Invocar a la puta

Invocar a la puta

El pasado 29 de marzo, por tercer año consecutivo, las putas marchamos en Quito. Volvimos a apropiarnos de la calle con la palabra que le robamos al patriarcado y que hoy es tan nuestra. Marchamos con todas las acepciones de 'puta' que caben en la boca y en el cuerpo, en el grito colectivo, en el escote y en el cartel. Y así nos tomamos la Plaza Foch.

09/04/2014

Elizabeth Vásquez, coordinadora política del Proyecto Transgénero – Cuerpos Distintos, Derechos Iguales

Elisabeth Vásquez: “Aprendimos a invocar a la puta cada día: “Si ser libres es ser putas, nacimos con vocación”

Elisabeth Vásquez: “Aprendimos a invocar a la puta cada día: “Si ser libres es ser putas, nacimos con vocación”

En 2012, durante los primeros encuentros de lo que hoy es un colectivo feminista que se reúne cada miércoles —La Marcha de las Putas Ecuador—, nos inspiramos en la marcha original de Canadá (2011) para hacer un inventario de las veces y de los motivos por los que a las y los presentes nos habían dicho ‘puta’.

Nos habían dicho ‘puta’ muchas veces. En ocasiones, entre rumores y por la espalda. Otras veces, en circunstancias mucho más violentas, por ejemplo, con una pistola en la cabeza. Y nos habían dicho ‘puta’ por muchos motivos: “por salir solas de noche”, “por tener más de una pareja”, “por tomar la iniciativa”, “por decir ‘no’ cuando no queríamos”, “por asumir el género que supuestamente no nos correpondía”, “por abortar”, “por negarnos a permanecer al lado de un maltratador en nombre de los hijos”, “por hacerse una ligadura, porque, según el esposo, era para poder estar con un montón de hombres”…

Los relatos se convirtieron en el inicio de nuestro Manifiesto. Al inventariar los sentidos de ‘puta’, comprendimos que se trataba de una palabra tan amplia como para abarcar las más variadas decisiones de las mujeres y personas de diversa condición sexo-genérica sobre sus vidas y cuerpos. Y, a la vez, una palabra tan estrecha como para condenar todos esos actos de decisión propia y emancipación. A partir de entonces, aprendimos a invocar a la puta cada día aunque, una vez al año, repetimos la invocación masiva y públicamente: “Si ser libres es ser putas, nacimos con vocación”.

Desde nuestros orígenes fuimos un grupo bastante diverso de mujeres, hombres y personas trans (entre estas últimas, algunas se identifican como mujeres u hombres y otras, no), de muy variadas edades y circunstancias socioeconómicas, de cuerpos distintos y ocupaciones varias, incluidas estudiantes y trabajadoras sexuales. Sin embargo, la diversidad crece cada vez más y eso se ve reflejado en la marcha anual. Ahora se suman mujeres indígenas, raperas del sur de Quito, artistas, impulsadoras de cerveza que no hallan incompatibilidad entre su amor a entaconarse y su amor al feminismo. Y cada vez son más los hombres aliados al bando de las putas.

“Categorías metajurídicas como el pasado sexual, la vestimenta indecorosa o la situación de ebriedad siguen vigentes, convertidas en circunstancias agravantes para la víctima y en atenuantes para el victimario”

Esa diversidad no ha hecho sino enriquecer nuestro Manifiesto y afianzar nuestras reivindicaciones políticas: contra la violencia sexual y de género, por la identidad de género desde una perspectiva transfeminista, por la libertad estética, por el derecho al trabajo sexual digno y desprovisto de cargas morales y por la eliminación de prejuicios generizados en las instituciones, particularmente en los sistemas penal y procesal penal.

Sacar de todo confín institucional el ‘estigma de Eva’, de la mujer provocadora de la violencia que se cierne sobre ella, es algo más difícil de lo que se piensa, aun en estados que se autoproclaman laicos, como el ecuatoriano. Categorías metajurídicas como la conducta, la moral, el pasado sexual, la actitud, la vestimenta indecorosa, la situación de ebriedad o la imprudencia —haber aceptado una cita, haberse subido a un auto, haber estado sola—  siguen vigentes, convertidas en circunstancias agravantes para la víctima y en atenuantes para el victimario, exclusivamente a capricho del género de cada quién.

Por eso es tan importante invocar a la puta en todas sus acepciones, renegar del insulto generizado y recordar que puta es la que goza y que no es inocente la ausencia de palabras que nombren en positivo el placer y la autonomía sexual femenina. Invocar a la puta como una posibilidad transgénero, no en el sentido de traición al género asignado (necesariamente), sino en el de traición al ‘deber ser’ de cada género: macho y sumisa, respectivamente.

No sólo en marzo, sino cada día, es importante invocar a la puta como trofeo: hacerles saber que nos robamos el insulto para profanarlo, pronunciándolo en primera persona. “Porque puta, por mandato patriarcal, ha sido siempre ‘ella’ y nunca ‘yo’, una sentencia y no una asunción”, como dice nuestro Manifiesto.

Contenido relacionado: ‘¿Putas? ¡Reputas!’ Crónica de Itziar Abad

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