“Os tuve para el mundo”

“Os tuve para el mundo”

Tenía 18 años cuando yo nací. Nunca me lo ha dicho pero seguro que estaba asustada. Dio a luz a 500 kilómetros de su casa y cuenta que una enfermera se sentó sobre su tripa para que yo saliera. Yo hoy, con 31, estaría aterrorizada.

amaDespués llegó Asier, cuando ella tenía 20. Cuenta que una matrona le echó la bronca por “ser tan joven y parir otra vez”.  Eso, mientras mi hermano se ponía morado de frío. Aquella señora, que no sabía nada sobre su vida, le hizo sentir mal y ella se prometió, supongo, que todo iba a salir bien. Ella haría que saliera bien.

Trabajó y nos cuidó mientras mi padre estudiaba. A pesar de todo, tuvo tiempo para leernos cuentos, recoger flores, nadar, jugar, aprender a cocinar, enseñarnos lo grande que era el mundo y escribir cartas a sus padres y sus hermanas, que estaban lejos, en Bilbao.  Nos cantaba canciones inventadas, versiones propias de clásicos y la única que se sabía entera; “La Internacional”.

No recuerdo quejas, recuerdo consejos, muchos consejos. “Estudia, lee, viaja y se independiente”.  “Que nunca nadie decida por ti”. “Tú eres libre y ningún hombre debe decirte qué debes hacer”. “¿Qué más da la ortodoncia?, La belleza ni te da de comer ni te hace feliz, tu trata de ser bonita y rica por dentro”.

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A mi hermano y a mí nos enseñó que todas las personas somos iguales y merecemos los mismos derechos y las mismas oportunidades. Con su tierna locura aprendimos a emocionarnos igual, a cuidar y a querer de la misma manera.

Si yo limpiaba cristales con ella, Asier también lo hacía. Si Asier tenía una funda azul para la huerta, yo tenía otra igual. Una noche nos habló en su cama sobre la muerte de Lorca. Su sentido natural de la justicia volaba por la habitación mientras en sus manos descansaba el romancero gitano. “Todas las personas somos iguales, si os reís de alguien en el cole porque el resto lo hacen es que no tenéis personalidad”.

Crecimos y ella creció con nosotros. Cuando mi padre consiguió un trabajo fijo y estable, nos independizamos los cuatro. Ella decidió terminar lo que nuestra llegada a su vida había interrumpido. Asignatura a asignatura, terminó el instituto en el turno de noche. Después, estudió un modulo mientras trabajaba a temporadas para costear los estudios de los dos, que nos dio por irnos lejos. Asier le preguntaba la lección y ella se esforzaba entre risas.

Desde que los dos dejamos el nido, ella ha aprendido a bailar tango, a hacer fotos (aunque nunca hace), manualidades, encaje de bolillos, restauración, pilates y hasta ha probado la escalada… Trabaja, canta, riñe a su loro, va a conciertos, hace bizcochos, viaja de vez en cuando, trabaja en la finca del pueblo junto a mi padre, lee, va al cine y, además, sigue pendiente de nuestras vidas cada día.

“Os tuve para el mundo, no para mí”, me dijo hace poco.  Yo creo mamá, que tú eres el mundo que quiero.

 Gracias por hacerme feminista.

Feliz 8 de marzo, feliz día de lucha.

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