Julia, Justa, María y Esther

Julia, Justa, María y Esther

Un repaso al recuerdo de mis bisabuelas y al poso que han dejado en mí

De Julia apenas sé nada. Creo que vivió siempre en Cardeo, un pueblo perdido en un valle cerca de Somorrostro. No sé a quién preguntarle si nació allí. Enviudó y sólo tuvo un hijo varón: mi aitite. Trabajó duro para la familia y para el campo. Eso dicen todas las arrugas que tiene en mis recuerdos. Solía sentarse en la puerta de su casa a ver la vida pasar. No sé nada más de ella. Nada. No sé dónde está enterrada ni de qué murió.

Amama Julia

María debía haberse llamado Miren, pero el franquismo le robó hasta el nombre. Emigró por Bizkaia. Nunca estuvo muy lejos de aquí. Murió hace poco, en una residencia en la que volvió a hablar en euskera. Estuvo a punto de matar a mi padre dándole biberones de leche condensada. Tenía carácter. Más del que se suponía que debía tener porque es lo que todos y todas recuerdan de ella.

Abuela Maria

Justa se divorció. No soportó tantas infidelidades. Nació en Lantandilla, un pueblo palentino en el que el tiempo parece pasar más despacio. La recuerdo en Sestao, en una casa llena de fotos de toda su familia. Ahí se acaban todos mis recuerdos, pero siempre me ha entusiasmado lo bien situados que debió tener los ovarios.

suscribete al periodismo feminista

Abuela Justa

A Esther la conozco más, aunque es la única a la que no he conocido. Mi abuela habla mucho de su madre. Nació en Asturias y tuvo la salvaje idea de enamorarse y acostarse con un hombre que no quiso saber nada de ella cuando se quedó embarazada de Luisa. Su familia, aturdida y rabiosa por la mala fama que ganaron en el pueblo, se dedicó a hacerle la vida imposible. Aguantó el tipo hasta que decidieron a casarla con un hombre que se había quedado viudo. No se conocían. Quizá nunca se quisieron. Dejó a Luisa en Asturias y vino a Bilbao. Celestino, mi bisabuelo, tenía ya tres hijos, que no aceptaron nada bien su llegada. De este matrimonio de conveniencia (o vergüenza) nació mi abuela Begoña. Me cuenta que recuerda a su madre con un abrigo verde amenazando con tirarse a las vías del tren. No le faltaban motivos, pero le faltó tiempo: murió de cáncer cuando era muy joven. Supongo que ella fue la inventora del cuento del Gallo Pintico y de todas las historias que tantas veces nos han contando en casa. La vergüenza, la culpa y el patriarcado destrozaron su vida. Está enterrada cerca de Infiesto. Demasiado lejos para que nadie le lleve flores a menudo.

Amama Esther

 

 

 

 

 

 

 

 

Es curioso lo presente que tengo a Esther, porque no llegué a tiempo para conocerla. Escucho su historia desde la rabia y, desde ahí, me atrinchero para que nunca ninguna mujer vuelva a pasar nada parecido. Julia, Justa y María son vagos recuerdos, pero sin saberlo sé que trabajaron duro, que sufrieron las consecuencias de haber nacido mujeres y sostuvieron un mundo que siempre parecía estar a punto de romperse.

Download PDF
master violencia de género universidad de valencia

Artículos relacionados

Últimas publicaciones

ayuda a Gaza
Download PDF

Título

Ir a Arriba