ambato y, al salir del terminal, vi a la Vane dar la vuelta en la curva. Creo que iba a su casa, a hacer dormir a la nena. Fue una imagen poderosa y supe que era la que me quedaría de ella. Iban las dos sonriendo.

“Femicidio: es la muerte de mujeres a manos de sus esposos, amantes, padres, novios, pretendientes, conocidos o desconocidos (…), producto de un sistema estructural de opresión (…) motivado, mayoritariamente, por un sentido de posesión y control sobre las mujeres”

Lo más bacán es que siento que el lazo que nos unía no se ha roto con su muerte. Además, está la peque, que es su retrato vivo. Nos dejó un pequeño cosito para cuidar y acompañar. Estoy dispuesta a ser amiga y compañera de la nena, lo que fue Vanessa para mí.

La forma en la que murió me genera rabia y bronca, pero la vida me ha enseñado a ser bronquista y luchadora. Se matan a muchas mujeres poderosas y libres. Las sociedades no aguantan que exista una mujer empoderada, a la que no le importa el qué dirán, que va construyendo su vida como quiere. Entonces, claro, la respuesta es acabar con ellas, a través de prejuicios, de comentarios malintencionados, de discriminación, de violencia y, finalmente, a través de la muerte.

La Vane no fue una mujer ilustre, ni nada de eso, pero sí una de esas inspiraciones cotidianas que te mueven el piso. Era solidaria y sensible, una mujer que el mundo en el que vivimos no puede soportar porque se convertiría en un caos.

Espero que el juicio sirva para que la muerte de Vanessa no se quede en la impunidad y para que la justicia, en lo posible, le repare a la nena los daños causados por esta pérdida tan grande. También me gustaría que el juicio sirva de inspiración para otras familias que estén en la misma situación.

Finalmente, espero que la visibilización de este caso sea un llamado a la reflexión cotidiana acerca de la violencia contra las mujeres y de la necesidad de construir otro tipo de relaciones entre mujeres y hombres.

El femicidio en Ecuador

Concentración frente a la Fiscalía General del Estado, en Quito (13/12/2013). Foto: Miriam Gartor.

Concentración frente a la Fiscalía General del Estado, en Quito (13/12/2013). Foto: Miriam Gartor.

“La muerte de mujeres a manos de sus esposos, amantes, padres, novios, pretendientes, conocidos o desconocidos no es el producto de casos inexplicables o de conducta desviada o patológica. Por el contrario, es el producto de un sistema estructural de opresión. Estas muertes son femicidios, la forma más extrema de terrorismo sexista, motivado, mayoritariamente, por un sentido de posesión y control sobre las mujeres”. Así definen el femicidio las sociólogas costarricenses Ana Carcedo y Montserrat Sagot.

En Ecuador, el femicidio es delito desde principios de este año, cuando la Asamblea Nacional dio luz verde a un nuevo código penal que así lo tipificaba: “La persona que, como resultado de relaciones de poder manifestadas en cualquier tipo de violencia, dé muerte a una mujer por el hecho de serlo o por su condición de género, será sancionada con prisión de 22 a 25 años”.

Seis de cada diez mujeres sufren violencia de género en este país, independientemente de si pertenecen a zonas rurales o urbanas. Indígenas y afroecuatorianas soportan mayores índices de violencia (67,8% y 66,7%, respectivamente). Morona Santiago y Tungurahua son las provincias que más casos registran. Son datos de la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

“Me gustaría que el juicio sirva de inspiración para otras familias que estén en la misma situación”

En Tungurahua, el 70,8% de las mujeres ha vivido algún tipo de violencia, frente al 60,6%, a nivel nacional. Cristina Burneo Salazar, profesora de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) se refiere en este artículo de opinión a una “ola de femicidio en Ambato”, la capital de la provincia. No es para menos, a juzgar por el número de víctimas —siete, en total— que la autora registra entre noviembre de 2012 y noviembre de 2013. La última en ese periodo fue Vanessa Landinez.

Pero la lista no acaba ahí. En abril de 2014, dos mujeres más aparecieron muertas en Ambato, con signos de violencia. Se trata de Nathaly Ivonne Vaca, de 34 años; y su hija, Ymmij Carolyn Muñoz Vaca, de 13. El último caso de femicidio en esa misma ciudad tuvo lugar el pasado viernes. Ese día, el cuerpo sin vida de María Elizabeth Cedeño, de 26 años, fue encontrado en la bodega de una discoteca.

Justicia para Vanessa

Integrantes de diversos colectivos quiteños que conforman el movimiento feminista y de mujeres, así como familiares y amistades de Vanessa Landinez, crearon la plataforma ‘Justicia para Vanessa’. El objetivo del grupo es doble. Por un lado, visibilizar, crear conciencia y denunciar el femicidio, como expresión más extrema de la violencia contra las mujeres. Por otro, exigir justicia en el proceso judicial emprendido por la familia de la víctima para esclarecer los hechos de su muerte y para que no quede impune.

El plantón ‘Por la Vida de las Mujeres’ (vídeo de arriba), llevado a cabo en noviembre en Ambato, o esta otra concentración, frente a la Fiscalía General del Estado, en Quito, son dos de las múltiples acciones organizadas hasta la fecha por la plataforma.

Asimismo, ‘Justicia para Vanessa’ ha habilitado el correo electrónico niunamujermenos@gmail.com , con el fin de que familias que han sufrido casos de femicido puedan establecer contacto entre ellas y luchar así con más fuerza para las víctimas tengan justicia.

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